Uno de cada tres jóvenes trans sufre depresión: "No tuve ni intimidad, ni respeto, ni confianza como niña trans"
Según la Academia Americana de Pediatría, la identidad de género está totalmente consolidada entre los 5 y los 6 años
Hablamos con Helena, una joven trans que sufrió la discriminación de sus padres
El aislamiento, sentirse incomprendidos o que sus padres dejen de hablarle o rechacen su identidad aumentan el riesgo de depresión en jóvenes trans
Párate a pensar durante un segundo en la primera vez que reflexionaste sobre tu identidad de género. Probablemente no lo recuerdes, pero algo dentro de ti sabía quién eras sin siquiera necesitar una explicación.
En la vasta mayoría de la población, la identidad de género se corresponde con lo asignado al nacer. En otras palabras, los sanitarios que asistieron tu parto vieron que tenías pene o vagina, lo apuntaron en un papel, y al crecer nunca sentiste contradicción entre lo que externamente te impusieron, y lo que internamente sabías que eras. Pero esto no siempre ocurre así.
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Según el Instituto Williams, en 2016 el 0,6% de la población se identificaba como trans, el doble frente a los resultados que obtuvieron en 2011. Un año después, la asociación GLAD (Gay and Lesbian Alliance Against Defamation) publicaba una investigación según la cual el porcentaje de personas trans ascendía al 3%. Pero, ¿a qué se debe este aumento en las cifras?
En primer lugar, el activismo LGTBI+ ha permitido normalizar realidades que hasta ahora estaban invisibilizadas. Cada vez más personas encuentran referentes en la comunidad LGTBI+, exploran su sexualidad y su identidad, y comparten abiertamente aquellas parcelas de su vida que hasta ahora permanecían silenciadas.
Por otro lado, progresivamente estamos superando la dicotomía hombre-mujer tan normalizada en nuestra sociedad. Esto está muy ligado al movimiento no binario, que rechaza la idea de que sólo existen dos géneros, pudiendo las personas adoptar otras expresiones e identidades como la agénero, bigénero, transgénero o género fluido.
Las infancias trans: una realidad silenciada
El activismo LGTBI+ y el movimiento no binario tienen un objetivo común, proteger las infancias trans.
Según la Academia Americana de Pediatría, los menores atraviesan tres fases a la hora de establecer su identidad de género:
- A los dos años, somos capaces de etiquetarnos como “niño” o “niña”, pero sólo porque nos basamos en lo que los adultos dicen.
- Alrededor de los cuatro años, nuestra identidad de género va volviéndose más compleja y elaborada. Sin embargo, un menor de esta edad puede pensar que cambia de género al cambiar de ropa. Esto demuestra que los roles de género se adquieren a muy temprana edad.
- Entre los cinco y seis años la identidad de género es estable y no depende de los roles de género. Sabemos lo que somos aunque la sociedad nos diga lo contrario.
Como acabamos de ver, a partir de los cinco años la identidad de género está totalmente adquirida. Por eso comentarios como “es una etapa” o “seguro que cambias de opinión” pueden resultar muy dañinos para los menores cuya identidad se contrapone con lo externamente impuesto.
En el caso de Helena, una mujer trans de 25 años, la falta de apoyo de sus padres ha afectado a su autoestima incluso en la edad adulta. “Siempre lo supe, pero mis padres jamás me hicieron caso”, recuerda. “En el colegio siempre encontré apoyo. Niños y niñas teníamos una piña en la que se respetaba a todos, y los profesores también eran un amor. Ni siquiera recuerdo que se fomentasen roles de género más allá de lo que la sociedad dicta. Pero al llegar a casa encontraba algo que me destrozaba”.
“Ahora mismo no me hablo con mis padres. Sólo con mis tíos, que me quieren muchísimo y son los mejores. Pero yo no puedo tener contacto con dos personas que destrozaron mi infancia. Ojalá hubiesen respetado mi identidad desde niña”, comparte con Yasss, “pero lo que hicieron fue arrebatarme cualquier atisbo de feminidad”.
Un momento especialmente duro para Helena fue cuando encontraron sujetadores que guardaba en el fondo de su armario. “Mi madre los tiró al a basura y se puso a rebuscar en todos los rincones de mi habitación para ver qué más escondía. Ni intimidad, ni respeto, ni confianza. Así fue mi infancia”.
¿Cómo sabemos que un niño o niña es trans?
- El menor ya tiene edad suficiente como para entender el concepto de identidad de género.
- Ha compartido con personas de confianza que su género no se corresponder con el asignado al nacer.
- Pide a sus amigos o padres que le llamen por otro nombre neutro o del género contrario.
- Muestra un fuerte desagrado hacia sus genitales, al asociarlos a un género que no es el suyo. Esto cobra mucha importancia en la adolescencia, siendo la pubertad un fenómeno muy estresante para los menores trans.
¡Ojo! Debemos tener claro que esto son solo ejemplos y que cada menor es un mundo. Puede no cumplirse ninguna señal y que un niño o niña sea trans, o cumplirse todas y que sea cisgénero –es decir, que su identidad y su género impuesto externamente se corresponden–.
Sea cual sea el caso, los adultos deben crear un entorno de confianza en el que el menor se sienta cómodo contando como se siente. También puede ser útil hablar con un psicólogo o pediatra con nociones sobre identidad de género, para evitar juicios de valor o comentarios dañinos.
Sentirse incomprendido produce depresión e intentos de suicidio
El Royal College of Nursing, la mayor red de enfermería de Reino Unido, publicó en 2015 una concienzuda guía sobre las infancias trans. En ella se analizaron los eventos estresantes a los que se exponen niños y adolescentes trans, el papel del entorno para facilitar su adaptación, y los riesgos que implica convivir en una familia o una escuela tránsfoba.
Se encontró que la población trans sufre una fuerte discriminación en el trabajo, los cuidados sanitarios, la vida social y las ayudas económicas, pese a que actualmente cada vez mas países cuenten con una legislación al respecto.
En el terreno de la salud mental, los menores trans son una población de riesgo respecto a diferentes trastornos psicológicos. Concretamente, uno de cada tres jóvenes trans han padecido episodios de depresión mayor, y el 50% se han autolesionado en algún momento.
“Ser trans no es por sí mismo un factor de riesgo de suicidio”, recalca la guía, dejando claro que lo que aumenta el estrés psicológico es la falta de apoyo social. “Hay una fuerte evidencia que demuestra el impacto negativo de la discriminación y el estigma en las personas jóvenes trans, provocando un mayor consumo de sustancias, depresión, autolesiones y suicidio”.
El aislamiento, sentirse incomprendidos o que alguno de sus padres deje de hablarle o rechace su identidad aumentan el riesgo de autolesionarse y padecer depresión en esta población. En cambio, tener acceso a un sistema sanitario en el que se les comprenda, el apoyo comunitario y las conexiones familiares fuertes son factores protectores del riesgo de suicidio.
Finalmente, el Royal College of Nursing explica la importancia de que sanitarios y adultos al cuidado de menores trans dejen de lado sus prejuicios. “Debemos crear un entorno de apoyo seguro y sin prejuicios para ayudar a los menores trans a sentirse cómodos compartiendo información personal”.