Las reflexiones de Samantha Hudson no dejan indiferente a nadie. La artista ha puesto en la palestra al sistema capitalista en el que vivimos, la homofobia y transfobia tan palpable en redes sociales, y recientemente el sistema educativo y sus carencias en cuanto a la educación emocional se refiere.
La polémica se ha desatado en el programa ‘Jóvenes y salud mental’ al que acudió como invitada junto a Íñigo Errejón y las psicólogas Noelia Vargas y Paula Jimeno. Tras un amplio debate sobre las carencias psicológicas de las generaciones millennial y zeta, Hudson reflexionaba acerca de cómo esta falta de inteligencia emocional se gesta desde que somos pequeños.
"Estoy convencida de que el sistema educativo actual está fatal, porque te enseñan los reyes visigodos, las matemáticas, que no estoy en contra de todas estas disciplinas ni quiero desmerecer a los docentes que trabajan en ellas, pero te enseñan un montón de cosas que realmente tú no puedes aplicar en tu día a día. En cambio, cosas tan necesarias como la gestión de emociones, cosas que tú no tienes por qué saber, nadie te lo enseña. Luego te enseñan a dividir. Yo no sé dividir a día de hoy, pero me da igual porque eso lo hace el teléfono”, explicaba la artista añadiendo que ciertas herramientas psicológicas no nos las aporta ni un teléfono ni ninguna máquina.
Pese a lo acertado de su reflexión, han sido muchos quienes han aprovechado para cargar contra Samantha Hudson llamándola inculta, analfabeta e ignorante. Ella ha reaccionado con su característico sentido del humor ironizando sobre lo paradójica que resulta la falta de inteligencia emocional de aquellos que la están criticando en redes sociales.
Este debate tiene dos posiciones. Por un lado, hay un sector de la población que considera que aspectos como la inteligencia emocional deben enseñarse en casa o aprenderse en otros contextos, por ejemplo cuando un menor se junta con otros niños. En la otra cara de la moneda, son muchos los expertos que coinciden en la importancia de potenciar la salud mental desde el ámbito de la educación.
Aquí es donde entra la llamada inteligencia emocional, que en otras palabras es la capacidad de identificar nuestras emociones y las de los demás, gestionarlas de una forma saludable y utilizarlas para mejorar nuestro bienestar psicológico y potenciar relaciones sanas. La siguiente gran pregunta es si esta inteligencia es más importante que otras como la lingüístico-verbal o la lógico-matemática.
Que se impartan asignaturas como las matemáticas o la física y la química en el instituto no es algo casual. En torno a los 12 años aprendemos a pensar de forma abstracta, y estas asignaturas nos ayudan a desarrollarnos en ese sentido. Por eso lo importante no es la utilidad de dividir o multiplicar en el futuro (sobre todo teniendo en cuenta que todos tenemos móviles), sino la importancia de aprender de forma reflexiva y crítica. Aquí es donde entran también en juego otras materias como la filosofía o la historia.
Sin embargo, durante la adolescencia también nos exponemos a otros retos: desarrollar una autoestima sólida, establecer vínculos con otras personas o aprender a poner límites. Por eso también necesitamos un sistema educativo completo que preste atención a esas necesidades.
Potenciar la salud mental de los niños y adolescentes en las aulas traería beneficios como:
Pero para que todos estos beneficios se produzcan no basta con que un coach vaya una vez al año a dar una charla sobre inteligencia emocional. Es necesario contar con psicólogos cualificados y trabajar también con los padres, ya que ellos son quienes más influencia tienen en la salud mental de los menores. De nada sirve que los alumnos aprendan a lidiar con sus emociones si al llegar a casa su familia tira ese trabajo por tierra.
La incógnita es cómo implementar este tipo de formación. Ya sea en forma de cursos, actividades extraescolares, jornadas junto a la familia o creando una asignatura sobre gestión psicológica, lo que está claro es que todos necesitamos aprender a entendernos y a entender a quienes nos rodean, y los insultos que está sufriendo Samantha Hudson son la viva prueba de ello.