La presencia de inmigrantes en el mercado laboral español es cada vez más intensa. En el último año, siete de cada diez nuevos ocupados o en búsqueda de empleo fueron extranjeros, sin contar a quienes tienen doble nacionalidad. Mientras, la fuerza laboral de origen español va reduciéndose.
La inmigración incrementa la oferta laboral, pero también permite salarios más bajos, hasta un 24% menos que los de un trabajador nacional, según el Instituto Nacional de Estadística (INE).
El sector servicios es uno de los que más tasa de empleo inmigrante tiene, ya que emplea a seis de cada diez afiliados extranjeros a la Seguridad Social. Se trata de trabajadores poco cualificados, con condiciones laborales en ocasiones menos exigentes.
La otra gran rama es la agricultura. El campo también demanda mano de obra y los inmigrantes suponen ya el 24% de sus trabajadores. Las contrataciones en origen con casi una veintena de países, en vigor desde hace más de dos décadas suplen solo en parte esta necesidad.
"Vienen por un periodo específico con la obligación de retornar a su país", cuenta Edgar Gómez, abogado experto en extranjería. La pérdida mano de obra nacional repercute negativamente en el crecimiento económico, de ahí la necesidad de incorporar extranjeros.
"Si seguimos sin tener hijos y no hay una política de familia, esta fuerza laboral extranjera es imprescindible", apunta Leticia Poole, profesora de Economía en la Universidad Europea de Valencia.
Trabajadores necesarios en sectores como el de la construcción, que en los próximos años demandará 700.000 personas y en el tajo su presencia se nota.
Por otro lado, en el mercado laboral inmigrante también hay más cualificación. Un millón de extranjeros activos tiene un título superior.
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