En busca de un método rápido y económico para detectar la presencia de coronavirus, la Universidad Rey Juan Carlos ha desarrollado junto a una empresa madrileña, un innovador sistema: un fino haz de luz que al proyectarse sobre una muestra determina en segundos si hay un positivo o no. En unos meses con sus equipos ópticos se podrían hacer miles de análisis cada día. Aeropuertos, estadios de fútbol, festivales y otros espacios con grandes aglomeraciones podrían mantener así el virus a raya.
Quizá podría estar listo en unos meses. Se trata de un pequeño haz de luz que se proyecta sobre una muestra tomada de la nariz o la boca y en menos de 10 segundos los resultados se reflejan en el ordenador. El tipo de onda que aparece en la pantalla nos dirá si el paciente es o no positivo sin necesidad de reactivos.
Para la detección del coronavirus, el equipo científico está empleando la técnica de espectroscopía del infrarrojo cercano (NIRS, por sus siglas en inglés), ampliamente extendida en otras aplicaciones científicas e industriales, que ofrece como principales ventajas la rapidez de resultados (menos de un minuto) y la facilidad de uso.
Mediante el empleo de diversas herramientas estadísticas, se crea un modelo predictivo que permite clasificar cada nueva muestra analizada unos pocos segundos, sin la necesidad de emplear reactivos y pudiendo hacer cientos de análisis diarios.
El grupo de investigación, formado por científicos de la URJC y de la empresa Boscalia Technologies S.L., , ha comenzado ya un estudio con muestras de varios cientos de pacientes infectados y no infectados, alcanzando unos resultados previos prometedores. “Si se dedican los medios humanos y materiales adecuados, esta técnica podría aplicarse en cuestión de meses, proporcionando a los sanitarios una herramienta de anamnesis/diagnóstico de la enfermedad a partir de una muestra no invasiva tomada directamente de la nariz o la boca y complementando los análisis realizados por medio de otras técnicas”, explican los integrantes del grupo.
Los espectros obtenidos en el rango del infrarrojo cercano son complejos y tan característicos de cada muestra como una huella dactilar, lo que permite, mediante diversas técnicas estadísticas y de modelización, relacionarlos con sus múltiples componentes y propiedades.