Los adultos beben, los jóvenes también. A muchos les sorprende esta obviedad, y señalan a los menores de edad que consumen alcohol, demonizándolos o incluso juzgándolos con un tinte paternalista, pero, ¿podemos mirarlos por encima del hombro cuando nosotros somos sus modelos a seguir?
Son muchos los españoles que construyen su ocio alrededor del alcohol, ya que según el informe EDADES, un estudio anual sobre el consumo de alcohol y otras drogas en España proporcionado por el Ministerio de Sanidad, el 8,8% de la población bebe a diario y el 63% ha bebido en el último mes. Además, el informe evidencia que el consumo habitual de alcohol es más habitual en personas de entre 45 y 64 años, aun así, seguimos afirmando que los jóvenes ‘son el problema’.
Lo que sí se ha popularizado en los menores de 18 años es lo que se conoce como 'binge drinking' o consumo en atracón, que es un consumo muy intenso de alcohol en un intervalo aproximado de dos horas llegando en ocasiones a la intoxicación. Es decir, sales un viernes y bebes hasta acabar vomitando y pidiendo a tres amigos que te lleven a casa porque tú solo no puedes. El 32,3% de los estudiantes de la ESO ha vivido al menos un episodio de 'binge drinking' en el último mes.
El 'binge drinking' guarda relación con un fenómeno social que ha aumentado en estos últimos meses: los macrobotellones. Madrid, Cataluña, País Vasco, Andalucía… son muchas las comunidades que están experimentando un aumento de este tipo de eventos tras la pandemia, y es que los jóvenes ahora prefieren un ocio al aire libre, aunque suponga juntarse con más de mil personas.
El auge de los macrobotellones no es casual. Se debe al hastío mantenido durante el año y medio de pandemia, y las consecuencias psicológicas de ello, además de la vuelta a clase, el buen tiempo de las últimas semanas y, sobre todo, a las limitaciones al ocio en bares. Por otro lado, los jóvenes consideran esta forma de ocio nocturno como una oportunidad para socializar sin el control adulto. Es un momento por y para ellos.
Los problemas aparecen cuando la fiesta se desmadra. Las agresiones y el vandalismo han provocado una movilización de la Policía Local y Nacional. A esto se suman las intoxicaciones etílicas en personas cada vez más jóvenes, algo que preocupa a los adultos, pero que también les debería hacer reflexionar sobre el modelo que ellos ejercen en lo que al ocio respecta.
En el informe EDADES se preguntó a 38.010 personas de entre 14 y 18 años por qué bebían alcohol y por qué asistían a botellones.
Aproximadamente el 80% de los jóvenes afirma hacerlo por diversión, el 50% lo hace porque les gusta la sensación que genera el alcohol, el 30% reconoce que bebe para lidiar con la tristeza y depresión, el 25% para ligar más, el 15% busca simplemente emborracharse sin motivo aparente, el 6% admite beber para encajar en el grupo y un escueto 4% cree que beber es saludable.
Como vemos, los motivos principales guardan relación con el estado de ánimo que genera beber. Diversión, euforia, desinhibición, alegría… Un espejismo que oculta el verdadero impacto del alcohol.
El alcohol es una droga depresora del Sistema Nervioso Central. En otras palabras, cuando bebes estás apagando interruptores en tu cerebro de forma más o menos aleatoria. Si tienes suerte, apagarás las zonas del cerebro responsables de la ansiedad social, es decir, las que nos hacen preocuparnos por lo que los demás piensan de nosotros. O quizá las relacionadas con la depresión o la memoria, restando importancia a algo triste que nos pasó.
También podemos apagar el área orbitofrontal, responsable de que nos adaptemos a las normas sociales. Por eso de fiesta hacemos tonterías sin importarnos las consecuencias. Pero, como he dicho, este apagón cerebral es aleatorio. Igual que puedes inhibir ciertas zonas sin resultados catastróficos, también puedes acabar la noche pegándote con tu mejor amigo porque la zona que regula la agresividad está dormida, o anular las emociones agradables llorando por algo que no es tan malo. Es posible que te pongas celoso, porque la voz de tu cabeza que te dice que ese pensamiento es irracional ha desaparecido. Esto en el mejor de los casos, ya que también se pueden acabar fundiendo las zonas del cerebro que regulan funciones biológicas básicas: caminar recto, regular el vómito, la micción o las heces, el latir de tu corazón o respirar.
El coma etílico se produce cuando llegamos a este último punto: bebes tanto que las zonas de tu cerebro responsables de mantenerte con vida se duermen. La gran pregunta es si este “apagón” es transitorio o si provoca efectos a largo plazo.
Los estudios apuntan que el consumo de alcohol en jóvenes produce alteraciones crónicas que se mantienen tras el consumo, la resaca y hasta años después. Recuerda que el cerebro se está formando hasta pasados los veinte años, y el alcohol puede inhibir este desarrollo. En consecuencia, son habituales lesiones en la materia gris, el hipocampo, la corteza frontal o el sistema límbico, entre otros. Todas estas áreas tienen algo en común: regulan nuestro comportamiento y son responsables de nuestra salud mental.
Responder a esta pregunta es muy complicado, ya que el consumo problemático varía dependiendo de la edad, de nuestro estado corporal y también de la salud mental o del contexto social. Sin embargo, muchos expertos se basan en el concepto de Unidad de Bebida Estándar (UBE).
La Unidad de Bebida Estándar, en adelante 'UBE', permite medir la cantidad de alcohol que bebemos. Por ejemplo, un vaso de 100 centilitros de vino es una UBE. Una caña de cerveza de 200 centilitros es también una UBE. Una copa o cubata de 50 centilitros es, en cambio, el equivalente a dos UBEs por su cantidad de alcohol.
En base a esto, existe una tabla que describe cuándo el consumo de alcohol se vuelve problemático dependiendo del género, aunque como decía antes, también influye el tipo de cuerpo, el estado de salud o aspectos psicológicos:
¿Debemos fijarnos solo en esto? No, también importa tu edad, ya que no es lo mismo beber a la semana 28 cañas con 15 años, a hacerlo con 25. Es grave igual, pero el impacto en la salud física y mental y, sobre todo, en el desarrollo cerebral, es diferente. Por eso a la hora de valorar si tienes un problema con el alcohol es mejor reflexionar sobre las red flags que vamos a describir a continuación.
Beber es algo que hacemos casi todos en mayor o menor medida, y muchas veces lo normalizamos tanto que acabamos ignorando el consumo patológico. Es muy posible que tengas un amigo con alcoholismo o que incluso tú, que afirmas que "controlas y sabes beber", lo sufras en primera persona.
Algunas 'red flags' que indican que tienes un problema con el alcohol son: