La defensa de Daniel Sancho va a argumentar que el crimen fue accidental a pesar de que las evidencias, según la policía tailandesa, apuntan a una planificación del crimen. El programa del verano ha podido entrar en el bungalow en el que, supuestamente, se cometió el crimen de Edwin Arrieta.
Una semana después, la escena del crimen luce completamente limpia, pero fue en el cuarto de baño, donde la policía tailandesa encontró en los sumideros restos biológicos de la víctima: cabellos, tejidos y grasa.
El ADN es concluyente, pertenecen a Edwin Arrieta, siete días después en esta villa no hay ningún cordón policial. La dirección del hotel asegura que Daniel Sancho la alquiló, por 200 dólares la noche, el 2 de agosto, el mismo día del crimen a las cuatro y media de la tarde.
Tres horas después, a las 19:30, esta testigo sitúa a Daniel en esta playa, donde le pagó 1.000 para comprar el kayak con el que trató de deshacerse del cadáver. En esas tres horas se habría producido el crimen y el descuartizamiento según la propia confesión de Daniel Sancho, que sigue en prisión donde hace ejercicio, lee y ha pedido comida tailandesa.
Su defensa tratará de argumentar que la muerte fue accidental: las muestras tomadas por la policía aclararán si es verdad que existen muestras biológicas en el lugar exacto indicado por el acusado. Pero el descuartizamiento del cadáver, para dificultar la identificación y la autopsia, va en su contra.