Una de las primeras enseñanzas que la vida nos regala es que no siempre podemos conseguir lo que queremos. Ya sea un juguete, un helado o la atención de una persona. Crecemos sabiendo que a veces tenemos que resignarnos y aceptar que hay cosas que no están en nuestra mano, pero que lo importante es seguir adelante.
Esta pequeña reflexión tiene mucho que ver con el amor intermitente, un tipo de relación tremendamente agotadora, pero muy idealizada por el cine y la literatura. Desde series de toda la vida como 'Friends', donde el amor de Rachel y Ross se basaba en el timing –o para los más modernos, 'Cómo conocí a vuestra madre' y las idas de venidas de Ted y Robin– hasta obras literarias que arrasan ahora mismo.
Para ser más exacta, hablo de 'Normal People'. La novela de Sally Rooney que ha inspirado la homónima serie narra la relación entre Marianne y Connel. Son dos jóvenes que se conocen en el instituto que, para ser sinceros, perpetúan ciertos estereotipos tremendamente manidos. Ella es una chica inteligente con problemas de autoestima y él un chico al que le cuesta verbalizar sus emociones.
Para seguir con los típicos tópicos, su relación se basa en un amor incondicional disfrazado de amistad. Se quieren, pero no pueden estar juntos. Y a lo largo de los capítulos el lector observa cómo ocultan sus sentimientos negando amarse locamente, pero poniéndose celosos a rabiar cuando el otro sigue con su vida.
Este romance que acabamos de describir no es nada más y nada menos que un claro ejemplo del amor intermitente, y si todavía sigues pensando que es algo bonito, voy a explicarte con pelos y señales por qué debes huir de él.
Una relación intermitente se caracteriza por un tira y afloja de sentimientos. Cuando uno está preparado para algo serio, la otra persona no. Es como si el timing de ambas personas nunca se sincronizase, pero en vez de seguir adelante se aferran a ese amor bajo la creencia de que es el único, el definitivo, el que está destinado a convertirse en un ‘para siempre’.
A menudo las relaciones intermitentes se sustentan por un mito del amor romántico: existe una media naranja. Pensamos que hay una persona perfecta para nosotros y que nuestro objetivo vital es encontrarla. En consecuencia, nos sentimos incompletos cuando estamos solos. Además, cuando nuestras relaciones fracasan nos autoconvencemos de que era una especie de ‘episodio piloto’ o prueba, como si lo mejor estuviese por llevar.
Esto no solo es falso, sino que también es muy dañino. En primer lugar, nos impide disfrutar de nuestra autonomía porque implica creer que estar soltero es algo malo, una fase que debe acabar. En segundo lugar, convierte todas nuestras relaciones en un simple borrón. ¿Un amor tiene que durar años para enseñarnos algo? ¿Acaso no son importantes también los líos de fin de semana? No podemos elegir qué relaciones nos aportan y cuáles apartamos de nuestra memoria.
Las relaciones intermitentes no sólo son bastante tóxicas, sino que también generan mucha adicción.
Para entender por qué, debemos hablar de un proceso psicológico llamado reforzamiento. El reforzamiento consiste en premiar nuestra conducta para que sigamos comportándonos igual. ¿Cómo se premia? De muchas maneras: con piropos, con afecto físico, con regalos materiales… Hay un sinfín de refuerzos y cada uno funciona mejor o peor dependiendo de la persona.
El reforzamiento puede ser o bien fijo, o bien intermitente. Cuando es fijo te premiarán siempre que hagas algo. Cuando es intermitente sólo te premiarán unas veces. ¿Cuál crees que es el reforzamiento más potente? Efectivamente, el intermitente.
En términos psicológicos, se dice que el reforzamiento intermitente es más resistente a la extinción. Veamos esto con un ejemplo: el de las relaciones intermitentes.
La pareja A está formada por María y Mario. Se entienden, se escuchan y cuando tienen un problema lo solucionan de la mejor forma que saben. Son una pareja con pautas saludables porque saben reforzar no sólo el cariño y lo positivo de una relación, sino también la gestión de lo negativo. Es decir, hablar las cosas, ponerle solución y llegar a un acuerdo.
La pareja B está formada por Paula y Pablo. Cuando se conocieron, Pablo tenía novia así que no pudo ser. Después Pablo lo dejó con su novia, pero Paula tenía pareja. Cada vez que se ven de fiesta, hay una gran tensión sexual. Alguna vez incluso se han enrollado, pero siempre acaban pasando el uno del otro. El problema es que no del todo. Hay celos, reproches e indirectas.
La pareja A se caracteriza por un reforzamiento fijo. El afecto, la comunicación y la confianza siempre son premiados. En cambio, la pareja B es un ejemplo de reforzamiento intermitente. Cuando uno tiene interés, puede que su conducta sea premiada o puede que no porque ‘no es el momento’. Al no saber cuándo la otra persona está abierta al amor o no, siguen insistiendo mutuamente. El problema es que no sólo refuerzan el interés mutuo, también los celos y la toxicidad.
Ahora que conoces los contras de una relación intermitente, está en tu mano decidir si te compensa seguir adentrándote en esa dinámica o si es mejor salir huyendo.
Decidas lo que decidas, debes ser sincero contigo mismo. ¿Qué es lo que quieres? ¿Qué es lo que quiere la otra persona? ¿Estás dispuesto a darle lo que necesita? ¿Y él a ti? ¿Te gusta esa persona o te gusta atraer a alguien? ¿El interés intermitente está afectando a tu autoestima? Como ves, hay muchas preguntas que debes responder con honestidad para que no haya heridos porque en el amor, a diferencia de la guerra, no todo está permitido.