Para Sara Viéitez su vida ahora es totalmente distinta a la que llevaba hace un año. Esta joven padecía una cardiopatía que le provocaba que el corazón se le volviese rígido y que le afectaba en su día a día. Ahora, gracias a un trasplante de corazón que ha recibido, su vida ha dado un giro.
"Antes, salía a tomar al café y el corazón me empezaba a ir a mil por hora y me tenía que sentar porque sino me desmayaba", narra la joven. Ahora, puede estar hasta dos horas en el gimnasio sin ningún problema.
Sara ya conocía su enfermedad muy bien antes de padecerla, ya que la heredó de su padre, que también la sufría. A él también le trasplantaron el corazón en el año 2008, pero desgraciadamente falleció cinco años después. Su cuerpo ya estaba muy deteriorado, con lesiones en otros órganos. Para él el trasplante llegó tarde.
A pesar de la tragedia familiar, Sara sabe que su caso es distinto al de su padre y que ella es joven y tiene toda una vida por delante. Por eso, cuando le dijeron que iba a recibir el trasplante, "lo veía como algo completamente normal".
Pero la euforia y felicidad del momento dio paso a una extraña sensación después de recibir por fin el trasplante: al principio sintió "una tremenda sensación de gratitud", pero luego "hubo una etapa que lo que sentía era que estaba viviendo una vida que no era mía, que a nivel físico ha dejado de estar para que yo esté."
Unos momentos complicados que está superando poco a poco: "Estoy en periodo de adaptación, este es mi cuerpo este es mi templo. Ahora tengo que cuidarme a nivel físico y a nivel emocional."
Lo que Sara tiene claro es que ella no estaría viva si no fuera por ese trasplante y esa sensación nunca se le olvidará: "estoy viviendo una segunda oportunidad", exclama. Así, la joven ha llegado a la conclusión de que no puede desaprovechar esta nueva oportunidad que le ha dado la vida: "Ya no tengo que vivir mi vida, tengo que vivir la vida de los dos, la mía y la de la otra persona."