Cuando nació Asmi Ananda Molina, que ahora tiene 64 años, el obstetra les dijo a sus padres que era un niño, aunque la registró como una mujer “para que no hiciese la mili”. Le llamaron María Luisa, nombre que hace 14 años eliminó de su documento de identidad. Tenía un micropene, más pequeño que el glande del clítoris, pero no presentaba escroto ni testículos, tampoco vulva y vagina. Sin embargo, en la pubertad sus mamas empezaron a desarrollarse, aunque la menstruación no llegaba. Pertenece a la comunidad intersexual formada por personas que presentan corporalidades distintas a causa de desarrollar variaciones biológicas durante la formación fetal.
En el Día Internacional de la Visibilidad Intersexual, que se celebra este sábado, se desconoce la cifra exacta de bebés que nacen al año en España sin encajar en la asignación tradicional del sexo. La Organización Mundial de la Salud estima que el 0,5% de la población presenta estas características y la Organización de las Naciones Unidas eleva la cifra al 1,7%. El tabú que rodea la intersexualidad dificulta el conteo.
Molina, que nació en Barakaldo (País Vasco) y se dedica a la agricultura y a la ganadería, se identifica como una persona “extrabinarie" porque está "fuera del binomio hombre - mujer”, pero tardó décadas en encontrar la palabra adecuada para nombrar cómo se siente. “Mi cerebro funciona en concordancia con un género fluido”, explica. Su identidad no es fija, es cambiante, aunque insiste en que no todas las personas de la comunidad intersexual son así, muchas se definen como hombres o mujeres. “Hay más de 40 variaciones intersex estudiadas”, aclara.
Recuerda una infancia traumática. “Me educaron en femenino, pero cuando mi parte masculina se expresaba, el entorno la reprimía”, revela. Tuvo que escuchar muchas veces en su vida la palabra marimacho. Fue consciente de que no era lo que pretendían imponerle en la preadolescencia, cuando pasó por un taller de carpintería en el que había fotografías de mujeres desnudas. “Yo solo contaba con la uretra, pero ellas, además, tenían vulva, labios y vagina”.
A los 14 años, apoyada en un apeadero con su madre, ella le mostró un papel con un mensaje escrito a mano: “María Luisa, eres hermafrodita”. Así, de forma cruda y directa se lo comunicó, aunque con un término incorrecto. Asmi sintió alivio: “Las etiquetas no son buenas, pero sanan porque te colocan en un lugar determinado y dejas de ser un bicho raro, único en el mundo”.
A los 16 años estuvo un mes ingresada en el hospital, un periodo de tiempo que recuerda de forma desagradable porque todos los días entraban en su habitación diferentes grupos de sanitarios para observarla y tocarla: “Hablaban como si fuese un objeto a estudiar, no una persona”, relata. El ginecólogo le hacía mucho daño cuando le exploraba al no tener un cuerpo prototípico.
Asmi se sometió a una laparoscopia, es un tipo de cirugía que permite observar el interior del cuerpo: “Me castraron con 16 años, me mutilaron sin mi permiso ni la autorización de mis padres”. Asegura que le cortaron las gónadas, que cree que en su caso eran los testículos internos no desarrollados. “Decidieron eliminar todo lo que consideraban que sobraba dentro de mi cuerpo”, refiere.
Posteriormente, le prescribieron estrógenos, hormonas que juegan un papel clave en la salud reproductiva femenina, incluyendo la pubertad, la menstruación, el embarazo y la menopausia: “Mi cabeza se volvió loca, me rendí. Si todo el mundo decía que era una mujer, yo tenía que vivir como tal”. Era una persona totalmente confundida. Por ello, solicitó una vaginoplastia al cumplir la mayoría de edad. A causa de esta intervención quirúrgica estuvo dos años de baja, asegura que hubo negligencias. Tiempo más tarde le realizaron una reconstrucción.
“Viví 55 años escondiéndome por miedo a ser agredida, tardé más de medio siglo en salir del armario”, relata. Ya no toma hormonas. Decidió dejar de ocultarse cuando, después de muchos años de terapia, comprendió que había actuado toda su vida para complacer a los demás: “Aprendí a respetarme”. Entonces, se cambió el nombre de María Luisa por el de Ananda, de origen sánscrito, lengua en la que los antropónimos no tienen género, pero en España seguían identificándola como mujer. Por ello, hace cuatro años escogió Asmi como nombre de pila. “Es más neutro”, aclara.
Asegura que este proceso vital es duro, triste y solitario: “Se nos receta silencio para recibir aceptación, nuestra sociedad es muy binaria y sexual. Cuando una persona logra un embarazo, lo primero que le preguntan es si va a ser niño o niña, como si fuese relevante”, protesta.
Asmi acude a las facultades de Medicina, desde que es activista, para ofrecer ponencias sobre el colectivo intersexual porque considera que los estudiantes no son informados de forma correcta sobre esta realidad. A nivel social también piensa que existe mucha confusión. “No tiene que ver la identidad con la orientación sexual y la expresión de género”, recuerda. Ella es pansexual porque le atraen las personas "con independencia de sus cromosomas y sus genitales", pero no es la norma en la comunidad intersex.
A nivel administrativo cree que todavía hay aspectos que mejorar. La entrada en vigor de la llamada ley trans, en marzo del año 2023, introdujo algunos cambios importantes para el colectivo intersexual, uno de ellos es la prohibición de la modificación genital en personas menores de doce años, salvo en los casos en que las indicaciones médicas exijan lo contrario en aras de proteger la salud de la persona.
Esta reserva es la que inquieta a Asmi: “Si una criatura no puede orinar de forma correcta, es conveniente que se intervenga por su bien, pero esto permite también que algunos sanitarios realicen intervenciones quirúrgicas en clítoris más grandes de lo común por una cuestión estética, pudiendo mermar la calidad del sexo futuro. También se realizan neovaginas con dilatadores cuando hay alteraciones sexuales, sin saber todavía si la criatura va a mantener relaciones coitocéntricas”.
A todas las personas menores de edad que están transitando el camino que un día también atravesó les anima a mostrarse como son: “Una vez que consigues respetarte, te colocas en una posición genial para entender mejor a la humanidad”.
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