Todo usuario habitual de las redes sociales conocerá el caso de Lucía Martínez, la joven que, durante la pandemia del covid, sufrió una hemorragia que le produjo una lesión medular parcial, por la que se mueve en silla de ruedas. Al no ser una lesión de la totalidad de las vértebras - y con mucho esfuerzo y rehabilitación - esta influencer, que visibiliza su afección a través de sus cuentas, ha conseguido grandes logros, como volver a caminar con apoyos (pues todavía pierde el equilibro de manera individual). Pero, en su día a día, sigue necesitando la silla como soporte vital principal.
Antes de que sus piernas quedaran "paralizadas", Lucía era una de esas sanitarias a las que toda España aplaudía por estar en el hospital, luchando contra el coronavirus en primer línea. Ella era y sigue siendo técnico de enfermería y continúa deseando desarrollar su profesión con normalidad, pues la reducción de la movilidad no le impide realizar funciones propias de su trabajo como la "extracción de sangre, la realización de curas o la distribución de medicamentos", entre otras.
Así mismo lo ha explicado ella en un vídeo en el que ha contado cómo fue rechazada, tanto por una residencia de ancianos privada como por el servicio de urgencias de un hospital público de Madrid, cuando se dieron cuenta de que está en silla de ruedas. No por omisión de información, pues Lucía añadió su condición en la parte superior de su currículum, donde especifica la gravedad de la lesión medular y su tanto por ciento de movilidad, para que no quede lugar a duda. Por eso, le extrañó mucho cuando recibió la siguiente llamada de una trabajadora social:
"Me llamaron de una residencia de ancianos ofreciéndome un trabajo como técnico de enfermería. Cuando le recordé a la chica que me llamó que estoy en silla de ruedas, se quedó sorprendida. Me dijo que tendría que hacer los cambios posturales de los pacientes e, incluso, que tendría que trasladarlos por la residencia encima de mí, en mi propia silla. Le dije que yo no podía hacer eso y me contestó que, entonces, yo debería dedicarme a otra cosa. Que me centrara en las labores de administración, pero que yo ya nunca iba a poder ejercer la enfermería. Cosa que es mentira", explica sobre el trato discriminatorio que sufrió.
Finalmente, la trabajadora social le confesó que "no se había leído su currículum" y, por tanto, desconocía que iba en silla de ruedas antes de hacerle la oferta. Lo mismo que le pasó previamente a Lucía con otra llamada de trabajo, donde le pedían que se incorporara al servicio de urgencias de un hospital público de Madrid. Cuando ella recalcó que tiene una reducción de la movilidad, inmediatamente le dijeron que "entonces no", provocando en esta joven una total desilusión.