¿Sabes qué es el glaucoma? ¿Cómo comienza esta enfermedad y cuáles son sus primeros síntomas? Esta dolencia ocular es conocida por reducir la visión del paciente de forma gradual. Es difícil de detectar por el paciente porque no suele presentar señales de advertencia temprana, ni tampoco síntomas dolorosos en el caso del glaucoma de ángulo abierto. A ello se suma que la enfermedad se desarrolla lentamente y a veces no produce pérdida de visión , lo que dificulta que el paciente sea consciente de su dolencia.
Así, tal y como asegura la Glaucoma Research Foundation, la mayoría de las personas que tienen glaucoma de ángulo abierto se sienten bien y en un primer momento no advierten cambio alguno en la visión, ya que la pérdida inicial se produce en la visión periférica o lateral, y la agudeza visual y la nitidez de la visión se conservan hasta que la enfermedad está avanzada.
Ello significa que, para cuando el paciente se da cuenta de su pérdida de visión, la enfermedad suele encontrarse en un punto bastante avanzado. Por eso es tan importante controlarse la vista cada cierto tiempo: sin el tratamiento adecuado, el glaucoma puede llegar a provocar ceguera, pero con una detección temprana y el tratamiento adecuado, es posible conservar la visión.?
En el glaucoma de ángulo abierto (el caso más común), el ángulo del ojo donde el iris se encuentra con la córnea se presenta amplio y abierto (así es como debe ser), pero los canales de drenaje del ojo se obstruyen con el tiempo, lo que provoca un aumento de la presión ocular interna y un daño al nervio óptico.
En una explicación más concisa, desde la Glaucoma Research Foundation nos recuerdan que la parte anterior del ojo está llena de un líquido transparente llamado fluido intraocular o humor acuoso, que es fabricado por el cuerpo ciliar. Éste sale del ojo a través de la pupila y luego es absorbido hacia el torrente sanguíneo por medio del sistema de drenaje del ojo (formado por una malla de canales de drenaje que está alrededor del borde externo del iris). Si el drenaje es adecuado, la presión del ojo se mantiene a un nivel normal. La producción, el flujo y el drenaje de este fluido es un proceso activo y continuo necesario para la salud del ojo.
Pero si el sistema de drenaje del ojo no funciona correctamente y se tapa, el fluido se acumulará, aumentando la presión en el interior del ojo y dañándose el nervio óptico, que es muy sensible, lo que llevará a la pérdida de la visión. Así, en nuestro ojo existen millones de fibras nerviosas que van desde la retina al nervio óptico, y que se unen en el disco óptico. El aumento de la presión daña esas fibras, haciéndolas morir. El hueco que se genera hará que el disco óptico adopte la forma de copa o curva.
Normalmente se corre mayor riesgo de sufrir glaucoma si nuestros padres o hermanos ya padecen esta enfermedad, ya que tiene carácter hereditrario. También existe mayor incidencia en diabéticos o en quienes padecen alguna enfermedad cardiovascular, así como en quienes presentan una presión intraocular elevada (hipertensos oculares). La edad es otro factor de riesgo asociado (su incidencia es mucho mayor a partir de los 60 años).
Precisamente una de las características del glaucoma es que no presenta síntomas, de modo que puede desarrollarse durante años sin que nos demos cuenta y provocar una pérdida de la visión repentina. La clave para un diagnóstico temprano pasa por llevar a cabo revisiones oftalmológicas frecuentes (a partir de los 40 años, cada dos o cuatro años, o antes y con mayor frecuencia si presentamos factores de riesgo), sobre todo a medida que nos hacemos mayores, y especialmente si existen casos de glaucoma en nuestra familia.
Algunos datos que pueden ayudarte a identificar el glaucoma son los siguientes: