Hay ocasiones en las que sentimos un cansancio excesivo cuando se trata de socializar con los demás. De hecho, parece que necesitamos apartarnos de todos y evitar cualquier tipo de compromiso social. Esto se debe a que estamos sintiendo un estado que se denomina resaca social.
El propio nombre que se le da a esta sensación resulta muy ilustrativo, ya que recuerda a la sensación que tenemos cuando nos hemos excedido con el alcohol. Y es que, cuando llevamos mucho tiempo socializando podrían aparecer efectos similares a los que produce una resaca: dolor de cabeza, mareo, pérdida de la voz… De ahí que se haya denominado de esta manera, ya que, además, viene precedida por una intensa actividad social.
Ni mucho menos se puede hablar de resaca social como de un trastorno y tampoco de una enfermedad. Como hemos apuntado, la resaca social se debe a un exceso de socialización, ya que las actividades que realizamos con las demás personas conllevan una serie de esfuerzos que poco a poco hacen mella en nuestro organismo.
Pero antes de apuntar el porqué de este estado, apuntemos las consecuencias del mismo. A la sensación de cansancio, al dolor de cabeza y a otros síntomas físicos relacionados con el agotamiento hay que añadir los siguientes síntomas psicológicos:
Por esta razón, si un fin de semana ha sido muy ajetreado socialmente hablando, no es de extrañar que la tarde del domingo se pase en el sofá con la sensación de estar agotados.
Aunque pueda parecer improbable, socializar supone un esfuerzo del que apenas nos percatamos. A fin de cuentas, la mayoría de los encuentros con otras personas afines se llevan a cabo en los ratos de ocio y generalmente los realizamos porque queremos, no porque nos sintamos obligados a ello.
Sin embargo, su naturaleza lúdica no implica que no suponga un uso masivo de nuestros recursos cognitivos. Cuando interaccionamos con otras personas, hemos de comunicarnos y escuchar; nos fijamos en su lenguaje no verbal y en todo lo que sucede a nuestro alrededor; y además compartimos juicios y opiniones que debemos argumentar.
Asimismo, aunque no seamos conscientes de ello, todo lo que decimos y hacemos ha de estar en consonancia con nuestra imagen y con lo que los demás piensan de nosotros. Esta es una labor que realizamos constantemente y para la que consumimos recursos comunicativos, cognitivos, etc. Y claro está, eso supone un esfuerzo que nos pasa factura en forma de cansancio tanto físico como mental.
Si además una persona es introvertida o la socialización se lleva a cabo mediante relaciones tóxicas, la resaca social aparecerá mucho antes y se traducirá en que la persona que la padece se verá incapaz de quedar con nadie.