Desde tercero y hasta sexto de primaria Camelia -la menor escoge que se la llame así por su afición al anime- sufrió el acoso continuado de uno de sus compañeros de clase. Entre los 8 los 12 años, cuando las cosas ya dejan huella, ir a clase era un infierno, con "insultos constantes en los pasillos, en los patios, lo intenté sobrellevar, pero explotó", reconoce a Informativos Telecinco la joven que ahora con 15 años quiere que se conozca su historia para ayudar . Rosa, su madre, la adoptó en Vietnam cuando tenía seis y detectó que algo estaba pasando. "La niña no era la de siempre, estaba irascible, tenía muchísimos episodios de fiebre que no estaban justificados con ninguna dolencia física".
“China hija de puta”, “cerda”, “niña rata” era la bienvenida que recibía la pequeña cada día. Una presión que acabó afectando a sus notas y a su día a día. Su madre, luchadora, intentó por todos los medios que se reconociera un caso de bullying, pero Inspección de Educación no halló indicios en dos protocolos abiertos a instancia de la madre. El colegio tampoco "nunca admitieron que hubiera acoso" dice Rosa. Se preguntó en clase, pero negaron que hubiera bullying. "Lo único que hicieron los profesores era apartarme del patio, pero al otro niño nada. Me entraban ganas de llorar".
La niña, según el informe de su pediatra, presentaba gran ansiedad y retraimiento porque el acoso continuaba. El colegio tuvo una primera reunión, pero después recurrió a la Consejería de Educación. Hubo entonces una segunda reunión y una tercera reunión donde ha se habla de un seguimiento por parte de los profesores cada 15 días. En una nueva reunión el colegio informa del protocolo a seguir pero Rosa no está conforme. La sentencia considera las medidas adoptadas como livianas e insuficientes.
Ahora, el colegio Retiro de Madrid, concertado y laico, tendrá que pagar 10.000 euros de indemnización por ignorar las constantes denuncias de una familia. La sentencia admite que la actuación del colegio no fue “completamente pasiva” porque hubo “una ligera intención de investigar”, se vigiló a los menores, se los separó en los patios, se dieron charlas y se entrevistó a los otros padres y alumnos, por lo que rebaja a un tercio la indemnización pedida (30.000 euros). La jueza estima, eso sí, que lo que se hizo fue "insuficiente" y que hay gran riesgo en actuar “a la espera de que ocurra algo más grave” o de que docentes y responsables normalicen ciertos insultos o situaciones “que ni mucho menos han de ser relativizadas”.
Camelia ya tiene 15 años, tuvo el valor de contar su historia en los tribunales y desde hace tres cursos, estudia secundaria en un nuevo centro donde al principio le costó socializar -llevaba mucha mochila encima- pero ahora tiene amigos y es feliz. Los hechos ocurridos le han provocado un importante daño emocional y una autoestima baja. La niña sufre episodios de episodios de ansiedad y depresión, disforia, estrés y “síntomas psicosomáticos severos".