Para muchos conducir es un placer que nos permite desconectar de los problemas diarios y sumergirnos en una experiencia exigente que necesita que apliquemos toda nuestra atención a la actividad. Este requerimiento no es baladí en absoluto, ya que cada vez que estamos al volante hay mucho que podría salir mal, y al final nuestra vida depende de ello. Una de esas cosas que pueden llegar a pasar es que el embrague deje de funcionar, con lo que es importante saber cómo comportarse y qué hacer en caso de que este componente crucial de la transmisión de nuestro vehículo decida tomarse un descanso inesperado.
Es muy importante ser consciente de los signos de que nuestro embrague no está pasando por el mejor de los momentos. Estas señales pueden ir desde un pedal que se siente esponjoso al pisarlo, que no ofrece ningún tipo de resistencia al pisarlo o que directamente ni se mueve, lo que puede conllevar la incapacidad total para cambiar de marcha. También puede aparecer un olor a quemado acompañando este desgaste como otro signo evidente de que hay un problema en nuestro vehículo.
Es importante saber darnos cuenta cuando aparece este problema, tanto para evitar posibles accidentes, como para tratar de que nuestro vehículo y el motor sufran el menor daño posible con este percance.
El primer paso para salir lo más airoso de esta situación es mantener la calma, por muy crítica que pueda parecer la situación. En este punto es también importante no adoptar comportamientos extremos que puedan causar problemas de circulación, como frenar de golpe o cambiar la trayectoria del vehículo de repente. Tras este primer momento de calma, la reacción más inmediata debería ser encender las luces de emergencia, lo que avisará al resto de conductores de que algo no va bien con nuestro vehículo. Esto debería también servir para que nos concedan el espacio extra que vamos a necesitar para maniobrar en estas condiciones.
Aquí se presentan dos alternativas: parar en el arcén sin obstaculizar el tráfico - que debería ser siempre la primera opción cuando esto ocurra - o, si esto no es posible o resulta peligroso, continuar la marcha hasta la siguiente salida que nos permita alejarnos del tráfico. También será importante intentar poner el vehículo en punto muerto, aunque esto pueda resultar más difícil de lo habitual si se rompe el embrague mientras estamos en movimiento. En caso de que esto ocurra podemos tratar de devolver la palanca al punto neutro con un pequeño toque al acelerador, para después mover la palanca y quitar así la marcha.
La prevención es siempre mejor que la cura. Un mantenimiento regular y una inspección del sistema de embrague pueden prevenir sorpresas desagradables en el futuro. La revisión periódica del nivel de líquido del embrague, el estado del disco y otros componentes clave puede garantizar una vida útil más larga para nuestro embrague.
Un mecánico experimentado es nuestro aliado para prevenir este tipo de crisis mecánicas. Podrán identificar potenciales problemas, ya sea un desgaste excesivo o un fallo en el sistema hidráulico del embrague. La rectificación temprana del problema puede evitar reparaciones más costosas en el futuro.
Quedarse sin embrague en plena ruta puede ser una experiencia desalentadora, pero no es el fin del mundo. Con un poco de conocimiento, calma y la ayuda de un profesional, podemos volver a la carretera en poco tiempo. La preparación y la educación son nuestras mejores defensas contra las incertidumbres mecánicas que la carretera puede poner en nuestro camino.