En declaraciones exclusivas para ‘Código 10’, en Cuatro, uno de los soldados que participó el pasado 21 de diciembre en la trágica maniobra de Cerro Muriano en la que murieron el cabo Miguel Ángel Jiménez Andújar, de 34 años, y el soldado Carlos León Rico, de 24, ha denunciado las irregularidades que se encontraron en el terreno asegurando que se trataba de un ejercicio de entrenamiento “muy mal montado” y en el que no contaban con los medios de seguridad necesarios.
Aquel día, el jueves 21 de diciembre, en plena madrugada, los soldados fueron despertados entre “disparos, voces y una sirena”. El capitán gritaba: “¡Vamos arriba! ¡Quiero a todo el mundo vestido ya!”, según cuenta este soldado, testigo de todo lo que ocurrió en aquel aciago día.
En esos instantes, cuenta, salieron rápidamente a formar. Apenas habían dormido “en torno a una hora y media o dos” el lunes y el martes, y unas “cuatro” la noche de antes de la maniobra. Estaban cansados y se abocaban a realizar unos ejercicios en un ambiente dominado por el frío.
A las 5:00 de la mañana completaban un ejercicio de tierra y a las 9:00 llegaban al lago de Cerro Muriano en el que se produjo la tragedia.
En esos momentos, explica el soldado, solo les dijeron que tenían que cruzarlo, pero no “con qué motivo ni qué fin”.
“Se introdujeron tres compañeros míos y una vez dentro les dijeron que se pusiesen la mochila adelante, pero no hubo una demostración; fue más bien verbal”, explica, señalando que él, concretamente, en el interior de su mochila llevaba “mudas de cambio de agua estanquizada, una cantimplora con agua” y “una mina” que “pesaba en torno a los dos kilos y medio o tres”.
“Cuando fuimos a recogerla (la mina), de hecho, llevábamos mochila y nos hicieron meterla”. Desde entonces, dice, iba con ellos “siempre”.
En esas condiciones, “cansados”, con una “temperatura que no acompañaba” y sin demasiadas explicaciones sobre la maniobra, comenzaron con el entrenamiento.
Tras adentrarse en el lago, los soldados pronto comenzaron a encontrar problemas y a darse cuenta de que los riesgos que entrañaba la prueba podían incluso poner en peligro su vida.
“El ejercicio estaba muy mal montado”, denuncia el soldado que ha hablado para ‘Código 10’ explicando que no había medidas de prevención y seguridad suficientes tal como disponen los protocolos.
“No había una línea de vida ni de emergencia, había una simple cuerda que, para mi parecer, era un pulpo”, señala, explicando que “a primera vista se veía una cuerda tensa, a unos 20 centímetros del agua”.
“Se veía una cuerda estable”, señala, pero pronto comprobaron que no era la medida de seguridad adecuada para la maniobra, porque en cuanto comenzaron los problemas y los soldados sintieron que se ahogaban en un lago de aguas turbias, de fría temperatura y con un fondo embarrado, trataron de agarrarse y “la cuerda se hundía para abajo”.
“Yo en un primer momento intenté no agarrarla ya que había compañeros que los veía que estaban peor que yo, pero ya hubo un momento en que me tuve que agarrar yo. Había bastantes personas y bastantes compañeros agarrados y se hundía la cuerda”, relata, recordando esos instantes.
“Cuando yo salía del agua, me arrodillé y empecé a vomitar agua, y en ese momento escuché al capitán decir que cortásemos la cuerda cuando había compañeros estirando para que estuviese más tensa. Y dijo el capitán que no, que la cortásemos”.
“En ese momento hubo un compañero que quitó un mosquetón y salió la cuerda disparada hacia la otra orilla”, señala.
Ya entonces, muchos comprobaron lo que, asegura, percibieron rápidamente: que realizar ese ejercicio en las condiciones que se planteaban era imposible.
“Yo estoy de acuerdo con ese comentario”, afirma, explicando que “en caso de emergencia no había ningún buzo ni nada de salvavidas”. “De sanidad tampoco había nada, ni ambulancia… El ejercicio estaba muy mal montado”, insiste, señalando que, según tiene entendido, otros compañeros de años anteriores habían hecho esta prueba “por la orilla” o “atravesando el lago dando pie”, pero no nadando.
En esas circunstancias, tanto él como sus compañeros comenzaron a sentir que se ahogaban y lucharon por evitarlo.
“Hubo un momento en el que me hundí y estaba bastante profundo en el agua. No conseguía salir, solo veía una luz hacia arriba y no llegaba a coger la cuerda. Ya estaba a unos seis metros de la orilla y pedí ayuda a un compañero que me cogió la mano. En ese momento solté mochila y el fusil porque lo estaba pasando bastante mal y salí del agua. Me arrodillé, empecé a vomitar agua”, relata, explicando que en esos momentos “solo escuchaba gritos”.
“Detrás de mí salieron dos compañeros también bastante mal, y en ese momento intenté ponerme en un rayo de sol que ya estaba saliendo, pero el frío no se me iba”, cuenta.
“Mientras pedía ayuda escuché a un compañero o a algún mando pedir la ambulancia porque el cabo se estaba ahogando, y escuché que no había ambulancia”, explica.
“De los compañeros que salieron, uno salió con hipotermia hasta que se mareó y perdió el conocimiento. Y otro compañero estaba prácticamente muerto. Había entrado en parada cardiaca”, señala, detallando el nerviosismo que se vivía en esos instantes.
En esos momentos, cuenta, vieron como el cabo Miguel Ángel Jiménez Andújar, natural de Adamuz (Córdoba), “se había hundido” y “sabían que se había ahogado”.
De hecho, “hubo un momento por el que la gente creía que el soldado León había salido fuera del agua”, siendo solo el cabo el que se había ahogado.
“Si mal no recuerdo, el soldado León iba detrás de mí, y una vez me giré ya no recuerdo haberlo visto”, lamenta.
Ante la situación, el capitán, --hoy imputados por el juez del Tribunal Togado Militar 21 de Sevilla junto a un teniente y un sargento--, llamó al 112 para pedir ayuda por el ahogamiento del cabo Jiménez Andújar.
“Soy el capitán del Ejército de Tierra. Estoy en el campo de maniobra de Cerro Muriano. Se ha ahogado un militar en el lago. Necesitamos a alguien de buceo lo más rápido posible, que venga en helicóptero, no lo encontramos al tío”, expresa, tras confirmar que estaba llamando a emergencias.
En esos momentos, solo echaban en falta al cabo, pero más de media hora después se dan cuenta de que tampoco está el soldado Carlos León.
“Una vez entramos un poco en calor y nos cambiamos de bota y pantalón, formamos para hacer recuento y nos faltaba nuestro compañero. Nos asustamos un poco, nos alteramos y fuimos corriendo a tope hacia el lago para intentar buscarlo”, señala el soldado a ‘Código 10’.
“Una vez llegamos al lago ya había llegado la Guardia Civil y nos cortaron el paso. Solo nos pidieron que hiciésemos una batida por fuera del lago, ya que habían pasado más de 30 minutos de lo sucedido y, a partir de los 30 minutos solo se puede buscar por fuera porque ya se da el cuerpo por muerto”.
“Fuimos batiendo la zona por si el compañero se había salido del lago y estuviese con hipotermia fuera de él, o mareado. No encontramos nada y volvimos a repetir una segunda batida ampliando la zona, y tampoco se supo nada”, precisa.
Tras ello, fue “desayunando” cuando vieron a un compañero llorar: “Nos dijeron que habían encontrado el cuerpo de cabo y que lo más probable es que el soldado León estuviese con él”, explica.
“No nos lo creíamos hasta que ya vino un compañero y nos lo afirmó: que lo habían encontrado muerto”.
En esos instantes, lamenta, “se cayó la nave”. “Fue un silencio profundo; la gente destrozada”.
Si a las 13:30 los GEAS comenzaron a buscar a los militares perdidos, a las 14:21 localizaron el cuerpo sin vida del soldado León, siendo más de dos horas después, sobre las 16:45, cuando hallaron el cadáver del cabo.
Tras lo acontecido, el soldado que ha contado a 'Código 10' cómo se produjeron los hechos, ha relatado que después del hallazgo de los cadáveres el capitán se dirigió a todos ellos.
“A las horas de lo ocurrido, esa misma tarde, el capitán dio una charla, pero yo no estaba muy convencido. La dio con la sangre muy fría, diciendo que esto era normal en la mili, que son cosas que pasan y que hay que seguir para adelante. Lo dijo como si no hubiera pasado nada, como si las dos muertes fueran algo normal, que pasa todos los días”, cuenta.
“Al día siguiente había pleno luto en la compañía, tanto nosotros por nuestro compañero como gente de alto cargo de la compañía por el cabo”.
Como en su caso, según el testimonio de otros soldados, al parecer algunos altos cargos cargos trataron de restar importancia a lo sucedido, pero los hechos estaban ahí: la jornada de entrenamiento terminó con varios soldados en estado de hipotermia y con dos fallecidos.
Ahora, la Justicia discurre sobre quién es el responsable, si se instalo correctamente la línea de vida o se incumplieron los protocolos, e incluso si, directamente, debió suspenderse el ejercicio.
En este sentido, los abogados que representan a la familia del cabo Miguel Ángel Jiménez Andújar y el soldado Carlos León Rico luchan para que no sea un tribunal militar el que juzgue a los implicados.
A este respecto, han recurrido ante la Audiencia al entender que "los hechos punibles que pudieran considerarse desgraciadamente son constitutivos de un homicidio con dolo eventual", algo que "está tipificado en la justicia ordinaria y no en la militar"
"Los hechos ocurridos, que finalizaron con la muerte de los dos militares, no pueden relacionarse bajo ningún concepto con delitos que aparezcan en el Código Penal Militar", subrayan, incidiendo en que "la justicia ordinaria es mucho más garantista" y defendiendo que el caso debe seguir ese causo y “no debe inhibirse a la justicia militar”.
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