El debate público y mediático suscitado a raíz de la noticia de la nueva maternidad de Ana Obregón, de 68 años, mediante la técnica de gestación subrogada tiene víctimas directas: los niños nacidos por este método, una técnica de reproducción asistida por la que una mujer gesta en su vientre al hijo de otra pareja o persona.
Desde que saltó la polémica, muchos medios, partidos políticos y particulares no han dejado de aludir al término "mercantilización", "venta de niños" y "explotación de la mujer" para hablar de este proceso. Los partidos en el Gobierno, PSOE y Podemos, se oponen frontalmente a la gestación subrogada a la que se refieren como una forma más de violencia sobre la mujer. Algunos medios de comunicación denominan este proceso como vientre de alquiler, con toda la carga peyorativa que supone este término.
Pero la realidad es que, pese a que la gestación subrogada está prohibida en España, solo entre 2010 y 2020 se registraron a través de los consulados más de 2.500 bebés nacidos por esta práctica en el extranjero. ¿Cómo les puede estar afectando oír que sus padres les “compraron” o que están aquí porque previamente se ejerció una “violencia” contra la mujer que les gestó?
Maribel Jociles es catedrática de Antropología, doctora en Sociología y profesora-investigadora del departamento de Antropología Social en la Universidad Complutense de Madrid. Jociles codirige actualmente un proyecto sobre hijos de gestación subrogada que comenzó el pasado septiembre. Una de las cuestiones en las que profundiza su investigación es en cómo les puede afectar a estos niños, adolescentes y jóvenes la continua polémica sobre este tema que hay constantemente en la sociedad y en los medios de comunicación. “Hemos entrevistado ya a veintitantos hijos. La mayoría de ellos están muy empoderados frente a estos discursos. Sus padres les han contado cómo han sido concebidos. Son los que antes lo hacen: hablan y preparan a sus hijos para que sepan hacer frente a este tipo de “ataques” de la sociedad”, reconoce Jociles.
Eso no significa que no lo pasen mal. Hijos, pero también madres y padres. Kristina Carmona, madre soltera por gestación subrogada desde hace cuatro años, hizo el proceso en Canadá, país donde solo se puede llevar a cabo este proceso de forma altruista, es decir, las gestantes no cobran ninguna contraprestación. Se emociona cuando le preguntan cómo está viviendo todos los comentarios y críticas tras conocerse el caso de Ana Obregón: "Duele, duele mucho", señala.
Para ella es un calvario tener que escuchar que su hijo es “un bolso comprado". “Para otras madres que lo han tenido más fácil es muy sencillo hablar por hablar” asegura.
“Supone bastante sufrimiento para padres y niños”, reconoce Jociles. “A los padres y los adolescentes les da miedo que les digan que son niños ‘comprados’ a costa de haber explotado a una mujer, la gestante, que en la mayoría de casos conocen y mantienen contacto como si fuera una amiga de la familia”, señala.
Hablar de vientre de alquiler y no de gestación subrogada no es baladí. “Hay que tener cuidado con el lenguaje que se emplea y rebajar el tono. Tanto partidos políticos, como asociaciones feministas o prensa. Porque aquí se está hablando de explotación, compra, violencia sobre unas mujeres a los que esos menores quieren”. Y añade: “Los niños lo sufren menos, pero, a partir de la adolescencia, lo viven bastante mal, aunque sean fuertes para responder”. Al igual que ocurrió con el matrimonio igualitario, los expertos creen que es necesario asesorarse y conocer la realidad de estos casos. “Hay que conocer el punto de vista de los niños afectados por estas palabrotas”, apunta Jubiles.
No siempre es verdad que solos las familias ricas acceden a estos procesos. Muchas se endeudan hasta las cejas para conseguir ser padres o madres. El tratamiento, de principio a fin, en Estados Unidos cuesta entre 110.000 y 185.000 euros y, aunque es más caro que en otros países como Ucrania o México, las garantías legales son más sólidas. “Para nuestra investigación hemos entrevistado a niños que viven en barrios de clase media baja. Muchas familias están hipotecadas hasta arriba”, reconoce Jubiles. “Las mujeres que acceden a la gestación subrogada suelen tener problemas de infertilidad muy importante y llevan un largo proceso hasta llegar hasta aquí”, señala.
En muchos procesos de gestación subrogada hay también donación de gametos, es decir, no hay filiación genética entre alguno de los padres (o ambos) y el hijo. Anna Molas, doctora en Antropología Social en la Universidad Autónoma de Barcelona, ha investigado sobre la donación de gametos (célula reproductora masculina o femenina de un ser vivo), y subraya la importancia de que estos procesos sean absolutamente transparentes. “La opacidad que rodea a todo el proceso de reproducción asistida afecta profundamente a los implicados”, apunta. “Cualquier persona que tiene esta historia familiar, ya sea donante de gametos o hijo por subrogación, necesita tener toda la información. El problema es que todo el proceso de reproducción asistida con donación de gametos está pensado para que las personas puedan ocultarlo y quede como un secreto en las familias, sin posibilidad de encontrar más información. Esta se guarda en una carpeta en una clínica privada a la que no se tiene acceso, lo que genera un sentimiento de violencia e injusticia en algunas personas”, asegura.
Y se pregunta: “¿A quién beneficia el anonimato?" "Ahora mismo, solo beneficia a las clínicas de reproducción para que sigan teniendo un gran volumen de donaciones y tratamientos. Si no, muchos no se atreverían a donar sus gametos o someterse a un tratamiento como este”, responde.