Sara solo tiene 27 años, pero su corazón era de piedra, viejo. No le quedaba mucho para disfrutar de la vida si no lo cambiaba. Llevaba mes y medio en lista de espera para un trasplante. Y el día 7 de abril llegó la noticia. Estaba en su casa de Cangas, en Pontevedra, cuando David, uno de sus cardiólogos le dio la noticia más esperada. Sara recuerda la hora como un reloj suizo.
Eran las cuatro de la tarde, sí y no hizo falta más. Se vistió, hizo una maleta con cuatro cosas y llamó a sus hermanos. De la emoción inicial pasó al miedo. Ese mismo día, a las once estaba en el corazón. A las 23:36 su corazón dejó de latir. A las 00.06 horas del día 8 empezó a latir el nuevo. Cinco horas para una nueva vida. Tras el cambio de corazón, la intubaron y la llevaron a la UCI. Su madre siempre estuvo ahí, claro, al pie del cañón junto a su niña.
A Sara le daba miedo despertar. Sabía que muchas cosas iban a cambiar. La medicación es fuerte, puede haber cambios de humor, delirios, alucinaciones. Pero el nuevo corazón lo que le ha traído a su vida ha sido optimismo y alegría. Temía Sara, que ya anda, no volver a ser ella misma al cambiar de corazón. Pero como le decían los médicos, el sentimiento del corazón está en la cabeza. No ha olvidado Sara que para ella tuviera una vida otra persona la debía perder. Así que cuidará su nuevo corazón como un tesoro, en su honor. Ahora duerme con la mano en el pecho como una forma de comunicarse con él. Como una forma de decirle te voy a cuidar. Y lo hará. Su sonrisa la delata.