Tiene 87 años y todos los días llama a otras personas mayores que viven solas: "Me siento útil así"

Felisa Sendler es una mujer de 87 años, viuda, que vive en Belgrano (Argentina). Su casa está llena de fotografías que reflejan una vida llena de amor y lazos familiares, si bien, durante la pandemia del coronavirus experimentó importantes sensaciones de soledad no deseada que la llevaron a dar un giro en el rumbo de su vida. En ese momento, ella participaba en un curso online, dada la imposibilidad de acudir presencialmente, como hacía desde 2014. Su frustración - al no poder tener contacto físico - fue tan fuerte, que quiso retirarse de dichas conexiones, por lo que otra alumna la llamó para preguntarle cómo se encontraba.

Ahí, Felisa entendió lo importante que es que, al menos al otro lado del teléfono, haya alguien que se preocupe por ti. Mucho más si eres una persona mayor que vive en situación de soledad; un sentimiento que, también en España, afecta al 20% de los adultos: el 13,5% sufren soledad crónica, según se desprende de un estudio realizado por Fundación ONCE y Fundación AXA en el marco del Observatorio Estatal de la Soledad No Deseada (SoledadES).

Esta octogenaria quiso ir más allá y, no sólo recibir llamadas que le hacen sentir mejor, sino también hacerlas. Por ello, pasó a formar parte de las 50 voluntarias del programa Contá Conmigo, de la Comunidad Amijai. “En el momento en el que estoy hablando por teléfono con otra persona, acompañándola, me siento útil, siento que puedo dar algo”, admite Felisa.

Para Amadasi, los voluntariados son una pieza clave para resolver este problema social: “Los saca de la condición de persona que pide, que necesita o que demanda. Por el contrario, los pone en un lugar muy agradable de sentirse útiles para los demás, de ser parte de un equipo, de ayudar a otras personas que pueden tener necesidades”. Esta sensación de pertenencia, animó a Elisa a ofrecerse también como nexo de un taller cultural al que asiste, para estar pendiente de las personas mayores que, de pronto, un día no acuden a clase: "Es lindo escuchar su voz y darte cuenta de que se sienten empoderados al saber que alguien se preocupa por ellos", ha dicho en un periódico digital local.

De esta forma, personas mayores ayudan a paliar a otros ciudadanos en sus mismas circunstancias, que por edad, por salud o por el devenir de la vida, viven en aislamiento involuntario. En cuanto a la edad, en nuestro país hay un dato llamativo, pues no solo afecta a los ancianos: sorprendentemente, está especialmente extendido entre la juventud (34,6%) , decrece con la edad hasta alcanzar el valor mínimo en la franja de 55 a 74 años (14,8%) y vuelve a subir en las personas de 75 años.

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