Veinte años después de los atentados del 11M, agentes de la Policía Municipal de Madrid que acudieron con urgencia a los escenarios donde se produjeron las explosiones, recuerdan con dolor lo ocurrido, relatando ante nuestras cámaras cómo vivieron esos momentos que, aseguran, nunca van a poder olvidar.
“Empezamos a escuchar por la emisora que se había producido, en principio, como una explosión. Una explosión en la que había una decena de víctimas”, cuenta Yolanda Rodríguez, agente de la Policía Municipal de Madrid, explicando cómo empezó todo.
“Inmediatamente cogimos el vehículo y ya la noticia fue cambiando. Cuando entramos corriendo en la estación de Atocha, aquello fue el infierno”, relata, recordando cómo en el lugar no dejaban de escuchar voces, gritos y suplicas de supervivientes que clamaban auxilio.
“Ayúdame, no me deje aquí, eran las palabas que retumbaban”, cuenta, señalando que “la desesperación invadió el escenario”.
Cerrando los ojos, hoy todavía siguen recordando esas voces, como “los olores” y “los sonidos de los móviles”, que no cesaban. Después de que se conociese la noticia, familiares desesperados telefoneaban a sus allegados con la esperanza de que contestasen.
Todo ello, recuerdan, “se te queda dentro y te rompe algo por dentro”.
“Estás pensando en lo que viene detrás para las familias”, señalan, trasladándose a esos momentos.
“Yo tenía la sensación de estar como en una especie de burbuja. Te envuelve ese sonido, te atrapa y te absorbe. Es como una sensación de vacío”, cuenta Carlos Rodríguez, subinspector de la Policía Municipal.
“Dentro de esa situación de shock tratas de organizar, que era lo que en esos momentos a mí me correspondía”, señala.
Mientras, en El Pozo, otra de las estaciones donde se produjo otra de las explosiones que marcarían para siempre el 11M, agentes como José Ángel Mancebo, de Coordinación Judicial de la Policía Municipal, se afanaban también en intentar rescatar a los supervivientes del atentado.
“Yo fui de los primeros en llegar a la estación de El Pozo. Todavía no habían llegado ambulancias. No había nadie allí y teníamos que retirar personas fallecidas para poder sacar a heridos. Hasta que no sacabas a uno no veías lo que había debajo. Estabas sacando a alguien herido y tenías alguien al lado que te tocaba. Y la mirada era muy vacía. Le cogías de la mano y te quedabas con esa persona hasta que se había ido”, recuerda, en un durísimo relato.
“No les dejas morir solos. Eso nos pasó a muchísimos de los que estuvieron allí”, subraya, explicando que eso “no lo va a olvidar ninguno nunca”.
Algunos de los efectivos, además, tuvieron que trasladarse a la morgue. “Era escalofriante. Ese proceso fue demoledor”, recuerdan.
Con todo lo ocurrido todavía muy presente dos décadas después, el subinspector Rodríguez recalca: “Esto no se debe permitir que se olvide, y por eso estoy aquí 20 años después”.
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