A la espera de una vacuna efectiva que pueda materializar el sueño de aplacar y dejar atrás la pandemia del coronavirus, que ya deja más de 7,4 millones de casos y más de 418.000 muertos tras haber alcanzado a 216 países, según cifras de la Organización Mundial de la Salud, los científicos trabajan sin descanso para desarrollar, no solo tratamientos para mitigar el impacto de la COVID-19 sino también modelos, sistemas y estrategias para poder mitigar los rebrotes que se puedan producir en las distintas regiones.
En este sentido, un equipo de científicos italianos especializado en Astrofísica ha realizado un complejo estudio para intentar mostrar y defender que la radiación solar es una gran aliada contra el coronavirus y, de hecho, los rayos ultravioletas pueden acabar con él.
Concretamente, los investigadores, pertenecientes al Instituto Nacional de Astrofísica de Roma, líderados por el doctor Fabrizio Nicastro, han calculado que una determinada dosis de luz ultravioleta UVA y UVB tienen potencial de generar el mismo daño sobre el coronavirus que una explosión de rayos equivalentes de tipo UVC, que es otra forma de luz ultravioleta con el poder suficiente para romper material genético producida también por el Sol, pero filtrada casi al completo (y afortunadamente para el bien de la existencia) por la capa de ozono. De hecho, este tipo de radiación, que puede resultar sumamente peligrosa si no se maneja de forma adecuada y extremando las precauciones, se utiliza a través de lámparas especiales capaces de producirla para, --entre otras aplicaciones sanitarias--, eliminar determinados tipos de virus y bacterias, razón por la cual en algunos sitios se emplea para la desinfección de superficies y prevenir contagios.
Teniendo todo ello en cuenta, lo que los científicos italianos sostienen es que la acción y la intensidad de la radiación solar sí ha tenido un impacto sobre los brotes que se han desencadenado en los distintos países. Por eso, su trabajo se ha afanado en el desarrollo de un modelo para estimar cuánto habría tardado esa dosis de luz ultravioleta en matar al virus en más de 100 países durante los meses comprendidos entre enero y abril.
Los resultados encontrados, como informa South China Morning Post, han sido variados, observando que en las regiones situadas entre 40 y 60 grados al norte del ecuador, englobando países como China, Italia, España, Reino Unido y Estados Unidos (el país más castigado por la pandemia), aproximadamente una exposición a luz ultravioleta de entre 30 minutos y 14 horas al día era necesaria para matar al 63% del patógeno. Por otro lado, en el mismo periodo (de enero a abril), pero en las regiones ubicadas entre 40 y 60 grados al sur del ecuador, como Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica, Chile o Argentina, habría sido entre cuatro y 35 minutos de luz solar el tiempo necesario para matar al virus.
En este sentido, lo que los científicos destacan es que sus pruebas sugieren que “la evolución y la fuerza de la pandemia podría haber sido modulada por la intensidad de la radiación UVB y UVA”. Y concretamente centran la atención en la situación que se ha con el cambio de estación, pasando la zona norte del hemisferio a unas temperaturas más cálidas y el sur a tener menos horas de sol. Mientras al principio eran los primeros, incluyendo España, los más afectados por la pandemia, ahora “la situación prácticamente se ha invertido”, señalan.
No obstante, el estudio todavía requiere de numerosas pruebas de verificación y más análisis, y son muchas y muy diversas las opiniones de los expertos al respecto; algunas de ellas contradictorias.
Según otros astrónomos, como la profesora Li Ying, citada también por el medio South China Morning Post, aún no existe una teoría firme respecto a la radiación solar y la propagación del COVID-19. Además, añade, hay muchos elementos climáticos, como las gotas de agua en las nubes, que absorben o desvían la luz solar, lo que podría afectar al modelo presentado, dado que ello podría significar que un determinado nivel de luz ultravioleta podría permanecer bajo incluso si el sol estuviese directamente sobre una región determinada.
“La propagación del virus está afectada por muchas fuerzas”, sostiene, señalando que aún estamos muy lejos de conocer muchos aspectos relacionados con el virus.