Olga se quedó sorda con 42 años, perdió su trabajo y tuvo que aprender a vivir con su nueva situación; Pau nació sordo y empieza a decir a sus dos años sus primeras palabras tras haberle colocado un implante, y Rosalía es una joven que perdió la audición tras una meningitis y que tiene una cosa clara: "No hay nada que te limite, los límites te los pones tú".
Son los protagonistas de la campaña 'Que lo escuche todo el mundo' que lanza la Confederación Española de Familias de Personas Sordas (Fiapas) en el Día Internacional que se celebra este domingo para reclamar el compromiso de la sociedad en la inclusión y la participación de todas las personas sordas. En España hay más de 1,2 millones de personas con discapacidad auditiva (3.400 son niños de entre 2 y 5 años); más del 98 % utiliza la lengua oral para comunicarse y unas 27.000, lenguas de signos (española o catalana).
De la noche a la mañana, borrón y cuenta nueva, "a reinventarse", cuenta a EFE Olga, que perdió la audición a los 42, el trabajo en el que llevaba 15 años y muchas cosas más. Tenía problemas en un oído desde los cinco años, pero siempre había llevado una vida normal. Fue tras un trágico acontecimiento familiar cuando dejó de oír. Hace nueve años le colocaron implantes y ahí comenzó una etapa de aprendizaje.
"Como me he quedado sorda ya mayor, tengo una memoria auditiva de antes, que no tiene nada que ver con lo que tengo ahora y hay que desaprender para aprender a escuchar de otra manera, hay cosas que se parecen, pero otras no. Al principio no era capaz de vocalizar porque no sentía las palabras como mías, no las reconocía como mi voz", explica.
Olga sale a la calle en compañía de un "perro señal" de asistencia, que le alerta de si alguien se va a acercar de manera repentina, antes de cruzar la calle se sienta para que pueda comprobar con detalle si vienen coches que a veces no escucha o en su casa, cuando se quita los audífonos, le avisa de cualquier alarma, timbre o de si suena el teléfono.
"No tenía ninguna expectativa; pero bueno, primero llegó el implante y luego muchas horas de logopeda para aprender a hablar; todo se supera, aunque una se viene muy abajo cuando ya tienes tu vida montada, con tu marido y tus hijos y se caen todas las cosas. Siempre tiene que haber un plan B, te das cuenta de que tu vida nunca está montada del todo". Ahora, trabaja en Ilunión y es encargada en el departamento de lencería de un hospital madrileño.
Una de cada mil personas adquiere su sordera a lo largo de su vida. El estilo de vida y la contaminación acústica está provocando un aumento de los problemas de audición como consecuencia de la edad que se adelantan a los 50 años, recuerda la Sociedad Española de Otorrinolaringología.
Los padres de Pau salieron del hospital con el diagnóstico tras el cribado neonatal que se realizan en los centros a los recién nacidos. A los 13 meses le hicieron un implante coclear, cuyo dispositivo y operación son de financiación pública, aunque su mantenimiento corre a cargo del usuario. "Lo primero que deseé es que no se metieran con él en el cole por el aparato" reconoce Ana, su madre. Fue su primer pensamiento, sonríe, ahora ha pasado a un segundo plano. Ve cómo Pau, un niño inquieto y alegre de dos años, aprende a hablar. "Ya comprende todo y dice 15 palabras".
"Él no va a llegar a tener una audición como la de cualquier oyente, necesita una rehabilitación logopédica para identificar que el sonido que escucha es una moto, por ejemplo; no es tan natural como la de los oyentes. Estamos en el camino adecuado de adquirir el lenguaje y luego va a hacer lo que él quiera", afirma.
Ve el futuro de Pau como el de cualquier niño y solo reclama que en los colegios se cubran las necesidades de los menores con discapacidad (con profesores de audición del lenguaje) y que se explique a los menores que no pasa nada por llevar una prótesis o unas gafas. "Lo peor es llevarle al parque y que los padres lo miren con pena, ¿por qué? es un niño con un dispositivo en el oído, igual que los hay más gordos o flacos".
A esta familia valenciana les ha ayudado conocer a otras que han pasado lo mismo y el tener acompañamiento psicológico "para entender lo que se está viviendo". En España cada año hay unas 1.890 nuevas familias con un hijo con sordera, según datos de la Comisión para la Detección Precoz de la Sordera Infantil (Codepeh).
Rosalía no se pone ningún límite. "Tras el grado superior en educación infantil que acabo este año, quiero seguir formándome. Me encanta aprender, tengo claro que me gustaría trabajar con niños pero en la parte pedagógica para ver su progreso y darle todo lo que necesita para que sea un buen adulto". Su madre percibió que no reaccionaba a los sonidos tras tener meningitis a los 7 meses y a los dos años le implantaron un dispositivo. Estudió en el Colegio Tres Olivos, un centro inclusivo de alumnos con discapacidad auditiva que comparten las aulas con otros niños sin discapacidad.
"He estado en logopedia desde Infantil hasta Bachillerato y siguiendo las clases con equipos FM, un aparato electrónico que se conecta el profesor, reduce el ruido ambiental y te llega su voz más clara; de lengua de signos se lo básico, me enseñaron con un proyecto bimodal que se ayuda de las manos para aprender a hablar", señala.
Si no te lo advierte, pasaría desapercibida su discapacidad auditiva. "No he tenido problemas de integración con mis compañeros, ni en mi entorno. Yo siempre lo he explicado desde el principio mi situación y empatizan conmigo, con los que me cruzado siempre he sido una más", aclara.
Acaba su conversación con EFE con una petición: "Que cambien el subtitulado de la tele, que va muy lento o dice cosas que no son". Y con un lema: "Si te lo propones, lo consigues; no hay nada que te limite en la vida, los límites te los pones tú".