Guardar una lata abierta en el frigorífico es una práctica relativamente común que todos hemos hecho alguna vez. Sin embargo conlleva una serie de riesgos para la salud que a menudo son ignorados por la gente. Sigue leyendo si quieres saber las razones por las cuales esta práctica puede ser peligrosa para la salud y la calidad de los alimentos.
El primero de los riesgos para nuestra salud está relacionado con el material del propio envase. Y es que las latas suelen estar fabricadas con aluminio y acero laminado. Una vez abiertas, la exposición al oxígeno de estos materiales puede provocar la transferencia de pequeñas cantidades de metal al alimento, un proceso que se acelera cuando la lata entra en contacto con el aire. Esto no solo puede alterar el sabor del alimento, sino que también podría representar un peligro para la salud si se consumen metales en cantidades elevadas, por lo que es conveniente no realizar esta práctica en repetidas ocasiones.
Otro aspecto a tener en cuenta es que el contacto con el aire tras abrir una lata puede acelerar la oxidación de ciertos alimentos enlatados, como frutas, verduras o salsas, alterando su sabor, textura y valor nutricional. Esto se debe a una reacción entre la acidez de algunos alimentos y el oxígeno, que puede llegar a producir un recubrimiento gris-negro en la lata que puede desprenderse y entrar en contacto con la comida.
Al abrir una lata, se pierde el sellado al vacío que protege el alimento de microorganismos, como es lógico. Esto significa que una vez que la lata está abierta y se guarda en el frigorífico, el alimento puede empezar a corromperse y volverse susceptible a la contaminación bacteriana, aumentando el riesgo de intoxicaciones alimentarias.
El paso más obvio para tratar de evitar cualquier peligro para la salud es el más evidente. Se aconseja trasladar el contenido restante de una lata abierta a un recipiente limpio, preferiblemente de vidrio o plástico, y taparlo bien antes de introducirlo en la nevera. Esto evita la transferencia de metales y la contaminación por microorganismos, y también permite conservar mucho mejor las cualidades organolépticas del alimento.
Además, cuando hagamos esta transferencia de contenedor, también es recomendable mantener el alimento junto con su líquido original para preservar mejor su sabor y calidad. Finalmente, también habría que ser consciente que este cambio no amplia la viabilidad del alimento que contenía la lata, ya que el producto seguirá degradándose de la misma forma que lo haría normalmente. Por eso, una vez transferido a otro envase, los alimentos enlatados pueden conservarse en la nevera durante tres o cuatro días.
Por todo esto, es esencial ser consciente de los peligros de guardar latas abiertas en el frigorífico. Esta práctica, aunque común, puede comprometer la seguridad y calidad de los alimentos. Por lo tanto, es recomendable cambiar el contenido a otro recipiente y seguir las pautas adecuadas de almacenamiento para garantizar un consumo de estos alimentos más seguro y saludable.