Normalmente, es ella quien hace las preguntas, aunque hoy Ebbaba Hameida cambia de papel y se convierte en noticia. Es la primera mujer saharaui que se doctora en Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid y lo ha hecho con sobresaliente cum laude, el máximo reconocimiento, por su labor de investigación del papel de las mujeres en los países musulmanes.
En realidad, era su padre el que quería que fuera doctora ya que hacen falta médicos en los campamentos de refugiados saharauis, pero Ebbaba no tardó en comprender que “también faltan voces que cuenten la realidad de conflictos olvidados como el suyo”, explica. De hecho, se ha especializado en crisis migratorias y cubierto tragedias como la de Melilla o la guerra en Ucrania. Su próxima parada es la hambruna en Somalia de la que informará en rtve.es con una mirada profesional y feminista que defiende también en la junta directiva de Reporteros Sin Fronteras de la que es miembro.
Todo ello con 30 o 31 años recién cumplidos. Según su abuela, nació en 1991, el año del alto el fuego y el año en el que se registraron importantes inundaciones, aunque en su DNI figura como fecha de nacimiento el 15 de noviembre de 1992. Lo que está claro, indica, es que vino al mundo un viernes, en la casa de adobe de la hermana mayor de su madre, en Tinduf, región desértica de Argelia donde se ubican los campos de refugiados saharauis.
Pregunta ¿Cómo logra una niña nacida en el campamento del Aaiún ser la primera mujer saharaui en doctorarse en Periodismo y encima con sobresaliente cum laude?
Respuesta: Bueno, yo me fui por mi enfermedad. Soy celíaca y allí no podía vivir. Mi cuerpo no se adapta a las duras condiciones de los campamentos, así que con cinco años me mandaron a Italia. Después, tras una adolescencia difícil, con episodios de bullying incluidos, me vine a España, a Extremadura, a Don Benito, viviendo con familias de acogida.
P. ¿Y por qué decidió estudiar Periodismo?
R. Mi padre quería que fuera doctora ya que en los campamentos hacen falta médicos. Hice el Bachillerato de Ciencias, pero no tardé en darme cuenta y convencerle de que, dada la falta de visibilidad y de la situación humanitaria, para lograr una solución política quizás son más necesarios los periodistas que los sanitarios. A cambio, mi padre me pidió que hiciera el doctorado para cumplir su sueño y poder llamarme doctora.
P. Hizo el doctorado sobre un tema que no le es ajeno.
R. Sí, investigué sobre la supervivencia de las mujeres en los países musulmanes. Una cuestión que necesitaba estudiar para entender quién era yo, hacia dónde iba y de dónde venía. Quería comprender mi identidad mezclada, fruto de dos culturas y dos mundos opuestos que parece que no son compatibles al ser mujer. Estudiar la realidad de las mujeres en países musulmanes me ha servido mucho para hacer un trabajo de introspección y conocer mi contexto social y religioso.
P. ¿Cuál es su conclusión?
R. Que la autonomía es clave para las mujeres, ya que nos ayuda a romper con las normas impuestas y con la intransigencia que impregna la mayoría de los países musulmanes en los que la religión se interpreta de una forma más radical. Una vez que se logra esta autonomía, hay que ver cómo se desarrolla, buscando nuevos cauces en los que hacer visible a la mujer. No siempre se consigue. Por ejemplo, las mujeres tuvieron un papel muy importante en la Primavera Árabe que luego se ha querido acallar. Lo mismo está ocurriendo en las revueltas en Irán. Al final, el grado de libertad de las mujeres refleja la situación y el nivel democrático del país. Esto es lo que se demuestra en mi tesis, sobre todo porque las mujeres somos más de la mitad de la población y si se tiene a más de la mitad de la población bajo unas normas medievales, considerándolas ciudadanas de segunda, no es difícil entender que se está hablando de monarquías absolutistas y autocráticas. Se ve en el caso de Túnez, donde sí existen leyes que reconocen los derechos de las mujeres, o en el de Arabia Saudí, donde la legislación es muy dura con las mujeres y con la sociedad en general.
P. ¿Y cómo ve la situación de la mujer en Europa?
R. Bueno, aquí no es el velo, pero es la moda, son los techos de cristal, la violencia de género… Queda mucho camino por recorrer y mucho trabajo por hacer. Esto es una lucha global y no nos podemos relajar para nada. Está claro que tenemos que seguir avanzando, viendo cómo se nos proyecta a las mujeres y analizando las condiciones que se nos ponen. También es verdad que es interesante ver cómo países como España pueden servir de inspiración en las leyes contra la violencia de género de países como Túnez, el único estado musulmán que ha incorporado una norma en ese sentido.
El feminismo ha llegado a un punto muy interesante, pero es verdad que se está viviendo una corriente reaccionaria en todo el mundo. En los países árabes se está dando una reislamización, la religión gana peso, también en Estados Unidos con el tema del aborto. Así que se avanza, pero siempre hay algo que nos frena y, a nivel mundial, nos queda muchísimo por hacer. Esta lucha por la igualdad es trasversal ya que afecta a todos los ámbitos de la vida y las primeras en sufrir las crisis son las mujeres.
P. ¿Qué le queda de su condición de mujer nacida en el Sáhara?
R. Comparto con las mujeres saharauis un conflicto que nos ha marcado y lo sigue haciendo. La ausencia de mi abuelo, nómada, hizo que fuera mi abuela la que se encargara de todo. Fueron las mujeres saharauis las que levantaron la vida y construyeron los campamentos de refugiados donde yo nací, un sitio inhóspito. Comparto eso al igual que la situación de las nuevas generaciones que han visto cómo los hombres volvían del frente y reivindicaban su papel. Se ha dado una reislamización e importantes retrocesos con respecto a los avances conquistados por nuestras madres y abuelas. Estamos viendo cómo la religión está mucho más presente. Como mujer en la diáspora, también tengo una parte de mí muy marcada por Europa y gracias a haber pasado por la universidad, mi contexto y mi visión de lo que yo quiero ser como mujer es muy distinto al de mis primas o al de mis hermanas.
P. ¿Cuál es su visión?
R. Yo quiero ser una mujer libre, autónoma, ser como yo quiero ser sin que nadie me diga cómo tengo que ser o sin que tenga que dar explicaciones. Parece una obviedad, pero hay países en los que esa obviedad no existe. La clave del éxito en mi proceso identitario es haber conseguido este equilibrio entre mis dos partes. Como mujer no tengo que renunciar a nada de lo que me haga sentir bien o realizada.
P. ¿Difiere mucho a la de su familia?
R. Al principio había cosas que les chocaban, por ejemplo, que no llevara velo; pero mi relación con mi familia es muy bonita, la verdad. Tengo una conexión con ellos muy fuerte, me tira mucho la raíz, saber de dónde vengo. Mujeres como mi madre o mi abuela me sirven de inspiración y estoy muy orgullosa de mi padre. También es verdad que hemos tenido que pelear por la aceptación, que ellos me acepten a mí y que yo les entienda a ellos. Ha sido un constante trabajo de comprensión y cesión para que estas dos Ebbabas pudieran convivir con su familia. Ellos no han tenido que renunciar a su hija ni yo a mis padres. Hay mucho amor y, aunque a ellos les encantaría que llevara hiyab, he logrado explicarles y convencerles de que yo estoy feliz con la vida que llevo.
P. El eterno debate del velo.
R. Yo no estoy a favor del velo, creo que es un símbolo que diferencia a hombres y a mujeres. A mí se me exige que me lo ponga y a mi hermano no, por lo que no partimos de unas condiciones de igual a igual. Lo que ocurre es que el debate se contamina con lo que es el racismo. Por ejemplo, a mí no me gustaría que a mi madre, por llevar velo, se le increpara y se le dijera que se lo tiene que quitar porque a mi madre, si le quitas el velo, la desnudas. Eso hay que respetarlo. Yo siempre digo que no hay que abanderar el velo como un símbolo feminista porque no lo es, pero hay que respetarlo para no ser racista. Es muy importante esta distinción y no caer en ese relativismo cultural en el que caemos constantemente diciendo que es su decisión. No, no es su decisión. Eso viene recogido en un libro sagrado que dice que nosotras nos tenemos que tapar y que ellos, no, por lo que claramente es un ejemplo de desigualdad. El debate es mucho más amplio y va más allá de velo, sí o velo, no. El problema de fondo es que las mujeres son consideradas ciudadanos de segunda.
P. ¿Cómo ve el futuro del pueblo saharaui?
R. Pues la verdad es que bastante complicado. El contexto político es difícil. El norte de África es como que no interesa a nadie. En noviembre de 2020 estalló de nuevo la guerra. Un nuevo conflicto en la región del que no se habla nunca, pero no queda otra que aguantar y sobrevivir. Yo no soy muy optimista, pero sí que quiero pensar que a mis sobrinas les espera un futuro mejor, no me puedo imaginar que van a seguir viviendo así, en un lugar tan inhóspito. Da mucha pena ver a la juventud que vive en los campos de refugiados. Yo considero que los programas de intercambio me han salvado la vida, porque tus padres no siempre te pueden dar lo que necesitas. Yo soy muy defensora de estos programas que ayudan y resuelven muchísimos problemas. Los niños regresan a casa después de un verano con revisiones médicas y con la maleta llena de ropa para pasar el invierno. Es verdad que se requiere una gran generosidad por parte de las familias de acogida porque lo hacen a cambio de nada. Yo me acuerdo que contaba las horas para volver a casa con mis padres.
P. ¿Cómo ve la posición española respecto al conflicto del Sáhara?
R. Bueno, parece que España no tiene muy clara su posición, se encuentra entre dos países vecinos con dos posiciones antagónicas respecto al Sáhara Occidental: uno (Marruecos) que la quiere ocupar y otro (Argelia) que quiere acoger a sus refugiados en parte de su territorio. España tiene que elegir, pero también debería repasar un poco de su propia historia y no obviar sus obligaciones como ex metrópoli. No debería olvidarse de su provincia 53 porque hay algo que es innegable: los saharauis fuimos españoles y fuimos una provincia más de España. No puedes borrar eso o hacer que pase desapercibido a cualquier precio.
España no ha hecho bien las cosas, si hubiera hecho como hizo Portugal con Timor Oriental, no estaríamos así. España tiene que cumplir con sus obligaciones legales, si no tendrá esa deuda que le acompañará siempre. Hay un derecho internacional claro que dice que España sigue siendo la potencia administradora del Sáhara.
P. Como periodista especializada en migraciones, cubrió también la tragedia de Melilla, ¿cuál es su lectura de lo ocurrido?
R. Se hicieron muchas cosas mal. La mayoría de las víctimas eran migrantes de Sudán, un país en guerra a cuyos ciudadanos España suele aceptar como refugiados. Ese día, el 24 de junio, tal y como denuncia Amnistía Internacional, se cometieron numerosas violaciones de los derechos humanos. Yo pude hablar con supervivientes del salto y nos aseguraron que fueron devueltos a Marruecos sin que nadie les preguntara por sus circunstancias, incluso siendo menores. No fueron atendidos médicamente ni recibieron auxilio. Alguien debería dar explicaciones, pero seguimos esperándolas.
P. ¿Su deseo para 2023, un referéndum de autodeterminación para el Sáhara Occidental?
R. Yo creo que Marruecos no va a ceder. No va a admitir una consulta para que el pueblo saharaui determine su futuro, aunque sí creo que se le puede obligar. En todo caso, mi deseo es que la actualidad no empeore y que pueda seguir dedicándome al periodismo, una profesión que te permite aprender todos los días, que te enseña a empatizar con realidades muy diferentes a la tuya y que a mí me ha servido para dejarme de ver como víctima.