Sufrir una picadura de medusa , y esta realidad tiene mucho que ver con los efectos de la acción del ser humano: las precipitaciones disminuyen, aumenta el impacto de la radiación solar, la sobrepesca convierte nuestros océanos en desiertos de peces y permite a estos animales reproducirse y alimentarse a sus anchas...
El resultado es un aumento del número de medusas y también un mayor acercamiento de estos enjambres a nuestras costas. La buena noticia es que, en general, las especies que recibimos no suelen ser muy peligrosas, si bien conviene no confiarse: los efectos de estas picaduras, en ocasiones, pueden ser mortales, y en ocasiones aparecen enjambres o ejemplares de especies altamente nocivas. Toma nota de qué tipos de medusas hay en el mar Mediterráneo.
Tal y como explica el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, si bien las medusas suelen aparecer de forma estacional (con mayor presencia desde el inicio de la primavera hasta el fin del verano), la proliferación de enjambres y su acercamiento a la costa "parecen haber aumentado en los últimos años". Se trata de organismos planctotróficos (es decir, que se alimentan de plancton) que suelen concentrarse en zonas ricas en estos microorganismos, frecuentemente cercanas al talud continental donde, además, se lleva a cabo su reproducción.
Además, la producción de medusas es muy variable y fluctúa mucho de un año a otro, aunque en las especies mediterráneas suele coincidir con los inicios de la primavera. Su presencia en las playas, así como su abundancia, depende de determinadas condiciones meteorológicas: lluvias, vientos, corrientes marinas, etc.
Otro factor estudiado por el Ministerio es cuáles son las especies de medusas más abundantes en nuestras costas, incluyendo el caso del mar Mediterráneo. Así, en las costas españolas, las medusas propiamente dichas o escifomedusas más frecuentes son Pelagia noctiluca, Rhizostoma pulmo, Cotylorhiza tuberculata, Aurelia aurita y Pelagia noctilucaRhizostoma pulmoCotylorhiza tuberculata,Aurelia aurita Chrysaora hysoscella.
Otras, pertenecientes a otros grupos (no escifomedusas), son la Velella velella, la Aequorea forskalea, Carybdea marsupialis, Mnemiopsis leidyi y la Carabela portuguesa (Physalia physalis), ésta última "de presencia rara pero con una picadura muy peligrosa".
Estas son las especies de medusa más frecuentes en el mar Mediterráneo:
Más conocida como 'aguacuajada', 'medusa huevo frito' o 'acalefo encrespado', su diámetro suele ser de entre 20 y 35 centímetros. Es muy característica la forma y color de su sombrilla, aplanada, marrón amarillento con cierto grado de verde en función de las algas que viven en su interior, y con una destacada protuberancia central pardo anaranjada.
Esta especie de medusa cuenta con ocho brazos orales cubiertos de apéndices a modo de pequeños tentáculos con el extremo en forma de botón blanco o azulado. Vive tanto en aguas abiertas como en la costa, predominando en las zonas costeras, y es común en todo el Mediterráneo, durante el verano y otoño. En invierno pervive en forma de pólipo. Su peligrosidad es baja y su capacidad de producir urticaria es limitada, en parte debido a la escasa longitud de sus tentáculos pero, sobre todo, a la baja densidad de células urticantes. Salvo reacción alérgica, no requiere atención médica en la mayoría de los casos.
También es conocida como medusa luminiscente y puede llegar a medir más de 20 centímetros de diámetro. Tiene forma de paraguas semiesférico, algo aplanado y con cuatro largos y robustos tentáculos. Presenta 16 tentáculos marginales que pueden llegar a tener más de 20 metros de longitud. Toda su superficie está recubierta de verrugas que corresponden a acumulaciones de cnidocistos. También puedes distinguirla por su color rosado rojizo.
Su ciclo se cierra totalmente en mar abierto, donde forma densos enjambres. Es en estas zonas donde es más frecuente su presencia, aunque pueden ser arrastradas por vientos y corrientes hacia la costa, especialmente durante el verano. Las encontramos tanto en el océano Atlántico como en el mar Mediterráneo.
Mucho cuidado con esta especie porque su peligrosidad es alta: causa irritaciones y escozor a nivel de piel, pudiendo incluso dejar herida abierta que se puede infectar. Dada su abundancia y la longitud de sus tentáculos, la superficie de piel afectada puede ser alta y el efecto del veneno podría llegar a causar problemas respiratorios, cardiovasculares y dermatológicos que pueden perdurar semanas o incluso meses.
Más conocida como aguamala, aguaviva o acalefo azul, su diámetro es considerable: hasta 90-100 centímetros. Su forma de sombrilla acampanada tiene color blanco azulado y dispone de numerosos lóbulos de color violeta (unos 80). Posee ocho gruesos tentáculos, fusionados formando un manubrio blanco azulado que en su parte media forma una especie de corona con 16 puntas.
Esta especie, con gran movilidad propia en busca de alimento, es preferentemente costera y abunda tanto en el Mediterráneo como en el Atlántico, frecuentando las costas desde finales de la primavera hasta el otoño. Su peligrosidad es media: aunque no produce cuadros dermatológicos graves, se pueden producir irritaciones no solo por contacto directo con estas medusas o los fragmentos de tentáculos liberados en el agua, sino también por su presencia en aguas de zonas costeras cerradas a mar abierto.
La medusa de compases o acalefo radiado puede medir hasta 30 centímetros y su color es blanco amarillento. Cuenta con un diseño radial característico sobre su sombrilla que recuerda al dibujo de 16 compases abiertos hacia el exterior. Dispone también de 24 tentáculos largos y finos que pueden llegar a los 5 metros de longitud, así como de otros cuatro tentáculos generalmente más largos que los anteriores.
Vive en aguas abiertas pero puede acercarse a la costa arrastrada por las corrientes, sobre todo en verano. Es relativamente frecuente tanto en Mediterráneo como en Atlántico, y su peligrosidad es elevada: sus picaduras causan picor y quemazón al principio e inmediatamente después aparición de lesiones eritematosas y edema, produciéndose verdugones que pueden tardar tiempo en desaparecer.
Aunque es raro encontrarla en el Mediterráneo, en ocasiones aparecen ejemplares de esta especie que, según la información difundida por el Ministerio, resulta muy peligrosa. La Fisalia o Carabela Portuguesa mide unos 30 centímetros de largo por 10 de ancho y aunque su forma recuerda a una medusa, en realidad se trata de un hidrozoo.
Cuenta con una parte flotante constituida por un flotador relleno de gas, violáceo y transparente, con una cresta o vela en su parte superior que le facilita los desplazamientos por el viento; su parte suspendida está formada por multitud de finos y largos tentáculos que pueden alcanzar los 20 metros de longitud. Su peligrosidad es muy elevada y el contacto con sus tentáculos puede tener consecuencias muy graves para las personas. La gran concentración de nematocistos y su potente veneno con propiedades neurotóxicas, citotóxicas y cardiotóxicas pueden llegar a producir en algunas situaciones un shock neurógeno provocado por el intensísimo dolor, con el consiguiente peligro de ahogamiento.
Además, puede producir quemazón y dolor vivo, así como laceraciones en la piel como consecuencia del íntimo contacto con los tentáculos, que se enredan y adhieren en el intento de desembarazarse de ellos.
La Cubomedusa o Avispón marino del Mediterráneo tiene un diámetro de 5 a 6 centímetros y tiene forma cúbica, con cuatro tentáculos largos. Su color es transparente azulado o blanquecino, y posee un ojo complejo que les permite reaccionar ante objetos móviles y responder a cambios en la luminosidad. Afortunadamente para los bañistas, viven cerca del fondo marino, cerca de los 20 metros. Su peligrosidad es muy alta, pero no suele alcanzar las aguas superficiales.