Sobre el crimen de la mujer de Zaragoza, asesinada a manos de un vecino hay novedades. La autopsia ha revelado que la víctima tenía heridas defensivas y, además, se ha comprobado que volvía de la calle con compras. La Policía no se cree la versión de Adil Lazizi, de 45 años, detenido por el asesinato de Cristina G., de 32, ocurrido en la noche del 30 de mayo en su vivienda de la calle Alegría, en el barrio de San José.
El hombre continúa ingresado en el Hospital Miguel Servet recuperándose de una herida de arma blanca en el abdomen, cuyo origen atribuye a un ataque de la víctima. El criminal, que ya mató a cuchilladas a otra joven en 2001 porque se negó a mantener relaciones sexuales con él, alega en esta ocasión legítima defensa para justificar el homicidio. Nadie le cree.
El joven contó que su vecina de rellano llamó a su puerta y cuando abrió le clavó un cuchillo, el mismo que luego utilizó para acabar con la vida de la joven. Sin embargo, las pruebas que los agentes del Grupo de Homicidios han recopilado en el lugar del crimen y las primeras investigaciones apuntan a que los hechos ocurrieron de manera muy distinta a como los cuenta el detenido.
La agresión se cometió en torno a las 22.00, minutos después de que la joven llegara a su casa tras haber salido del trabajo y pasado la tarde con compañeros de oficina y de compras. De hecho, iba cargada con bolsas cuando entró en su domicilio. Al parecer, el hombre la oyó o vio llegar y, por motivos que por el momento se desconocen, salió al rellano, la abordó en la vivienda de ella y se produjo una agresión de la que Cristina se defendió, pues en sus manos y brazos quedaron múltiples heridas de defensa. Luego el homicida le asestó varias cuchilladas mortales.
Los gritos de la mujer fueron escuchados por vecinos del inmueble, uno de los cuales llamó al 091 para pedir ayuda, pero no pudieron salvarla.
Adil Lazizi, decidió en 2020 no regresar al centro penitenciario de Zuera donde cumplía 21 años de condena por asesinar a una joven en Madrid en 2001. Llevaba 19 ya en prisión y el 6 de enero de 2020, cuando le quedaba poco tiempo para liquidar la pena impuesta por la Audiencia Provincial madrileña y ya había disfrutado de cuatro permisos, optó por no volver. Los tribunales emitieron una orden de busca y captura por quebrantamiento de condena. Desde entonces logró permanecer fuera del radar policial. Nadie del edificio sabía que estaban conviviendo con un asesino. Adil sabía bien de la cárcel que tenía que permanecer oculto sin tener nada a su nombre, ni cuentas corrientes, ni vehículos, ni tarjetas bancarias ni, por descontado, el contrato del piso