María, una joven oriunda de Fuengirola, Málaga, víctima de la violencia machista, hoy no deja dar gracias por estar viva; por haber sobrevivido a las 27 puñaladas que su expareja le asestó tras engañarla para volver a verse una última vez después de que ella decidiese poner fin a la relación. Fue con el pretexto de darle dinero por objetos suyos que había roto en un ataque de furia, pero su intención no era otra que la de acuchillarla hasta la muerte. “No son solo las heridas”, las cicatrices que le dejó por todo el cuerpo. “No tuvo piedad alguna”.
Todo se produjo inmediatamente después de que María decidiese poner fin a una relación que “duró casi dos años”, un tiempo en el que ella estuvo “muy mal con él en todos los aspectos, en todos los sentidos”. Los “celos”, el “control”, el maltrato psicológico y físico ya se habían extendido.
“Esa persona no había sido buena conmigo anteriormente. Lo que pasó fue que ese día yo a él lo dejé, después de esos dos años en que estuve muy mal. No le gustó la idea. Él y yo quedamos en que me iba a dar un dinero porque me había roto la tele, el ordenador, chaquetones, ropa… con un ataque de ira que le dio. Entonces, lo dejamos, pero él tenía que dejarme el dinero en el buzón”, explica María ante las cámaras de Informativos Telecinco, contextualizando el momento en que sucedió todo.
“Ese día me dijo que él no tenía llaves de la casa, que su compañero de piso se había ido y él no podía venir. Yo ya tenía hablado (con un usuario) en Wallapop una tele para comprarla por la que me rompió. Le dije: ‘bueno, vale, no pasa nada, yo voy para allá y me lo das y me voy’. Pero no volví a mi casa. Yo solo me acuerdo de cuando entré”, relata María, quien explica que fue hasta Benalmádena, entró en la casa y él dijo: ‘Toma tus 150 euros y ahora te vas a enterar’.
A partir de ahí, cuenta, no recuerda nada, pero dos vecinas que debieron escuchar sus gritos cuando intentaba defenderse, –según pudo saber con posterioridad–, llamaron a la policía.
En esos instantes de extrema crueldad y violencia machista, su expareja, tras asestarle 27 puñaladas y ensañarse con ella, pensó de hecho que había materializado su crimen.
“Ya cuando estaba acabando conmigo, que él se creía que yo estaba muerta en el suelo, después de un montón de puñaladas llamó a la policía y dijo que había tenido un problema conmigo y que vinieran. Le preguntaron si él me pegó o me hizo algo y él dijo que sí, que yo estaba muy grave y que vinieran. Después de eso, él, –por lo que dice la policía–, se hizo un corte en la mano y eso le impidió un poco escaparse, aunque ellos ya estaban abajo porque las dos vecinas ya habían llamado”.
El “último recuerdo” de todo ello es sentir “un suelo muy muy frío”. Llena de heridas por arma blanca por todo el cuerpo, “solo veía por un ojo” porque una de las puñaladas estuvo a punto de alcanzarle el otro; el izquierdo.
“Escuchaba en un eco muy profundo que había matado a su pareja, que vinieran, que vinieran, y ya está”, relata, explicando que hoy sigue sin poder creer que haya podido salir adelante.
“A día de hoy sigo sin poder pensar que he podido salir de esto. Me desperté con mucha alegría cuando me desperté, y sigo alegre. Doy gracias a Dios por estar aquí una vez más. No hubiera sido posible. No daban ni un duro por que yo me despertara. Para mí es increíble y estar otra vez en mi trabajo, volver a ver a mi madre, ahora que me venga una hermana… Claro que me ha cambiado la vida. Es duro porque no es una cosa que se supera de un día para otro. Es duro porque hay muchos cambios, pero yo soy feliz ahora mismo y doy gracias por todo lo que han hecho por mí”, expresa, guardando palabras de cariño para todos los que en el hospital estuvieron ayudándola.
Alzando con férrea valentía su voz por si compartir su historia pudiese ayudar con ello a cualquier persona, ante las cámaras muestra sus cicatrices, un total de 27, y una de ellas de gran tamaño, en la barriga, derivada de una operación de urgencia que tuvieron que realizarla para extirparla un riñón. “No es que lo hubiese pinchado, lo había atravesado”, explica, señalando que los médicos tenían que actuar con rapidez y no había nada que pudiesen hacer más allá de ello.
“Aquí en la mano tengo una, dos, tres cuatro, cinco, seis, siete… En la espalda no sé cuántas tengo…”, repasa antes de contar que también en la cabeza tiene cicatrices.
“Me tuvieron que rapar la cabeza y yo tuve que utilizar mucho tiempo peluca por todas las heridas que tengo en la cabeza. No son solo las heridas. Me pisó la cabeza, me hundió el cráneo… No tuvo piedad alguna”, señala, explicando que no se acuerda del momento, que no puede y tampoco quiere hacer el intento de pensar qué ocurrió ese día.
“Estuve mucho tiempo que no me podías tocar. Me daba un temblor que no podía”, explica, señalando a una de sus cicatrices.
Desenmascarando el perfil del maltratador, María alerta de cómo empezó todo en su relación y cómo, poco a poco al principio, su expareja fue ejerciendo hasta someterla psicológica y físicamente.
“Empiezan primero por lo que es lo psicológico. No empiezan tan fuerte como directamente ‘no salgas con esto’… Van poco a poco. Intentan que tú te centras solo en ellos, que lo necesites, que te vuelvas dependiente emocional de la persona. Ya luego empieza el maltrato físico, obviamente. Después del maltrato físico él tiene el poder completo sobre ti, y ya después te dice qué tienes que hacer; qué te tienes que poner; con qué te tienes que juntar… Absolutamente todo, y controla ya directamente tu vida”.
Tratando de ayudar como víctima de la más extrema crueldad, María señala que, “en el momento ese en que se empieza realmente por los celos, por el control, mirarte el móvil”, se ha de poner una barrera para no permitirlo.
“Que esas cosas no lo permitan, porque tu privacidad es la tuya y de nadie más, y nadie tiene por qué decirte cómo te tienes que vestir, cómo te tienes que sentir, con quién te tienes que juntar… Nada, absolutamente nada”, subraya.
De hecho, en este sentido denuncia que su expareja pronto empezó también a lanzar comentarios contra su madre, quien para María siempre ha sido como su “mejor amiga”, con la que habla de todo, para intentar alejarlas.
“Él me decía que mi madre estaba en contra de nuestra relación, que ella no quería que nosotros estuviésemos juntos… Siempre metía la piedra. Y un día yo me peleé con mi madre porque yo le decía eso. Lo mismo que él me decía yo se lo decía, y ella me decía que no, que ella respetaba con quien yo quisiera estar, pero que ella veía cosas, y yo no le quería hacer caso porque estaba muy enamorada y no pensaba hacerla caso en ningún momento”.
También su maltratador cargaba contra María cuando salía con sus amigas: “Me decía que nosotras salíamos para hacer cualquier guarrería por ahí, que no podía salir así vestida, que si iba con ellas tenía que estar para dormir con él… Y luego llegar a casa y, si has hecho algo mal, sentirte como si fueses castigada por ello. Algo mal que para ti no está mal, que es una cosa normal pero esa persona no lo ve normal”, cuenta.
Lamentando que “el mayor fallo” fue dejarse engañar por él una última vez para visitar su casa con el pretexto de darle el dinero que habían acordado, María tiene claro que, en cualquier caso, el hubiese buscado el modo de atacarla.
“Ese es el mayor fallo. Si tú ya has pasado por un maltrato con esa persona, tanto físico como psicológico y tú, después de haber dado el paso de dejarlo, has decidido terminar con todo, no puedes volver por el simple hecho de que te va a dar algo. No quiere que vuelvas por nada bueno. No es para darte lo que te debe. No es para nada. Es para hacer todo lo malo que pueda contigo”.
En esta línea, con su expareja en prisión preventiva desde hace un año y medio y a la espera de juicio, concluye: “Si a lo mejor yo ese día no hubiese ido… tengo claro que me hubiera buscado de otra manera, aunque no me hubiera pasado lo que me hubiera pasado. Pero él lo hubiera buscado de la forma que sea, porque si lo quiere hacer lo hace”, denuncia, poniendo en evidencia la verdadera indefensión de las víctimas y todo lo que queda por trabajar para perseguir y erradicar estos casos desde su raíz.