Los incendios forestales están devastando el norte de España, con más de un centenar en Asturias y alrededor de 30 en Cantabria. Las consecuencias de estos delitos contra el medio ambiente –la mayor parte de ellos han sido provocados– alcanzan tal magnitud que incluso en un futuro pueden provocar inundaciones. Pero ¿cómo están relacionados el fuego y la lluvia?
Según el IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático), el ser humano es el principal responsable del calentamiento global y todo lo que ello supone: aumento de las temperaturas y las olas de calor, sequías, fuertes precipitaciones, deshielo de las zonas polares y glaciares…
Este cambio climático provoca que se den las condiciones climatológicas más adecuadas para que los pirómanos lleven a cabo sus fechorías. Obviamente, las altas temperaturas y la escasez de lluvias ofrecen un escenario ideal en el que los bosques pueden ser pasto del fuego con cierta facilidad.
No hay duda de que los incendios forestales suponen un desastre ecológico que altera el terreno. El suelo resultante acaba calcinado, lleno de cenizas y escombros. Además, desaparecen los árboles, cuya deflagración ha liberado a la atmósfera una ingente cantidad de dióxido de carbono, cuando su misión es precisamente la contraria: transformar el CO2 en oxígeno.
Este panorama casi infernal puede empeorar aún más si en los meses posteriores al incendio se producen lluvias torrenciales, ya que es probable que estas den lugar a inundaciones o avalanchas de barro y lodo.
La vegetación es capaz de absorber parte de la lluvia, así como los terrenos ricos en los que crece. Sin embargo, todo eso desaparece tras un incendio forestal, dejando una superficie incapaz de recoger y filtrar el agua caída.
Así pues, si las lluvias son muy abundantes, el suelo se hará impermeable, lo que dará lugar a corrientes de agua y escombros capaces de arrasar todo a su paso.
En este escenario, hay que señalar que el tiempo que tarda en recuperarse un terreno quemado se extiende hasta los cinco años aproximadamente. Por lo tanto, en ese intervalo temporal, las opciones de inundaciones seguirán siendo elevadas, más si cabe si tenemos en cuenta cuál es la tendencia en cuanto a fenómenos meteorológicos extremos.
Detrás de todo siempre encontramos el mismo causante: el cambio climático. Este también es el culpable del aumento de las lluvias torrenciales. Cada vez hay más episodios de este tipo que provocan numerosas pérdidas humanas y materiales, y Petteri Taalas, secretario general de la Organización Meteorológica Mundial, lo explica del siguiente modo: “Los episodios de lluvias intensas también llevan la huella del cambio climático. A medida que la atmósfera se calienta, retiene más humedad, lo que significa que lloverá más durante las tormentas, aumentando el riesgo de inundaciones”.
Por lo tanto, el aumento continuo de la temperatura media en la Tierra será el causante de que se multipliquen tanto los periodos de sequía y escasez de agua como el número de episodios climatológicos extremos, tales como las lluvias torrenciales, las “gotas frías” y los huracanes, tifones y ciclones.