Seamos honestos, a todos nos gusta gustar, pero una cosa es disfrutar cuando alguien se interesa por nosotros y otra depender de la validación externa para sentirnos felices. Te suena, ¿verdad? ¿Y qué me dices de esas ilusiones que te nublan hasta el raciocinio cuando alguien se interesa por ti? A todos nos ha pasado.
Los likes de Instagram y los matchs de Tinder se han convertido en una fuente de validación psicológica para muchas personas, y si de por sí es peligroso dejar nuestra autoestima en manos ajenas, esto puede volverse todavía más dañino cuando convertimos un ‘me gusta’ en una declaración de amor.
Vas en el metro, una persona te mira y ya piensas que está loca por ti. Te retuitean un chiste y pasa a ser tu alma gemela. Responde a tus stories una vez y ya te imaginas pasando a su lado los 365 días del año. Como película romántica tiene un pase, pero en la vida real esto no suele suceder.
Hacerse ilusiones de vez en cuando no hace daño a nadie, pero existe una alteración mental que se relaciona con este tipo de situación. Se trata del síndrome de Clerembault, un delirio en el que la persona se autoconvence de que alguien que no sienten nada por ella –o, como mínimo, solo amistad–, en realidad está colado por sus huesos. En consecuencia, interpreta mensajes totalmente inocentes con señales sexuales o románticas, y puede llegar a enfadarse cuando la otra parte niega la atracción.
En casos graves, este tipo de delirio puede motivar a la persona a hacer auténticas barbaridades, como le sucedió a John Hinckley. En 1981, este hombre aparentemente normal y corriente intentó asesinar a Ronald Reagan, presidente de Estados Unidos en aquel momento. ¿La razón? Llamar la atención de la actriz Jodie Foster, ya que estaba convencido de que ella sentía algo por él y que así conseguiría unir sus destinos. Obviamente esto no sucedió, y John Hinckley fue internado en un centro de rehabilitación psicológica, estando libre desde 2016 al no considerársele una amenaza. ´
Otro caso más conocido es el de el asesinato de John Lennon a manos de un fan que se sintió traicionado al escuchar sus nuevas canciones, pero no fue el único Beatle en sufrir en sus carnes el síndrome de Clerembault. Paul McCartney fue acosado durante más de una década por una mujer que aseguraba que una vez le firmó un autógrafo y “se produjo una conexión especial entre ambos”.
Estas anécdotas no son algo aislado. ¿Cuántos famosos han declarado sentirse acosados por fans? ¿Cuántos youtubers han tenido que mudarse porque sus seguidores no les dejaban ni un respiro? ¿Cuántos cantantes han llegado a pasar miedo ante las intrusivas reacciones de su público?
Esto también le sucede a personas anónimas, como Elisa, una joven de 28 años que recibió ayuda profesional porque padecía síndrome de Clerembault. “Ahora estoy tratada y sé lo que me pasa, incluso hago bromas, pero lo he pasado muy mal”, confiesa. “En la universidad se me metió en la cabeza que un profesor estaba enamorado de mí y casi le despiden. Él ni siquiera sabía de mi existencia. Vamos, era una alumna más de doscientas que tendría. Nunca habíamos hablado a solas ni nada, pero yo pensaba que había algo. Es difícil de explicar”, relata. “Si por un casual me miraba a los ojos en clase, yo percibía su cara como de tonteo o sus bromas como que iban dirigidas solo a mí”.
Pero no fue hasta tercero de carrera cuando Elisa se dio cuenta de que algo iba mal. “Tuve unas crisis de pánico brutales del estrés y mis padres me pagaron el psicólogo. Después de muchas sesiones, como que empezamos a atar cabos y me diagnosticó trastorno delirante con ideas erotomaníacas. Me dijo que era raro porque suele afectar a gente más mayor, pero que podía aparecer en momentos de mucho estrés que es lo que a mí me pasaba”, comparte con Yasss. “Ahora lo único que me pasa es que me dan like en Instagram y ya planifico la boda”, bromea la joven.
El síndrome de Clerembault es una situación muy extrema que sólo se produce en algunas personas con trastornos psicológicos, pero todos nos podemos sentir un poco identificados con esa sensación de que a alguien le gustamos, cuando en realidad no es así.
Para evitar desilusiones en el futuro, es fundamental aprender a identificar las señales que los demás nos envían: