El conocido como ‘el decapitador de Halloween’ ha sido condenado a 21 años y cinco meses de cárcel por la Audiencia Provincial de Huelva por el asesinato y profanación del cadáver de quien era un amigo de su infancia en una vivienda de la capital onubense. Ocurrió en octubre de 2020 y, tras acabar con su vida, le cortó la cabeza y la paseó por las calles de Huelva.
Concretamente, tal como ha señalado el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) en una nota de prensa, y tras el veredicto de culpabilidad emitido por un jurado popular, la Audiencia le condena a 21 años de prisión por un delito de asesinato y a cinco meses más por un delito de profanación de cadáver.
Del mismo modo, en concepto de responsabilidad civil, deberá indemnizar con un total de 205.000 euros a sus cinco hermanos y una sobrina por el daño moral causado. Queda absuelto, eso sí, de los delitos contra la integridad física y moral y robo con violencia por los que también fue juzgado.
Definido por el letrado de la acusación popular como un “psicópata peligroso”, los abogados de la familia de la víctima pedían para él 25 años de cárcel por el asesinato, cinco meses por la profanación del cadáver, cinco años más por un delito de robo y otros dos por otro contra la integridad física y moral. La Fisclaía, por su parte, solicitaba 24 años de cárcel y cinco meses de prisión.
El jurado consideró probado en su veredicto que, en horas no determinadas, durante la tarde del 29 de octubre de 2020, el decapitador de Halloween acudió a la vivienda de la víctima y, entre las 22:00 horas de ese día y las 8:00 del siguiente, mientras este estaba en la cocina agachado delante del frigorífico, por la espalda y "con ánimo de causarle la muerte, agarró con las dos manos un esqueleto metálico de calentador de aproximadamente 1,1 kilo de peso que había en el suelo de la cocina, lo elevó y le golpeó al menos dos veces en la cabeza".
El ataque le dejó con "distintas lesiones y murió de manera prácticamente inmediata en dicha franja horaria". Después, "trasladó su cuerpo a la habitación del fondo de la casa envuelto en una cortina y le seccionó completamente la cabeza usando para ello un cuchillo de 20 centímetros de hoja"; algo que el jurado, según el veredicto, también da por probado.
Después de decapitar al que era su amigo de la infancia, el condenado se marchó de la casa llevándose las llaves del domicilio, donde regresó entre las 5:00 y las 9:00 horas del día 30 de octubre. Allí, “"consumió una cantidad no determinada de cerveza y drogas tóxicas, estupefacientes o sustancias psicotrópicas, limpió la cocina y el baño, tratando de eliminar con ello las huellas o vestigios que pudieran implicarle en la muerte". Así, según refiere la sentencia, formó un hatillo con el esqueleto del calentador que usó para "acabar con su vida", el cuchillo "que empleó para decapitarlo" y varios objetos manchados de sangre.
El colofón a su macabro y espeluznante crimen estaba por llegar. Fue después de todo ello, cuando tras meter la cabeza de su víctima “en una bolsa de plástico”, decidió dirigirse “a una determinada plaza de Huelva, donde dejó la bolsa con la cabeza de la víctima entre las ramas de un árbol y se sentó en el banco más próximo al árbol, marchándose a su casa minutos después y dejando en el árbol la bolsa"
Un día después, el 31 de octubre, –el día de la noche de Halloween–, el condenado salió a las 9:00 horas a pasear a sus perros y comprobó que la cabeza “seguía en el árbol”. Después, tras volver de nuevo a su casa, donde consumió una cantidad no determinada de drogas y alcohol, regresó a las 15:00 horas a la plaza.
Allí, cogió la cabeza otra vez y se dirigió directamente con ella a unos contenedores, "depositándola en el suelo mientras trataba de quemar una serie de prendas y objetos que podrían incriminarlo en la muerte de su amigo".
Sin pasar desapercibido, en ese instante una mujer que se encontraba en el lugar se aproximó a él y le preguntó qué llevaba en la bolsa. El decapitador de Halloween contestó: “Ven y mírala tú”. Después añadió: “Y con esto voy a hacerme un cenicero”. Lo hizo sin ningún escrúpulo ni remordimiento al mismo tiempo en que le enseñaba la cabeza. La mujer, sin asumir que tal barbaridad pudiese ser cierta y consciente de que la fecha coincidía con la celebración de Haloween, no pensó que la cabeza fuera humana, creyendo que se trataba de una broma.
Sin embargo, el acusado y condenado a 21 años y cinco meses de cárcel prosiguió mostrando la cabeza de la víctima a otras personas, tras lo cual, como recoge la sentencia, se corrió la voz por la plaza.
Tras ello, el decapitador de Halloween emprendió la huida por Huelva y dos personas, que le habían seguido, grabaron los hechos con su teléfono, informando a la Policía de que se había refugiado en su vivienda, no sin antes arrojar la bolsa con la cabeza junto a un contenedor de basura de Pío XII.
El decapitador de Halloween acabó con la vida de su amigo con suma brutalidad y sin que pudiese defenderse ni prever el ataque. Lo hizo cuando estaba de espaldas, con extrema violencia, y dirigiéndose directamente a golpearle con fuerza en la cabeza.
Según la sentencia, el jurado considera que “cometió estos actos de manera que impedía efectivamente cualquier reacción defensiva eficaz por parte de la víctima", que, dada la relación de amistad entre ambos, tampoco podía prever que iba a atacarle.
Más allá, el jurado, que descarta que el asesino pudiese estar afectado por una alteración psíquica que le impidiera comprender la ilicitud de su conducta o actuar de acuerdo con tal comprensión, o que estuviera afectado por el consumo de tóxicos, subraya que no hay ninguna duda de su intencionalidad.
Concretamente, la Audiencia destaca que "no existe el mínimo atisbo de duda o incertidumbre respecto de que la intención" del acusado "fue acabar con la vida" de su amigo, ya que el ataque se concentra en la cabeza de la víctima, estando localizada la práctica totalidad de las lesiones en planos superiores y posteriores del cráneo, y "la intensidad de los golpes fue tal que genera una contusión muy importante a nivel craneal".
"No sólo es la violencia y ubicación de la zona de golpeo, sino también la reiteración de los golpes", resalta la Audiencia, que incide en que ello determina "la intención de buscar el resultado letal".