El día de Todos los Santos es festivo en toda España y miles de personas visitan los cementerios para llevar flores a sus seres queridos, una tradición que se ha fortalecido tras la pandemia, tanto que en los principales camposantos se ha reforzado la seguridad para facilitar los accesos y evitar aglomeraciones. Todo para que este día, tan triste, pero tan especial discurra de la mejor manera posible para las familias.
Mucho más íntimos son los reencuentros en los pequeños cementerios, donde casi todos los asistentes se conocen y recuerdan a los fallecidos también de las casas vecinas como el famoso de Casabermeja, en Málaga.
El 1 de noviembre hay tantos detalles como historias de cariño. Hay historias que traen el recuerdo de otros tiempos, de tiempos difíciles. “Mi abuela se gastó el único dinero que tenía la primera vez que lo ganó en coger una tumba”, recuerda un hombre cuyo abuelo fue enterrado en una fosa común.
Hay historias de cuidados que devolver, de recuerdos que pasan de padres a hijos, de costumbres que ni el paso del tiempo cambia. “No le puedo fallar a mi abuela”, reconoce un hombre.
El 1 de noviembre es la excusa para expresar lo que se siente durante todo el año. “Ya que no están con nosotros, venir a visitarlos y recordarlos”, expresa una mujer; mientras que otra se pregunta que “si perdemos nuestras raíces, nuestra historia, qué historia vamos a dejar”.
Cada tumba, cada nicho tiene su historia. Como la de Manuel. Su mujer falleció hace nueve años después de seis décadas juntos. Hoy, como ayer, como todos los días, Manuel visita el cementerio. “Mientras viva y cuando muera vendré”, dice.
En los lugares pequeños, los cementerios y el 1 de noviembre, son lugares para visitar y para recibir visitas. “Es una ocasión para poder juntarnos en familia”, comenta otra mujer.
Pequeños y grandes, rústicos y urbanos... Todos los cementerios se llenan de flores y sentimientos.