La llamada dieta Keto lleva años siendo tendencia en Estados Unidos y, aunque no está exenta de polémica, cuenta con cada vez más adeptos en nuestro país. Su nombre procede de la abreviatura de cetosis, que es un estado metabólico en el que el hígado usa la grasa almacenada para producir cetonas con las que obtener, en última instancia, energía. Bien es cierto que a los españoles no se nos da bien eso de acabar una dieta.
Este proceso ocurre únicamente cuando nuestro cuerpo no tiene carbohidratos a lo que acudir como combustible. Por tanto, la base de esta dieta consiste en privar a nuestro cuerpo de carbohidratos y acostumbrarle a quemar grasa en su lugar. Las proteínas de calidad son también una parte importante de esta dieta. No es la única de moda, de hecho, Megan Markle parece aposta por la dieta Royalty, la del ayuno intermitente.
Aunque se haya puesto especialmente de moda en los últimos años, lo cierto es que esta dieta existe desde los años 20 de siglo pasado. El término lo acuñó Russell M- Wilder en 1921, quien la utilizó como forma de evitar las convulsiones sufridas por niños enfermos de epilepsia: se demostró que el cerebro, al extraer su energía del proceso de cetosis en lugar de acudir a la quema de carbohidratos (y a la consiguiente obtención de glucosa), amortigua su actividad eléctrica, lo que evita o reduce las convulsiones. La sensación sería similar a la provocada por el ayuno, ya que ambas situaciones (un aporte insuficiente de alimentos o bien un aporte mínimo o nulo de alimentos ricos en glúcidos) provocan una sensación similar.
Pero convertir a nuestro metabolismo en un metabolismo basado en cetonas no es tan sencillo: implica reducir la ingesta de carbohidratos a niveles mínimos (una manzana casi superaría el máximo diario, de 20 a 50 carbohidratos). Claro que el paso a este nivel mínimo no se hace de un día para otro, y tendrás que esperar algunos días o semanas para que tu cuerpo se acostumbre a su nueva fuente de energía principal. Durante ese tiempo puedes sentir una gran debilidad y fatiga.
Superado ese momento, quienes son fieles seguidores de esta dieta aseguran sentirse más enérgicos y menos hambrientos, pero para ello es necesario no romper este equilibrio y seguir manteniendo una ingesta casi inexistente de carbohidratos diaria. En cuanto a las grasas y proteínas necesarias para mantener el nivel de energía adecuado, los usuarios de la dieta Keto acuden especialmente a productos como el aguacate, el pescado azul, las almendras, nueces, semillas, aceite de oliva… En general, entre el 70 y el 90 por ciento de la dieta Keto debe estar compuesta por grasas.
En el lado contrario, la ingesta de cereales, pan, azúcar… desaparece, y lo mismo se aplica a muchas frutas y verduras ricas en carbohidratos. El resultado es una quema de grasa (y una pérdida de peso) muy rápida. Sin embargo, lo cierto es que esta dieta cuenta con muchos detractores. Además, algunos de sus efectos no son muy agradables: mal aliento, sudor, mareos, dolor de cabeza, estreñimiento por la carencia de fibra…
También hay quien asegura que esa dieta puede ser eficaz contra ciertas patologías y que reduce los niveles de glucosa en sangre, mejorando también dolencias como el hígado graso.
Lo que sí parece claro es que no existen estudios que analicen las consecuencias de mantener un metabolismo basado en cetonas a largo plazo ni las repercusiones que ello puede tener para nuestra salud. Si te decides por este tipo de dieta, es importante ponerte en manos de un profesional de la nutrición para mantener el equilibrio necesario para que tu salud no se resienta.