Jesús parecía tranquilo en los primeros registros nada más ser detenido pero era solo apariencia. Tras una noche de tribulaciones, muy nervioso pedía declarar. Su confesión, aunque matizada después con abogado, al decir que se encontró a Juana Canal muerta y la descuartizó por miedo, dejaba en shock a su mujer.
Se casó con ella poco después del suceso con Juana Canal. La mujer nos recibía casi al mismo tiempo y, aunque aturdida y algo enfadada, nos decía. “Si Jesús ha confesado ya me enteraré yo”. Quería hablar con sus abogados. El cuñado de Jesús nos pedía respeto para la familia porque los hijos están destrozados y se sienten estigmatizados. El mayor tiene 18 años, un segundo tiene 11 y hay una pequeñita.
“Mi hermana no sabía nada de Juana, las mujeres gitanas son muy reservadas y no indagan en la vida anterior de sus maridos” explicaba Pedro. “Mi hermana se enemistó con toda su familia por la relación con Jesús, porque era un payo. Y no les aceptamos en nuestra comunidad hasta 2010 que ya empezamos a convivir. Mi hermana no sabe nada y no se puede creer lo ocurrido. Él ha sido un buen marido y un buen padre. Pero si ha hecho lo que dicen que ha hecho, que lo pague. Por favor os pedimos respeto, somos gente querida en el pueblo”.
El lugar donde Jesús enterró el cuerpo descuartizado de Juana está justo a al lado de su finca de Navalacruz, en Ávila. En sus redes sociales Jesús hablaba de ese lugar. Se nota que le gustaba y acudía con su familia. Un lugar que otra familia destrozada, la de Juana, descubrió con sorpresa en esas redes sociales del detenido. Fue cuando la policía les alertó hace poco del primer hallazgo de huesos que unos senderistas encontraron en 2019.
Los movimientos de tierras, y los animales pudieron diseminarlos y dejarlos en superficie. Entonces lo vieron claro. Pero eso fue hace poco porque ni siquiera en 2019 la policía les alertó. Tardaron toda la pandemia. La semana pasada la primera batida sirvió para encontrar más huesos muy cerca. Hoy han vuelto con Jesús pero sin éxito. Tendrán que hacer batidas para revisar cuadrícula a cuadrícula.
Ana Canal, la hermana de Juana, ha luchado durante casi 20 años para demostrar que la noche de febrero de 2003 que Juana llamó a la policía pidiendo ayuda, fue asesinada. Ahora saben de la llamada pero no tienen claro si Juana llegó a abrir la puerta, o si abrió Jesús o por qué la policía se marchó. La frustración de este caso es mayor porque no entienden la actuación del policía que llevó entonces la investigación. Pusieron en duda la reputación de Juana, no revisaron a fondo la casa en la que ahora Jesús confiesa que descuartizó el cuerpo, y no se cuestionaron que era imposible que ella se hubiera marchado así, sin nada, ni el tabaco que fumaba empedernida; sin ninguna pertenencia y abandonando a sus hijos.
Creyeron a Jesús que declaró que en la discusión ella le había agredido y después había desaparecido. Algo impensable ahora con la sensibilidad de la violencia de género. Pero llamativo porque ocurrió pocos meses antes de aprobarse la Ley de Violencia de Género, cuando se estaba tramitando y cuando murieron 71 mujeres ese año y ninguna había denunciado. Esa “espinita”, nos dice Ana, la tiene clavada ese policía. Ahora el detenido tendrá que buscar una explicación a todo lo que no cuadra de su confesión matizada, con los datos que obran en la investigación. Aunque se han perdido 20 años y ya no se han encontrado los restos del descuartizamiento en el piso de Madrid.