La imagen es cada vez más frecuente en las redes sociales. Joven occidental que viaja a algún país africano para hacer un voluntariado y se fotografía rodeado de niños huérfanos. Es probable que ese joven occidental haya llegado a ese lugar gracias a una escuela, su iglesia o incluso pagando un programa de voluntariado para poder participar.
Justo contra este fenómeno del "volunturismo" dispara Júlia Codina (Sant Cugat, Barcelona, 1995) en un hilo en Twitter que se ha hecho viral. “Llega el verano y tus redes sociales se llenan de imágenes de Mallorca, piscinas y... voluntariados con niños en África. Vamos a abrir el melón del volunturismo, la caridad y el complejo del salvador blanco. El turismo de voluntariado transforma la pobreza en una atracción turística: observar y tomar fotos sin involucrarse en las causas de estas situaciones”, asegura esta cooperante internacional que ha trabajado con Amnistía Internacional y Naciones Unidas en Nairobi y el Líbano y también en la OCDE como analista junior.
Pregunta. ¿Por qué hay que abrir el melón del "volunturismo"?
Respuesta. Los que nos dedicamos específicamente a la cooperación internacional es una moda que hemos ido viendo que empezó en los años 90 y que ha ido in crescendo. En verano es cuando empezamos a recibir todos estos anuncios y oportunidades tipo: “Ven a ayudar a Tanzania tres semanas, paga x y cambia tu vida”. Es algo que chirría muchísimo cuando eres un poco más consciente y tienes más información sobre las causas sistémicas de la pobreza, del conflicto, de todo lo que esto significa como lavado de cara del Norte global y lo poco ético que es pasar tres semanas para aliviar la conciencia de alguno. Al final, lo más importante es que el efecto en las comunidades donde se está es para nada positivo y tiene muchísimo de negativo. Hay un dicho que dice: “El camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones”.
P. ¿No ha bajado con la pandemia este fenómeno?
R. Yo pensé que después de la pandemia este tipo de cosas iban a disminuir porque hemos visto que se puede colaborar a nivel virtual y que todo lo que es la ayuda local también se ha incrementado, pero, no. Eso es lo que me llevó a escribir este hilo en Twitter. Falta informar. No es cuestión de criminalizar a la gente que ha hecho este tipo de voluntariado o se lo plantea, sino de dar una información real. Si no estás formado y no tienes todas las herramientas, lo que se traslada desde este tipo de organizaciones de “ven con nosotros y paga 1.200 euros” es bastante erróneo. Y la gente tiene que ser consciente de lo que implica hacer eso.
P. ¿En qué sentido es negativo para las comunidades donde se supone que van a ayudar?
R. Normalmente, son voluntariados de tres, cuatro, cinco semanas, como mucho un mes y medio, en el verano. El perfil de la gente que suele ir es de jóvenes que estudian Bachillerato o una carrera que no suelen estar formados para lo que van a hacer, por ejemplo, enseñar un idioma, trabajar con huérfanos o construir pozos o bibliotecas. Esto deriva en varias consecuencias. Lo más frecuente es ir a trabajar con niños a un orfanato. Y hay estudios que dicen que está probado que estos niños desarrollan muchos problemas de apego, porque al final hay una rotación muy alta de personas, que les dan mucho amor, y después se van. Además, al ser uno de los voluntariados más populares se ha creado una industria bastante perversa alrededor de los orfanatos. Las asociaciones vieron que era una opción bastante popular y al final han creado ellos la necesidad. Por ejemplo, en Cambodia se han incorporado a orfanatos a niños que sí tenían padres a los que se les prometía educación, una experiencia mejor, etcétera, etcétera… Han aumentado un 75% los orfanatos a pesar de que el número de huérfanos en el país se está reduciendo y muchas veces el voluntario no es consciente. A la hora de construir un comedor o una escuela, no tienen conocimientos técnicos y el producto final no es utilizable o útil. Además, se está quitando trabajo a las personas locales, tanto a profesores o constructores que querrían un sueldo por hacer ese trabajo.
P. ¿Qué es el síndrome del salvador blanco?
R. Es la necesidad imperiosa de las personas blancas de “ayudar” a todo aquel no blanco desde una posición de superioridad moral. Da igual sus intenciones, porque de una manera u otra se cree con el conocimiento suficiente de qué es lo mejor para ti. Al final representa una relación muy desigual de “yo sé más que tú, yo soy el ayudador y el salvador” y las personas a las que va a ayudar no tienen ni voz ni voto. Pasan a ser agentes pasivos, que reciben y dependen de la ayuda económica del salvador blanco.
P. Muchas veces se critica que una persona salga de su país para ayudar cuando no lo haría nunca en su propio país.
R. Es un gran melón que despierta bastante aspereza preguntarse. Mucha gente, cuando le planteas este tema, te dice: “No, yo voy a ayudar. Me gasto dinero y encima me critican”. Pero lo cierto es que en su comunidad local seguro que hay oportunidades si eso es lo que le mueve. Al final se basa en satisfacer las necesidades de los voluntarios y no de las comunidades. Los voluntarios se benefician de este tipo de cosas a nivel de moneda social, de reconocimiento no solo por el tema de postear en las redes sociales sino a la hora de conseguir un empleo o postular una beca. Tres semanas en Madagascar siempre se ve mejor. La caridad juega un papel que beneficia al voluntario. Uno no se va al centro de su ciudad a sacarse fotos de los niños de un comedor social o de un barrio más desfavorecido, entonces, ¿por qué se va a Mauritania a hacer eso?
P. ¿Tiene mucho de postureo en las redes sociales?
R. Sí, es esto de demostrar tu voluntariado. Las redes se llenan de fotos y videos en países empobrecidos con niños cuya imagen parece que, si no son blancos, no tienen derecho. Nadie les pregunta a sus padres ni a ellos. Además, se les presenta como “pobres, pero felices” que les han ayudado a darse cuenta de lo privilegiados que somos. Al final todo se encamina en pos de una narrativa de este occidental que salva. Las historias individuales de la gente que vive allí y sus preocupaciones o cómo resolverían ellos determinados problemas no tienen ni voz ni voto en ningún momento. Toda esta exposición en redes, sobre todo de influencers, es la cara mala del voluntarismo y no ayuda para nada este tipo de práctica.
P. Vamos, que no debe ir uno a tener una experiencia sino a trabajar.
R. Desirée Bela-Lobedde lo decía muy bien en uno de sus artículos: “Tus ganas de ayudar no son el foco”. Y que uno quiera estar en el centro de la historia no puede jamás menoscabar la dignidad de las personas del país.
P. Entiendo que no se puede criminalizar a todos los que cogen la mochila con la intención de ayudar.
R. Completamente. Al final son perfiles bastante jóvenes y lo que hay es una falta de información y de educación proactiva en este tipo de asuntos. La industria esta lleva funcionando desde hace bastante tiempo, pero todo este movimiento es más reciente. No me parece productivo criticar al Juan de 18 años que ha pagado 2.000 euros para irse a donde sea, sino que hay que dar información sobre todas las consecuencias negativas que tiene esto.
P. Sí, porque además habrá muchos que lo harán con buena voluntad.
R. Es importante ver que hay gente que lo hace por postureo pero otra genuinamente tiene buenas intenciones. Pero, al final, aunque suene crudo, sus buenas intenciones no son el centro y tiene que darse cuenta de que la realidad no funciona así, aunque sea muy bonito pensar que ayudas durante tres semanas, es bastante autocomplaciente.
P. ¿Qué alternativa hay entonces para ayuda a estos países?
R. Hay varias alternativas, por ejemplo, se puede colaborar en el tejido local, donde realmente puedan aportar con sus conocimientos. Lo más importante es darse cuenta de que las situaciones de estos países vienen con una serie de dinámicas económicas y sociales norte-sur, unas problemáticas muy grandes que son difíciles de abordar y hay organizaciones especializadas en ello que tienen un impacto y un seguimiento. Desde ONGs de ayuda humanitaria, de desarrollo, organizaciones internacionales o Naciones Unidas. A nivel monetario, se puede contribuir con organizaciones profesionales.