"Ha ido a por todas y ya no le importaba nada”. El policía abatido por la Guardia Civil en una gasolinera de Villagonzalo Pedernales (Burgos) vació el cargador y disparó primero. Así quedaron los coches del Instituto Armado tras los dos tiroteos, agujereados. La escena estaba llena de proyectiles. Dos impactos también en el lavadero de una gasolinera. Más de 50 tiros se intercambiaron.
Ahora la Policía Judicial de la Benemérita investiga las trayectorias y con la ayuda de los especialistas de ERAT de Tráfico hacen el atestado de lo que ha sido el tiroteo mortal. Los disparos pusieron en grave riesgo a los agentes, ha explicado el subdelegado del Gobierno en Burgos.
El policía había robado un arma de un compañero en las taquillas de la Policía Nacional de Lonzas (A Coruña). Tenía retirada el arma porque estaba de baja psicofísica y apartado del cuerpo mientras le investigaba Asuntos Internos por posibles implicaciones en narcotráfico. Fue a hacer un trámite administrativo y aprovechó para cometer el robo.
Cuando el compañero se dio cuenta de que le faltaba el arma, ataron cabos. Fueron horas intensas en las que todas las unidades de la Comisaría de Policía trabajaron en equipo en varias vías hasta descubrir al “ladrón”. Identificaron el vehículo que llevaba el policía y fue localizado aunque la huida parecía aleatoria. Cuando por fin cambió de dirección y ya iba directo a Burgos, se acercaba por la A-23, el peligro era inminente.
A las 02:35 horas de la mañana la Guardia Civil recibió el aviso de la Policía Nacional. Lo esperaron en el primer control, en el túnel de Tardajos, dos patrullas de Guardia Civil. Pero no paró; directamente abrió fuego. Le persiguieron y, 10 kilómetros después, lo interceptaron a la altura de la gasolinera de Villagonzalo Pedernales. Le perseguían las dos patrullas a las que había disparado y se habían sumado dos patrullas más una de Tráfico y otra de Policía Nacional que le cortaron el paso. Frenó en seco y sin mediar palabra, se bajó y disparó “a matar”. En medio de la noche, los tiros salían de su cargador hasta vaciarse. En ese intercambio de tiros recibió varios impactos. Uno de ellos en la pierna y otro en el pecho. Una hora después se certificaba la muerte.
Óscar Piñón, natural de Ferrol, llevaba más de un año de baja psicológica, lo que implica la retirada del arma. Desde hace unos meses estaba suspendido provisionalmente de empleo y sueldo por el departamento de seguridad y calabozos de la comisaría de Lonzas, a Coruña, donde estuvo destinado. Y había pedido el pase a segunda actividad. Le investigaban tras su detención en una operación de tráfico de cocaína rosa en Ferrol. La Policía Nacional optó por apartarlo del cuerpo hasta resolverse ese procedimiento.
Era la última investigación resuelta hace dos semanas en Ferrol con las detenciones de la banda. Sus presuntos compinches fueron encarcelados. La cocaína y el éxtasis se mueven en la zona de Ferrol y de Narón donde está el poblado chabolista considerado el mayor mercado de droga del noroeste español. El portavoz del sindicato SUP, Roberto González, ha explicado que era una persona enferma y no estaba en su sano juicio. Además reivindican una dotación de armeros porque nunca los ha habido, excepto para entrar en calabozos tienen uno. También piden dispositivos de vídeo vigilancia en todas las comisarías. Y más ayuda y protocolos en salud mental.