María Chaparro acudió anoche presa de un fuerte ataque de ansiedad a los servicios de Urgencias y allí ha estado ingresada durante horas. Su maltratador está disfrutando de un permiso penitenciario de cuatro días, el primero que le conceden tras su condena a 9 años de prisión por varias agresiones cometidas contra María. Ella asegura que la policía no ha podido localizarlo desde que salió de prisión y eso ha incrementado el pánico.
"¿Quién me va a mí a paliar, a calmar, a compensar por todo este daño innecesario que a mí me está tocando vivir otra vez? ¿Quién es el responsable de esto? No lo comprendo", se pregunta María, que ha tratado por todos los medios de que el permiso fuera anulado, sin éxito.
Tiene razones para sentir miedo. Tras su condena él la amenazó de muerte: “Grábatelo a fuego, que en cuanto pueda salir en mi primer permiso te voy a matar a ti y a tu familia”. Y ese permiso ha llegado, lo está disfrutando desde el pasado viernes y hasta el próximo 28 de febrero. Está dentro de lo que estipula la ley, que permite concederlos al cumplir una cuarta parte de la condena. Pero ni el juzgado ni la Audiencia la han avisado del permiso, y eso vulnera el Estatuto de la víctima. Además la Junta de la prisión se opuso, informe que no es vinculante. Ella denuncia que el agresor no ha manifestado arrepentimiento ni ha hecho el curso de reeducación.
Miguel Lorente, exdelegado del Gobierno para la Violencia de Género tiene claro que "si el riesgo es alto o extremo, no debería salir".
El problema es grave porque el 41 por ciento de los maltratadores reincide. Una tasa altísima, sólo superada por atracadores y traficantes. Pero baja drásticamente al 6% cuando realizan cursos de reeducación. El problema es que para los presos estos cursos son voluntarios y sólo los hace un 12% de los condenados.
Felipe Martín Naranjo y Gustavo Tapioles son psicólogos y terapeutas del programa PRIA-MA de intervención para agresores de violencia de género. Ellos tienen claro que los cursos funcionan, en ellos durante once meses intentan cambiar el esquema mental de los maltratadores. Trabajan para que se responsabilicen de sus actos porque llegan culpando a las mujeres, tratan de cambiar sus roles para que dejen de ver a las mujeres como seres sumisos, inciden en los celos, en el control de los impulsos, de la agresividad... "Si no cambian esos modelos de pensamiento van a volver a cometer sus actos con la siguiente pareja".
Lorente coincide en señalar la efectividad de los cursos e insiste en que deben ser obligatorios -no voluntarios como ahora-, incluso cree que tienen que evaluarse y si no los superan han de repetirlos, porque por encima de todo debe prevalecer la seguridad de las víctimas.