La muerte existe y de ella, aunque forme parte de la vida diaria, apenas se habla, porque sigue siendo un tema tabú. Y cuando se habla, se hace disfrazada de zombie o monstruo o por Halloween. El 1 de noviembre, como Día de los Santos Difuntos, es una buena oportunidad para hablar de la "muerte educada", como definen los pedagogos Pablo Rodríguez Herrero y Agustín de la Herrán Gascón, a la necesidad de "normalizar la muerte como un fenómeno natural", que ayudaría a "formar ciudadanos más comprometidos con su mundo y la transformación de la sociedad".
Durante la pandemia de covid se hizo viral un vídeo en la que una niña hablaba de la muerte con una naturalidad que provocó la risa de muchos. Cuando le preguntaron por la obligación de usar mascarilla en la escuela, la pequeña respondió que eso era mejor que morirse, un hecho que ella comenzaba a normalizar a su manera, en un contexto en el que fallecían miles de personas diariamente y era de lo que se hablaba constantemente en los medios.
"Educar teniendo en cuenta la muerte no significa poner la lupa sobre la muerte, ni amplificarla; simplemente, consiste en normalizar la muerte como un tema y fenómeno natural para el ser humano. De hecho, la investigación indica que los niños y adolescentes incluyen la muerte en sus juegos, discursos o reflexiones", aseguran los dos profesores.
De la muerte siempre hemos hablado y durante milenios, el tiempo de los muertos tenía su espacio, con una visión bastante alejada de la que tenemos en la sociedad occidental actual, vinculada a la criminalidad o a un contexto lúdico, como los fantasmas o los zombies. ¿Cómo encajan los niños la muerte y cómo acercarlos a esto que definen como "un fenómeno natural"?
Pablo Rodríguez Herrero y Agustín de la Herrán Gascón que han realizado una investigación titulada “Innovación e inclusión de la muerte en la educación”, sobre la muerte educada subrayan la importancia de "la educación que incluye la muerte, y la conciencia de muerte educada", para lograr "una educación para la vida más completa y plena."
"Es fundamental respetar al niño y adolescente. La decisión sobre su asistencia a rituales funerarios o al cementerio se fundamenta en primera instancia en este respeto. Podemos describirles lo que es, podemos apoyarnos en algún vídeo. Y si quiere asistir, no habría inconveniente. Sus necesidades esenciales no son distintas a las de otros seres humanos adultos: necesitamos amor y apoyo y compañía de nuestros seres queridos cuando tenemos una experiencia difícil y dolorosa como puede ser la pérdida de una persona significativa. Esas experiencias duras se pasan mejor en grupo familiar. Y el niño forma parte de ese grupo. La asistencia a los rituales funerarios puede contribuir a la integración del niño o adolescente en su familia."
Montse Esquerda, médico y cirujana pediatra, autora de 'Hablar de la muerte para vivir y morir mejor', editado por Alienta Editorial, coincide en su libro con esta idea de la transformación paulatina de la muerte en un tabú, a la que hemos desculturizado tras la pérdida de sus referencias culturales y sociales para gestionarla, y que hace aumentar el miedo y el sufrimiento ante ella.
Esquerda defiende el "recuperar las conversaciones sobre la muerte y no dejarlas para el final, porque haber hablado de la muerte nos ayudará a tomar mejores decisiones, más meditadas." Además, de que "puede ayudar a quitar sufrimiento añadido, a reconocer el duelo, y sobre todo a vivir mejor, a vivir el presente como un regalo".
Para los dos pedagogos no basta hablar de la muerte a los niño "con explicaciones sin sentido", como "se ha ido al cielo o se ha quedado dormido" para hablar de un familiar fallecido. Ellos consideran que lo mejor en estos casos es "acompañar, no tabuizar, normalizar, reflexionar, generar inquietud… Ya después habrá tiempo "según su evolución y desarrollo" para entender la muerte biológica e incluso otros conceptos de muerte cuando corresponda."
"Cuando hay una pérdida y el niño formula preguntas, requiere, sobre todo, calidez, empatía, presencia y seguridad de que tiene personas que le acompañan. Lo que no requiere son mentiras (“se ha ido de viaje”, “se ha quedado dormido”, “se ha ido al cielo”…), juicios externos, interrogatorios, certidumbres, etc. Para Rodríguez Herrero y Herrán Gascón es imprescindible "el respeto didáctico, con "formulaciones" del tipo: “No lo sé”, “También quisiera entenderlo”, “Estoy junto a ti para lo que necesites”.
"La conciencia de muerte educada, para estos dos investigadores puede ayudar a estar más preparados para la pérdida", pero también para "asumir nuestro papel trascendente en la historia de la humanidad".