La presencia de síntomas compatibles con el coronavirus permite tener índices de la presencia del virus en el organismo. Sin embargo, existen distintos tipos de test a los que se ppueden recurrir para confirmar el diagnóstico. Cada uno de ellos tiene diferente especifidad y sensibilidad. Existen tres pruebas: PCR, test serológico para detectar anticuerpos o test rápidos.
La especificidad es la capacidad que tiene la prueba para corroborar que un sujeto sano obtenga un resultado negativo y la sensibilidad es la capacidad que tiene la prueba para corroborar que un sujeto enfermo obtenga un resultado positivo. La prueba más completa es la que posee una especificidad del 100% y una sensibilidad del 100%, para identificar a los verdaderos sanos y a los verdaderos enfermos, según explica el portal de salud de Mapfre.
"Cada una de las pruebas tiene sus pros y sus contras, por eso se continúa trabajando en desarrollar otras más rápidas, precisas y sensibles, es decir, con una mayor probabilidad de acierto. Todas ellas analizadas en conjunto ofrecen información relevante sobre el estado de la enfermedad", señalaba en una entrevista la química y divulgadora científica Deborah García Bello.
Además, se pueden analizar dos marcadores diferentes: marcadores que detectan la presencia actual del virus en el organismo, es decir, nos sugiere que existe una infección activa y marcadores que detectan la presencia de anticuerpos tras el contacto con el virus.
La PCR es el método más sensible y específico que detecta el ARN del virus, es decir, si hay infección o presencia del virus. Se hace mediante frotis nasofaríngeo, introduciendo un bastoncillo en la parte posterior de la nariz para obtener la muestra. La prueba puede ser incómoda, causar cosquilleo, lagrimeo o tos.
Los resultados de este test pueden ser positivos, que significa que el virus está presente en la muestra y que la persona está infectada, o negativos, que significa que el virus no está presente y la persona no está infectada, aunque puede haberlo estado anteriormente, por lo que puede ser necesario realizar una segunda prueba.
Según subraya el Ministerio de Sanidad, esta prueba tiene una fiabilidad superior al 90%, por eso es la prueba estándar, pero su problema es que necesita un laboratorio para su realización, y los resultados tardan entre 3 y 6 horas.
"Es la reacción en cadena de la polimerasa con transcriptasa inversa, más conocida como 'RT-PCR'. Llevamos utilizando esta técnica desde los años 80 del siglo pasado. Permite detectar la presencia de un fragmento de material genético concreto, aprovechando las reacciones químicas que se producen en el interior de las células", explicaba García Bello.
El test serológico -análisis en sangre-, o ELISA, es un test cualitativo indirecto que permite detectar los anticuerpos producidos tras el contacto con el virus. Si el resultado es positivo indica la presencia de inmunoglobulinas, es decir, la persona ha estado expuesta al virus, pero puede ser una infección activa o pasada. Para saber si la infección está activa o ya ha pasado, se estudian los tipos de inmunoglobulinas: IgM o IgG.
El tipo IgM negativo indica que no hay contacto con el virus actualmente (puede haber habido contacto anteriormente). El IgM positivo indica la infección en fase aguda. El IgG negativo señala que no ha habido contacto con el virus o bien el contacto es reciente y aún no hay respuesta secundaria y el IgG positivo, que la infección en el pasado (no aguda); la persona estaría inmunizada.
La ventaja de esta prueba es que es más rápida que la PCR, unos 15 minutos concretamente en lugar de horas, si bien la desventaja es que hay personas que pueden tener anticuerpos que casualmente se unan al coronavirus y esto conlleve falsos positivos.
Las test rápidos - de antígenos- consisten en el análísis de una muestra de saliva, un frotis nasal o una punción capilar. Facilitan el resultado en 10-15 minutos, por lo que no precisan laboratorio. Se emplean para realizar el cribado de los pacientes sintomáticos y del personal sanitario. Si detecta proteínas se tiñe un papel con bandas, de forma similar a la de los test de embarazo.
"Cuando nos da positivo en antígenos es que ya estamos infectados, pero estas pruebas son las que tienen menor sensibilidad, es decir, pueden ser negativas porque aún no tengas una infección grande. Es muy rápida, y no necesita personal cualificado para llevarse a cabo", precisaba al respecto García Bello.
Existen dos tipos de pruebas según la fase de la infección -de COVID-19-: las pruebas directas que son las que detectan el genoma o material genético del virus y/o sus proteínas, y las pruebas indirectas que son las que detectan los anticuerpos (saber si nuestro organismo ha estado en contacto con el virus, aunque ya no esté presente).
El proceso infeccioso comienza cuando el virus entra en nuestro organismo -Fase inicial- y se replica utilizando nuestras células. En esta fase inicial, el virus se puede detectar a través de muestras biológicas como el frotis nasofaríngeo y el aspirado de secreciones. Unos días más tarde, nuestro organismo reacciona ante la invasión por el virus -Fase de desarrollo- produciendo anticuerpos (inmunoglobulinas).
Existen diferentes tipos de anticuerpos que nos permiten conocer el estado evolutivo de la infección: las primeras en aparecer son las inmunoglobulinas IgM, cuya presencia indica que la infección está en fase aguda y que el virus está en nuestro organismo. Posteriormente aparece la respuesta inmune secundaria con la producción de anticuerpos IgG.
Hay un momento de solapamiento entre las IgM y las IgG e inmediatamente después bajan las IgM y suben las IgG quedando finalmente sólo las IgG. Esto significa que se ha vencido la infección y estamos inmunizados. Si tenemos anticuerpos IgG es un indicador de que nuestro organismo ha contactado con el virus, es decir, hemos sido infectados.