El número de divorcios se incrementó un 13,2% en el año pasado, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Septiembre es un mes en el que tradicionalmente aumenta el número de rupturas familiares. El inicio de un divorcio para comenzar una nueva etapa vital es un cúmulo de variables: la combinación entre la rutina matrimonial, una relación casi inexistente o mala, la convivencia prolongada en vacaciones estivales, el comienzo de curso y la llegada de un periodo con nuevos retos.
En ocasiones, basta con unas sesiones de terapia para recomponer la familia. En otras, no es posible al no existir un compromiso de intentarlo. Son numerosas las parejas sorprendidas por el desamor, una convivencia tóxica y otras por la existencia de malos tratos.
Durante más de 25 años tramitando rupturas, hay dos cosas claras acerca de los divorcios: cada pareja es distinta y hay que hacerle un traje a medida. Y, en segundo lugar, el diálogo es lo más importante, si no lo hay, es mejor acudir a un mediador.
Mi consejo es plantearse romper la relación cuando todavía hay un mínimo de diálogo, pero lo más habitual es que no llegue a nada. Si no existe, lo idóneo sería acudir a un abogado o un mediador para que facilite un diálogo mínimo a fin de consensuar la ruptura.
Algunas parejas tienden a culpabilizar al otro de romper el proyecto vital de uno. A mi entender, quien da el primer paso solo es el más decidido, ya que ambos saben que tarde o temprano la relación acabará en ruptura. Las acusaciones a quien inicia el procedimiento pasan por merecer lo peor.
También suelo recibir comentarios acerca de acabar en la calle sin ver a sus hijos y sin dinero. Tampoco es raro escuchar: “Si lo ha hecho, que asuma las consecuencias”. Esta forma de pensar conduce al desastre en la mayoría de los casos, lo que redunda en un largo y costoso proceso.
Estas ideas son la garantía de un divorcio largo y doloroso del que no suele salir victorioso ninguno.
El divorcio puede ser de mutuo acuerdo o contencioso. Desde luego, la forma óptima es la primera opción. Llegar a un acuerdo y haberlo reflexionado evita muchas discusiones. El proceso de mutuo acuerdo viene a durar unos tres meses, cuando en el contencioso la duración media es de un año, de acuerdo con los últimos datos del INE.
Los acuerdos se plasman en lo que se denomina convenio regulador, donde se fijan varios elementos. Por un lado, están las cuestiones de cómo va a ser la relación en el futuro con los hijos y cómo atenderlos. Ambas se denominan técnicamente como guarda y custodia. Por otra parte, está la pregunta de cómo asegurar que no les falta nada a los hijos, independientemente del progenitor con el que estén. Esta parte se llama alimentos.
No hay que olvidar que el convenio regulador es un acuerdo de mínimos y que se firma cuando no hay pacto. Si existe acuerdo, la flexibilidad es total, por lo que no hay que sujetarse estrictamente a él. Pero esto tampoco significa anarquía. Es bueno que tanto la nueva pareja como los propios hijos tengan referencias y sepan, por ejemplo, con quién van a pasar los fines de semana. El convenio regulador debe ser leído y meditado.
Lo mejor es acudir a un abogado para explicarle la situación. Las reuniones con el profesional deben de servir para asumir el convenio y reflexionar sobre el mismo: posibilidades de cumplirlo y soluciones adaptadas a cada uno. Los abogados cuentan con una dilatada experiencia en por qué fracasan algunos convenios. Es bueno invertir en un buen divorcio
Un convenio regulador vivido, asumido y que no dará problemas a la larga es mucho más que firmar un formulario de un todo a cien.
Aparte del abogado, también puede ser realizado por la todavía pareja acudiendo a un mediador. Este ayudará a alcanzar un acuerdo y que sea compartido. Después deberá ser tramitado y revisado por un abogado, por si algún punto no fuera compatible con la ley.
Hay un cambio de tendencia. La preferencia actual de los juzgados es la custodia compartida, que se concede ya en el 43% de los casos, según las cifras del INE. No se concede cuando existen malos tratos o la relación es especialmente tóxica. De primeras, hay a quien la custodia compartida le parece imposible a la hora de organizar su vida. Sin embargo, la capacidad de adaptación del ser humano es inmensa. Solo en un 3% de los casos se concede al padre, según el INE.
Que uno de los cónyuges no haya cuidado con tanta intensidad a los hijos no significa que no sepa hacerlo. En muchas ocasiones, ha delegado esa responsabilidad en la otra persona por comodidad. Seguramente todos necesitarán apoyos para compatibilizar jornadas, pero eso no le hace a una persona menos madre o padre. De cara al acuerdo hay que trabajar con opciones reales, sobre todo, para la custodia y alimentos.
El mejor consejo para llegar a un buen acuerdo es no tener prisa, pero tampoco pausa. Cuando la pareja contrajo matrimonio no fue de la noche a la mañana. Hubo un periodo de reflexión sobre si la otra persona era compatible y si era con la que se quería compartir la vida. Cuando hay hijos de por medio la situación cambia. Por este motivo, hay que pensar también en ellos, a los que hay que cuidar y proteger.
También es importante recalcar que las soluciones de amigos divorciados no suelen ser válidas para uno mismo.