Los problemas de salud mental son cada vez más habituales, pero los que organizan los sistemas sanitarios no parecen estar al tanto de ello. En los países de ingresos bajos, hasta un 85% de las personas con trastornos mentales graves no reciben tratamiento. Ahora bien, no creas que la cifra mejora muchísimo en aquellos con ingresos más elevados, en los que entre el 35 y el 50% de dichos pacientes no encuentran una solución eficaz para su trastorno.
Vaya, que, pese a que los trastornos mentales son patologías bastante habituales, desde algunas instituciones se sigue tratando como una cuestión de segunda división, mientras que los potenciales pacientes cargan con su enfermedad sin saber exactamente qué les pasa. Es normal: tenemos un problema de base y desconocemos muchos de los conceptos básicos que se relacionan con nuestra propia salud mental. ¿Qué pasa con la depresión? ¿En qué consiste exactamente la ansiedad? ¿Cuáles son los síntomas de un trastorno mental?
Pero no hace falta irse tan lejos: por no tener claro, ni siquiera sabemos muy bien cuál es la diferencia entre un psiquiatra y un psicólogo, dos de los profesionales más importantes encargados de la salud mental. Es una confusión bastante habitual, que promociona al título de problema cuando quien la tiene está pasando por un momento difícil y busca ayuda. ¿A quién debe llamar, a un psicólogo o a un psiquiatra? ¿Qué ofrece cada uno? Si es tu caso, sigue leyendo: en Yasss te contamos qué ocurre exactamente dentro de cada consulta.
El paso más difícil es pedir ayuda, precisamente por el desconocimiento y la estigmatización que hay en torno a la salud mental, pero estos profesionales están formados para ayudarte a solucionar ese problema que no deja que desarrolles tu vida con normalidad. Lo que es seguro es que aprenderás algo de ti mismo que te resultará de utilidad en tu día a día.
En lo que respecta a la diferencia entre uno y otro profesional, la principal son los estudios que han cursado para ejercer sus profesiones. El psicólogo ha estudiado una carrera específica para ejercer su profesión, el actual grado en Psicología, y un máster habilitante en Psicología General Sanitaria o los cuatro años de especialización PIR (Psicólogo Interno Residente), convirtiéndose en Psicólogo Clínico. Por su parte, el psiquiatra estudió medicina y se especializó en dicha rama.
Otra de las grandes diferencias con los psicólogos es que los psiquiatras sí pueden prescribir medicación, y hay un grupo de enfermedades que pasan por tratamiento farmacológico, como la esquizofrenia o el trastorno bipolar. También hay trastornos como la depresión o la ansiedad generalizada que en algunos casos se benefician de los psicofármacos, siendo el psiquiatra quien debe valorarlo. Eso no significa que receten solamente pastillas y te envíen a tu casa, sino que se apoyan en ellas para tratar al paciente, siendo lo ideal complementar ese recurso con la terapia proporcionada por un psicólogo.
Entonces, ¿cómo elegir? Todo depende de la vía que escojas. Para conseguir tratamiento psicológico, bien por la Seguridad Social, se debe ir antes a un médico de familia, para que evalúe tu caso, te derive a los servicios de Salud Mental y allí decidáis qué tipo de tratamiento te corresponde y prefieres: si farmacológico, terapia o uno combinado de ambas. En cambio, por la vía privada tienes la total libertad de elegir en manos de qué profesional te pones. Para decidirlo, la vara de medir suele ser la siguiente:
Los enfoques de ambos profesionales pueden mezclarse, si se considera que el paciente se beneficiará de ambos. Lo más importante es pedir ayuda para que el problema no se agrave; si, por ejemplo, vas a un psiquiatra y opina que te irá mejor con un psicólogo, él mismo te derivará a un profesional que pueda tratarte de forma más completa.
Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), parte del estigma de la salud mental reside en que los sistemas de salud “todavía no han dado una respuesta adecuada a la carga de trastornos mentales”, tal y como recoge en su ‘Plan de acción integral sobre salud mental’. En otro de sus documentos, el ‘Atlas de Salud Mental 2011’, la organización denuncia que los recursos estatales destinados a la salud mental no solo son escasos, sino también ineficientes.
De acuerdo con sus estudios, “el gasto mundial anual en salud mental es inferior a dos dólares por persona en países de ingresos altos, e inferior a 0,25 dólares por persona en los países de ingresos bajos”. De todos ellos, apuntan, “el 67% de esos recursos económicos se asigna a hospitales exclusivamente psiquiátricos, pese a que se asocian a malos resultados sanitarios y violaciones de los derechos humanos”.
Para la OMS, estos recursos deberían reorientarse hacia servicios de base comunitaria, integrando la salud mental en la atención sanitaria general y en otros programas específicos, como “los de salud materna, sexual, reproductiva e infantil, de VIH/sida y de enfermedades no transmisibles crónicas, lo que permitiría que muchas más personas accedieran a intervenciones mejores y más costoefectivas”.