Víctor Tapiador, un joven de 25 años con un trabajo estable y una vida como la de otro cualquiera, desapareció en extrañas circunstancias en Aranjuez (Madrid) el pasado 8 de marzo, hace ya 59 días, horas después de enviar un mensaje a su madre mientras estaba con un amigo en un bar: "Estoy tomando café, ya subo a casa".
Esa tarde, Víctor se despidió de su acompañante -del que no hay sospechas- y dejó de contestar a los mensajes y llamadas de su madre, preocupada por su ausencia horas después de la penúltima señal de vida de su hijo, que vivía en el domicilio familiar y que esa noche no durmió en su cama.
Minutos antes de la medianoche, una cámara de un supermercado cercano grabó cómo aparcaba su coche en el parking del establecimiento. Acto seguido, Víctor sale del coche, pero al poco tiempo vuelve, deja en el interior la chaqueta que llevaba puesta y se marcha de nuevo caminando hacia la rotonda que da acceso a la localidad desde la Carretera de Andalucía.
Según informan a EFE fuentes próximas a la investigación, uno de los datos que más han extrañado a los agentes es que Víctor dejó las llaves de casa y su chaqueta en el interior del coche cuando aquella noche había una temperatura inferior a 10°C, pero sí llevó consigo su documentación y su teléfono móvil.
Pese a no responder a las llamadas y mensajes de sus familiares, el terminal emitió señal hasta las 02:46 de la madrugada, cuando el dispositivo se apagó en la misma zona donde Víctor dejó aparcado su coche, que fue hallado en el mismo lugar a la mañana siguiente.
De hecho, se ha comprobado la existencia de una conversación en una red social, por lo que el teléfono estuvo conectado a Internet antes de apagarse.
Han pasado casi dos meses y la familia de este joven no ha recibido noticia alguna -más allá de algún falso avistamiento- sobre su paradero. Aunque dejan abiertas "todas las hipótesis", dice su primo Jorge en una entrevista con EFE, apuestan por una "marcha forzosa", es decir, creen que han participado terceras personas en su desaparición: "Víctor no desaparece así sin más".
Se basan, entre otras circunstancias, en la vida "estable" y "familiar" que tenía, y es que había conseguido un empleo indefinido en el hospital San Juan de Dios de Ciempozuelos, donde trabajaba como integrador social junto a su padre.
Esa faceta solidaria es otra de las claves en el caso, ya que Víctor estaba coordinando la organización, como demuestran sus últimas conversaciones y llamadas, de un torneo de pádel benéfico que iba a celebrarse el fin de semana posterior a su desaparición y cuya recaudación iba a ir destinada al hospital donde trabajaba.
Sus familiares creen que el joven, muy apegado a sus padres, no pudo marcharse por su propia voluntad sin darles ninguna información. Su madre, al enterarse de su ausencia en el trabajo la mañana del 9 de marzo, denunció inmediatamente su desaparición.
La Policía Nacional, la Guardia Civil y los bomberos de la Comunidad de Madrid realizaron numerosas batidas peinando la zona donde se le perdió la pista, especialmente en la reserva natural de El Regajal-Mar de Ontígola, pero no encontraron nada.
El caso está en manos del Juzgado de Instrucción número 3 de Aranjuez, que en última instancia denegó a los investigadores de la Policía Nacional el acceso al tráfico de llamadas entrantes y salientes del teléfono de Víctor el día de su desaparición, además de archivar provisionalmente el procedimiento al no apreciarse indicios de criminalidad.
La familia, a través de la asociación SOS Desaparecidos y del abogado penalista Juan Manuel Medina, se ha personado en la causa y ha solicitado la reapertura del caso con la declaración de testigos y otras diligencias de investigación. "Algo extraño ha pasado", sospecha el letrado de la familia.