El estricto protocolo de control de explosivos instaurado tras el 11M: “Cada detonador, cada caja, lleva un código de trazabilidad”

Uno de los focos de la investigación del 11M llevó hasta la mina asturiana ‘Mina Conchita’, en Asturias, de donde salieron los artefactos que explotaron en los trenes en los terribles atentados de hace 20 años. Entonces apenas contaba con vigilancia, lo que permitió a un grupo de delincuentes robar los explosivos, que vendieron a la célula islamista. La mina se desmanteló, pero los fallos de seguridad obligaron a revisar el protocolo sobre el control de explosivos. Hoy, como hemos comprobado en Informativos Telecinco, las inspecciones son exhaustivas y estrictas.

Acompañando a la Guardia Civil a una de esas inspecciones en una instalación minera, lo primero que se aprecia son señales que advierten de la entrada en una zona peligrosa.

Dentro de los llamados polvorines, que son como cajas fuertes, se almacenan los explosivos. Llevan doble llave para evitar robos: una la tiene un vigilante y la otra está en poder de la empresa consumidora.

Cuando terminan la apertura, se guardan también bajo estrictas medidas de seguridad.

Desde el 11M es obligatorio que todo esto se haga en presencia de un vigilante, y la forma de vigilar el material explosivo también ha cambiado: “Cada detonador, cada caja, cada embalaje, lleva un código de trazabilidad, de forma que se puede seguir su pista desde que se fabrica hasta que se consume”.

Además, los agentes comprueban que el material solicitado coincide con el que sacan de los depósitos. Todo queda registrado digitalmente.

El protocolo de control de explosivos, reforzado también con inspecciones aleatorias

Cuando en el proceso finaliza la inspección de trazabilidad, “firman todos los que intervienen: los vigilantes de explosivos, nosotros y la empresa firma también”, explica José Manuel Marqués, del grupo de Intervención de Explosivos de la Guardia Civil en Oviedo, ante nuestras cámaras.

No obstante, la vigilancia no acaba ahí. A diario se realizan inspecciones aleatorias tanto de los camiones que transportan los explosivos como de las mochilas de los empleados.

Además, a la hora de tener que hacer voladoras, se procede a gran profundidad con el objetivo de hacerlo en condiciones de seguridad.

Con este riguroso protocolo, que se implantó tras el 11M, aseguran que hoy sería imposible un robo de explosivos como el que facilitó la trama asturiana a los terroristas.

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