Jesús arranca la declaración sin piedad contra Juana. La discusión sucede el 21 de febrero de 2003. “Discutimos y nos peleamos, ella me quemó la mano con un cigarro. Me negaba a darle dinero porque se lo gastaba en alcohol y se ponía muy violenta”. Parece que pretende lo mismo que ya hizo hace casi 20 años cuando declaró ante policía que ella le había agredido y se había marchado. Quizá piense que estigmatizarla le hará menos culpable. Puro machismo; pretender denostar a la mujer creyendo que eso le hará menos maltratador.
Jesús explica con contradicciones cómo acabó yendo la policía a la vivienda de Ciudad Lineal en Madrid, después de que Juana la llamara. Actuaron en el ámbito de la violencia doméstica porque en aquella fecha no teníamos la Ley de Violencia de Género. Pero cometen el primer error. Creerle cuando les dice que “ya nos calmamos, yo hago la maleta y me voy de casa”. Pero no esperan. Tras marcharse la policía, vuelve la pelea.
“Cuando estaba haciendo la maleta ella comenzó a pegarme de nuevo. En ese momento le di con el canto de la mano y empujé. Le di en el cuello y ella cayó al suelo”. ¿Cómo le dio? “Con el brazo", espeta. Asegura que siguió haciendo la maleta y que incluso bajo a la calle e hizo dos viajes. Cuando subió fue a verla porque no se levantaba. “Estaba inmóvil, con los ojos abiertos y las pupilas muy dilatadas. No tenía pulso”. La declaración es confusa intenta parecerse a la otra versión de la mañana, pero asumiendo que estaba allí y que fue un accidente, aunque no la socorrió. “Pensé que no me iban a creer y decidí deshacerme del cuerpo, descuartizándolo con un cuchillo en la bañera, lo corté en dos mitades”.
Metió los restos en dos maletas y las trasladó en el taxi hasta Navalacruz. Junto a la finca hizo dos agujeros. Las maletas las arrojó a un contenedor en Alcalá. Hasta aquí la tercera versión firmada con su abogado presente, La segunda, también firmada, dijo que se la había encontrado muerta tras bajarse a la calle y volver a subir durante la discusión y el intento de marcharse.
La primera versión de la mañana fue como la tercera, arrepentido de haberla matado sin querer hacerlo. Los agentes tuvieron que buscar a un abogado para que lo asistiera cuando se despertó el jueves, con ataque de nervios, tras una noche de tribulaciones. La abogada que el día anterior le había asistido en los registros no estaba, y no la quería. Así terminaba un día de infarto, un jueves largo, y complicado para la familia de Juana, pero crucial para los investigadores. Habían logrado la confesión completa. El viernes tocaba pasarlo a disposición judicial.
Hoy, Jesús llegaba a los juzgados aliviado después de su declaración ante los investigadores de Policía y la Guardia Civil a última hora de la noche. El hecho de que la policía hubiera acudido a la vivienda donde discutió con Juana, era un obstáculo insalvable. Por eso, tras decir que la había hallado muerta y colaborar en señalar el lugar de lo enterramientos, cuando regresó a la comandancia, aconsejado por su abogado, decidió otra versión más ventajosa.
Intentar obtener los beneficios de una confesión completa, a su manera. Por eso reconoce un homicidio imprudente. Pero la Juez dice que las actuaciones hechas antes y después del fallecimiento no son indicios de una actuación imprudente. La declaración de la noche antes policías y guardias civiles es decisiva para la juez.
Volver a declarar en el juzgado es arriesgado porque comienzan las contradicciones, se empieza a vislumbrar cierta confusión y debilidad. Sus nervios, sus dudas, y los detalles que quizá no sean como los está contando, se percibían en la sala, según las fuentes presentes. Todavía queda mucho que investigar y lo tendrá que hacer un juzgado de Madrid después de inhibirse el de Ávila. Le imputan homicidio en el ámbito de la Violencia de Género aunque el agravante que le ponen es el de discriminación por ser mujer, uno de los existía en el Código Penal de 2003, con el que tendrán que condenarlo si lo declaran culpable en un juicio.
La investigación fallida por inexistente hace 20 años, se reactivó hace pocas semanas con unos registros en el piso de Madrid donde todo presuntamente ocurrió, unas inspecciones en las que sabían que ya no iban a encontrar nada. Pura estrategia. Jesús tenía los teléfonos pinchados y según el auto de la juez esas conversaciones uno de los indicios contra él. Su mujer, con la que se casó a los pocos meses del crimen, no paraba de preguntarle por Juana. “Por favor dime la verdad”. Él solo decía que no tenía nada que ver. Pero comenzó a sudar y a preguntar y a ponerse nervioso. Cuando lo detuvieron, su aparente tranquilidad se descubrió que era una careta que le había durado casi 20 años, pero que se le ha caído.