Este lunes se cumplen 20 años del atentado terrorista del 11 de marzo de 2024 en Madrid que acabó con la vida de 192 personas y que dejó casi 2.000 heridos. A pesar del tiempo transcurrido, la sociedad no olvida. Mucho menos, aquellos que vivieron de cerca aquel horror que marcó un antes y un después en la historia de España. Entre ellos, el periodista Rafael Fraguas de Pablo, redactor de El País en aquel 2004, que ha relatado a Informativos Telecinco aquella experiencia tan traumática que le tocó vivir en Atocha. Le ha sido imposible no emocionarse.
“Yo soy vecino del barrio. Recuerdo escuchar unas explosiones tremendas. Inmediatamente, llamé a mi periódico y les dije que iba a acercarme para ver qué ocurría. Al llegar, vi una fila de personas llorando que procedían de la zona de los trenes”, comienza Rafael sobre aquel atentado que nunca se pudo imaginar.
“Bajé al andén y me encontré una chica pelirroja. Tenía todo el paquete intestinal al aire. Entonces, me acerqué a ella y le di la mano. Me miró, me dijo ‘papá’ y murió. Entonces, improvisamos, porque empezaban a aparecer muchas personas heridas y había muertos por doquier”, agrega el periodista, que brindó apoyo en una situación de pánico. Un ejemplo de solidaridad y humanidad ante la barbarie.
Según explica Rafael, los vecinos de la zona se acercaron hasta la estación y ofrecieron su ayuda a los afectados. Llevaron mantas y almohadas para transportar a los heridos. “Nos encontramos que pusieron una rampa y comenzamos a sacar a todos los heridos y muertos que nos encontramos por el camino hacia el Polideportivo Daoiz y Velarde, que estaba a punto de estrenarse”, precisa el periodista.
Rafael se armó de valor cuando pocos podían. “Sentí mucha impotencia, que es lo que suele ocurrir en los atentados terroristas. Tenía experiencia como corresponsal de guerra y lo normal es que no me sorprendiera demasiado, pero fue tan aterrador que me dieron ganas de salir corriendo. Sin embargo, pensé en mis padres, que habían fallecido años atrás, y fue como una señal que me indicó que me quedara”.
El periodista recuerda además dos experiencias que le causaron también un enorme impacto: “En un momento determinado era tan grande el número de heridos que teníamos, que pedíamos a los que se encontraban menos graves que abandonaran la parte central para ponerse a los lados”. “Recuerdo a un hombre en el polideportivo que se miró al espejo y no tenía rostro y cayó fulminado”, precisa Rafael, que también sintió sensaciones de esperanza en aquella fecha, tal y como destaca.
“Lo más grato fue que encontré a una señora que me tiró del pantalón cuando estaba tirada en el suelo. Era una mujer ecuatoriana y me pidió por favor que encontrara a su hija. Le dije que iba a hablar con el Defensor del Menor, pero para mis adentros pensé que era imposible. Sin embargo, me autorizó a publicar en mi medio que la niña estaba perdida. Y al día siguiente, apareció”, recuerda Rafael, que se emociona mucho 20 años después. “Es inolvidable, yo no puedo olvidarlo. Pero no hay más remedio que perdonar. Perdonar la locura, porque solo gente muy desquiciada puede cometer aquella atrocidad”, sentencia el periodista.
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