La playa es el destino ideal para millones de personas cuando cogen vacaciones y para otros tantos que viven junto a la costa durante todo el año. Y no es de extrañar, ofrece la posibilidad de darse un baño cuando las temperaturas aprietan y proporciona un escenario idílico para pasear tanto al amanecer como al atardecer.
Bañarse, pasear o tomar el sol son actividades que no solo suponen una delicia, sino que además están permitidas. Y es que hay todo tipo de prohibiciones en lo que al uso y estancia en una playa se refiere.
A continuación vamos a apuntar algunas de las multas más raras que hay, pero antes hay que señalar que no son prohibiciones que se extienden a todas las playas de nuestro país. Algunas de ellas son normativas municipales que ha puesto el ayuntamiento del municipio al que pertenece cada arenal.
En algunas playas está prohibido colocar sombrillas, sillas, hamacas o cualquier otro elemento sin que sus dueños estén presentes. Esto no quiere decir que no puedan ir a darse un baño o un paseo por la playa, sino que es una medida para evitar la “reserva” de un sitio de privilegio a primera hora de la mañana para volver más tarde. La primera localidad que puso en marcha esta prohibición fue Torrox, en Málaga.
Las multas dependen del municipio, pero el dueño de los enseres citados se puede encontrar con que la estancia en la playa le saldrá más cara de lo que imaginaba. De este modo también se eliminan algunas de esas carreras incongruentes de bañistas que salen corriendo a primera hora de la mañana para estar en primera línea.
Una de las actividades más habituales en la playa es jugar a las palas. De hecho, en la mayoría de las playas es posible pasar un buen rato haciendo algo de ejercicio para después disfrutar más del baño. Sin embargo, hay lugares en los que los jugadores pueden ser multados. Sucede en aquellas playas donde la afluencia de bañistas es muy elevada, lo que podría ocasionar altercados y encontronazos. A fin de cuentas, para jugar a las palas se necesita espacio… y no siempre lo hay. Benidorm (Alicante) y San Javier (Murcia) son dos ejemplos de esta prohibición.
Si bien es lógico multar a quienes utilizan la playa como inodoro para miccionar, resulta un poco más raro prohibir orinar en el mar. De hecho, es probable que la mayor parte de los bañistas aprovechen alguno de sus baños para vaciar sus vejigas sin necesidad de buscar en la playa o alrededores un servicio público donde hacerlo.
Pues bien, hay localidades como Málaga o Vigo que prohíben orinar dentro del agua. En este caso, la duda que les surge a muchos bañistas es cómo son capaces de detectarlo.
Otra de las multas raras que podemos mencionar es la que existe en algunas playas por lavarse con jabones, geles y champús, tanto en las duchas que hay a la salida del arenal como en el mar. No obstante, en este caso resulta una multa extraña no por el hecho de que exista, sino porque haya personas que decidan llenar la playa de las diferentes sustancias que tienen estos productos por hacer algo propio de su hogar. Y si utilizar las duchas con jabón no resulta cívico, hacer eso mismo en el agua del mar, simplemente no tiene sentido alguno.
La multa por no respetar la bandera roja y arriesgarse a un baño peligroso quizás no debería existir, ya que su misión es precisamente salvaguardar la vida de los bañistas arrojados que no ven el peligro donde lo hay. Cuando en una playa se coloca la bandera roja es porque el mar no está en condiciones para el baño, ya sea por suciedad, por la aparición de unas plaga de medusas o por un excesivo oleaje que pondrá en peligro incluso a los nadadores más experimentados. Como eso no parece ser suficiente para algunos bañistas, se potencia el mensaje con una posible multa que les hará pensárselo dos veces.
Estas son solo algunas de las prácticas que pueden conllevar una multa mientras estamos en la playa. No obstante, no son las únicas. Ya hay numerosas playas en las que está prohibido fumar debido a la gran cantidad de colillas que quedaban en la arena, las cuales suponen un elemento muy contaminante (tardan hasta 12 años en degradarse y una sola puede contaminar hasta 1.000 litros de agua).
No en vano, es muy habitual ver a los fumadores tirar una colilla al suelo después de haber terminado el cigarrillo, una mala costumbre que ha provocado que sean el segundo residuo más abundante en el entorno. De hecho, se calcula que hay la friolera de 72.000 millones de colillas de cigarrillos dispersas en la naturaleza.
Además de la prohibición de fumar, hay que sumarle otras como acampar en la playa, circular con un vehículo no autorizado, escuchar música con un volumen muy elevado o llevar perros y otros animales de compañía. Y por supuesto, en España no se puede cobrar por entrar a una playa, ya que todas son públicas.