Juan Enrique Soto Castro tuvo siempre muy claro el potencial de aplicar la psicología en la investigación criminal. Destinado en homicidios, comenzó como autodidacta hasta que la casualidad quiso que coincidiera con una comisaria, que dirigía una unidad de inteligencia, en el lugar y momento oportunos. Uno de los objetivos principales de la comisaria era crear una unidad de análisis de conducta y, el resto, ya es historia. En el año 2010 nace la UAC de la Policía Nacional.
Doctor en Psicología, investigador, creador del método VERA para la elaboración de perfiles criminales, jefe de la Policía Nacional desde 1994 y creador y director de la UAC durante diez años. Hablamos con Juan Enrique Soto sobre criminología, victimología, tasas de reinserción y sobre los casos que más le han marcado, uno de ellos, la desaparición de Marta del Castillo.
¿Fue difícil introducir la psicología en la investigación criminal?
Sigue costando. Desde el primer momento teníamos claro que además de ser útiles teníamos que ser muy rigurosos con la metodología.
¿Os costó que confiaran en la sección?
La confianza nos la tenemos que seguir ganando día a día porque, a pesar de que es una estructura ya organizada, no todo el mundo sabe que existe; pero también es verdad que en cuanto se produce el primer contacto y colaboramos con ellos en un caso nos ganamos su fidelidad. Cuando entregamos los informes les explicamos qué hacemos exactamente con su información, de tal manera que ellos ven que es metodología contrastada y van asumiendo que es una herramienta más, como lo son los guías caninos.
¿Cómo se organizó?
La sección siempre ha trabajado a requerimiento, son las unidades las que nos solicitan. Al principio éramos solo dos, una compañera psicóloga y yo. Lo principal entonces era que conocieran que existíamos, hacíamos mucha propaganda y poco a poco nos fueron conociendo y fueron solicitándonos ayuda, fundamentalmente para agresiones sexuales y homicidios. Actualmente, la mayoría son psicólogos y hay una criminóloga.
¿Cómo es el día a día en la UAC?
Se intenta que siempre sean dos analistas, se les asigna un caso y procuramos que no se simultaneé con otros, porque manejas tanta información que confundir datos puede estropear todo el proceso. En los casos que se cogen en fase de investigación, estamos con los investigadores haciendo inspecciones oculares, preparando interrogatorios... Depende mucho de los casos.
¿Alguna similitud con lo que se muestra en series como 'Mentes Criminales’?
Se parece a la realidad durante la primera mitad del episodio, cuando acumulan información y se reparten los papeles. Cada uno tiene su especialización y van haciendo su análisis hasta que se lo entregan a los investigadores, incluso utilizan técnicas que utilizamos los analistas. En la segunda mitad se produce la captura del agresor y eso es absolutamente irreal. Les podemos acompañar, porque el momento de la detención es muy importante y es interesante ver cuál es su reacción al ser detenido, incluso se grava y se analiza; pero el que hace la detención es el investigador, nunca nosotros.
¿Hay algún caso que te haya quitado el sueño?
Te llevas varios, sobre todo si no se han podido esclarecer. Yo tengo tres, aunque de uno hay que hacer una salvedad, es el caso de Marta del Castillo, de la desaparición de Marta del Castillo, porque lo que es el asesinato es un hecho judicial esclarecido y, además, es un éxito policial, porque se consiguió una condena muy grande sin haber sido capaces de encontrar su cuerpo. Lograr una condena de ese tipo en esas circunstancias es muy difícil, pero es verdad que no hemos sido capaces de encontrar el cuerpo. De los diez años que estuve en la sección, durante nueve fue una de las prioridades absolutas en nuestro trabajo. Otro caso es el triple homicidio de Burgos, que está sin esclarecer, y un joven que desapareció en Canarias. Parecía una desaparición como otras muchas que se producen, pero luego fuimos conociendo información que nos llevaba a un ámbito más grave. No se pudo resolver. Para mí, lo más duro era que su madre venía cada mes a vernos para preguntarnos cómo íbamos y no le podíamos decir cuál era nuestra hipótesis, porque si no tienes un elemento sólido no vas a romper las esperanzas de alguien. Esos son los tres casos.
¿Ponemos el foco correcto en las víctimas?
No, para nada. Solo tenemos que ver cómo funciona la comunicación de los sucesos. El énfasis siempre se pone en el victimario: quién es, qué ha hecho, los detalles... Cuánto más morboso más interés y no es una crítica a los medios, el propio ser humano se siente fascinado por esos detalles. Y luego, por último, hablamos de alguien, que recibió todos esos comportamientos, todos esos daños. Es decir, siempre está en el último lugar la victima.
¿Cómo sería la mejor forma de poner el foco en las víctimas?
Preocupándonos por ella. No es necesario dar su identidad, pero sí poner el foco en lo que haber sido victima ha supuesto para esa persona. El agresor va a seguir con su vida, pero la víctima no, a la víctima se le acabó. Creo que falta poner el énfasis en lo que una acción acaba de truncar. Yo siempre intento poner el hashtag #PorqueLasVíctimasImportan en todo lo que hago.
Psicópatas, ¿una palabra que tenemos en sobreúso?
Sí, a mí, además, no me gusta para nada. De hecho, como trastorno no existe, sí es verdad que existe algo ahí, sabemos que hay algo, un concepto al que le llamamos constructo. Los analistas cuando trabajamos en un caso no hacemos diagnóstico del victimario, porque no le tenemos delante y no podemos emplear las herramientas debidas. Además, al investigador no le sirve, el investigador quiere que le digas qué puede hacer, sugerencias concretas de acción, dónde y cuándo puede encontrar a alguien con esas características.
¿Son todos los delincuentes tratables?
En general sí. Siempre procuro romper una lanza a favor porque están consiguiendo índices de reincidencia muy pequeños, en muchas ocasiones por debajo del 20%, es decir, 8 de cada 10 se rehabilitan. Es verdad que ese veinte, es inaceptable. En el ámbito de los psicópatas, tal y como está ahora el conocimiento científico, el tratamiento potencia su psicopatía en lugar de disminuirla. Además, son individuos que se adaptan perfectamente.
¿Qué importancia tiene la prevención?
Es la gran baza que tiene la criminología, porque contribuye a generar políticas criminales orientadas a la prevención. Hay que tener en cuenta que la sociedad evoluciona y la delincuencia evoluciona más deprisa que la sociedad. La prevención es fundamental, pero tiene una pega porque los delitos que se han prevenido no son cuantificables, entonces parece que el trabajo queda en nada.
¿Cuál es el mayor reto para la criminología?
Encontrar su sitio. Está rodeada de disciplinas que llevan mucho tiempo, la psicología, la medicina... etc. La criminología es una ciencia muy joven y necesita construir su espacio y demostrar que añade valor, que es útil.
¿En qué sector debería tener más relevancia la criminología?
Creo que tiene más oportunidades en un ámbito general. Por ejemplo, a un nivel local, regional y nacional se deben plantear políticas criminales, es ahí donde la criminología puede mostrar su verdadera potencia, porque el delito es un fenómeno muy complejo, no se puede abordar desde una única disciplina. La criminología puede entender el delito en si, al delincuente, a la víctima y a los poderes públicos desde un enfoque integral. Esa palabra, integral, para mí es la clave.
¿Tratar con victimarios te ha influido en tu valoración del ser humano?
No. Si lo pensamos a un nivel frío como es la estadística, se producen infinitamente más actos buenos que malos, sino ya habríamos sucumbido seguro.
¿Cómo encaminas esta nueva etapa?
Intento transmitir, en el ámbito universitario, todo lo que he aprendido en estos treinta años.
Actualmente, Juan Enrique Soto, en segunda actividad, continúa su labor como docente coordinando el máster de Investigación Criminal de la UNIR y participando en congresos por todo el país, tras tres décadas de experiencia en la aplicación de la Psicología y la Criminología en la investigación criminal.