Día Mundial de la Alegría 2022: claves para ser feliz
Cada 1 de agosto se celebra el Día Mundial de la Alegría, una jornada en la que reflexionar sobre qué podemos hacer para ser más felices
Regalarnos momentos de disfrute, cuidar de nuestras aficiones, practicar deporte o alimentarnos bien son algunas claves para cultivar la alegría
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Vivir es urgente. Y ser feliz, más. Cada 1 de agosto se celebra el Día Mundial de la Alegría, una fecha que fue instaurada recientemente, en 2010, por iniciativa del colombiano Alfonso Becerra en un Congreso de Gestión Cultural celebrado en Chile. Esta fecha señalada se conmemoró inicialmente en unos pocos países para extenderse luego a nivel global.
Se trata de la excusa perfecta para replantearnos nuestra existencia y hasta qué punto sacamos partido de nuestro día a día. La alegría como elemento clave de la felicidad es algo que podemos cultivar si permanecemos atentos a lo que nos rodea y si aprendemos a regalarnos aquello que necesitamos. Toma nota de estas claves para tener una vida más alegre y, como consecuencia, una existencia más feliz.
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Día Mundial de la Alegría: claves para ser feliz
Ser feliz es una idea o concepto algo difuso que genera dudas en cualquier ser humano. A veces pensamos en ello como algo pasajero, instantáneo y fugaz; otras personas conciben la felicidad como una constante, casi como una forma de estar en el mundo y de mantenernos en armonía más allá de los factores externos que nos impacten. Lo que parece claro es que la felicidad parte de dentro: si aprendemos a mirar de una forma alegre y positiva lo que somos y lo que nos rodea, tendremos muchas papeletas para experimentar más momentos felices y tal vez, también para vivir en un estado de felicidad como regla. Del mismo modo, si miramos el mundo de forma negativa, no seremos capaces de apreciar absolutamente nada, por maravilloso que pueda resultar.
La alegría se define como una emoción parecida a la satisfacción o a la felicidad. Platón se refería a ella como presencia de lo divino, como flujo transformador y energizarte. Esta especie de entusiasmo afecta al espectador "bueno o bello". Cicerón nos dejó una definición más concreta: la alegría es "un estado del alma que, confrontado con la posesión de un bien, no pierde su serenidad". Se trata de una emoción básica del ser humano que se basa en un disfrute pacífico, no sujeto a ninguna condición. Es también una expresión de la voluntad de poder que supone elegir la alegría como forma de vida a pesar de los baches y motivos de sufrimiento que nos brinda el mundo.
La alegría, junto a la felicidad, dan significado a la existencia humana y constituyen, quizás, nuestro mayor logro y éxito en nuestro paso por este mundo. Alegría implica también libertad, al tener el potencial de servir como barrera o filtro ante cualquier estímulo negativo externo o interno.
Lo mejor de todo es que la alegría no depende de las cosas materiales: es frecuente experimentarla cuando conectamos con alguien (o con nosotros mismos), cuando admiramos la naturaleza, cuando permanecemos tranquilos y en silencio... Por tanto, a veces todo lo que necesitamos para recuperar esta visión es alejarnos de la rutina y del ruido. Por eso es tan importante hacer hueco en nuestra agenda para esos momentos de paz que nos permitan reconectar con lo esencial.
Además, la alegría es contagiosa: experimentarla hará que nuestra manera de percibir las cosas mejore poco a poco, y quienes nos rodean también podrán contagiarse de esa visión. Si quieres alimentarla, toma nota de estos consejos:
- Conecta con lo humano. Por mucho que se nos olvide a veces, y a pesar de que vivimos inmersos en plena era digital, lo humano siempre nos acompaña y siempre será lo más esencial de nuestra existencia. No dejes de cultivar relaciones verdaderas, ni de tener charlas interesantes. Tampoco de pasar ratos de calidad con los tuyos, creando el espacio y el tiempo adecuados para que todo pueda fluir sin prisas. Escribe a tus seres queridos cuando te acuerdes de ellos, diles lo mucho que te importan o lo que te gusta de ellos. En definitiva, disfruta de quienes te rodean y dales el valor que se merecen.
- Conecta contigo mismo. Es curioso que suceda así, pero las prisas del día a día y la montaña de responsabilidades a las que nos enfrentamos constantemente nos llevan a silenciar nuestra voz interior (y sus necesidades) por pura supervivencia. No tenemos tiempo para nosotros ni para aquello que nos hace felices, y por eso elegimos no escuchar esa vocecita que nos reclama cuidados y atención. A veces la desconexión es tan grande que ni siquiera somos capaces de entender qué es lo que necesitamos y, sin duda, esto es un error. Por eso, aunque cueste y aunque no siempre sea fácil, es importante que trates de alcanzar un equilibrio que te permita cuidarte y darte el espacio necesario para crecer y descansar la mente. Conócete, regálate momentos, practica aficiones... Eres el principal responsable de tu felicidad.
- Aprende a mirar. No siempre es fácil, pero todos tenemos la capacidad de mirar el mundo de una forma más amable. Esta práctica requiere paciencia y tranquilidad. Simplemente, observa lo que te rodea, agradece los regalos que te ofrece la vida, detente a mirar algo aparentemente insignificante, toma algunas fotos, escribe un poco... La música, la naturaleza, la poesía... son trocitos de belleza que se encuentran siempre a tu alcance y que pueden transformar tu día y tu vida entera.
- Celebra la vida. A todos nos ocurren cosas desagradables o poco placenteras, pero también es cierto que la vida nos sirve grandes raciones de buenas noticias y de momentos potencialmente bellos que solemos pasar por alto. No pierdas ninguna oportunidad de celebrar todo lo bonito que te rodea, ya sea por todo lo alto o con un simple gesto interno de agradecimiento.
- Cuídate. Hacer deporte, alimentarse de forma saludable, dar largos paseos, meditar, descansar las horas necesarias, evitar una exposición excesiva a lo digital... son pequeños grandes gestos necesarios para alcanzar ese ansiado equilibrio. Para que la felicidad emane desde dentro, nada mejor que contar con un recipiente bien cuidado.