Cuando perder el tiempo se convierte en patología: ¿qué es procrastinar y por qué es perjudicial para tu salud?

  • Todos postergamos tareas que no nos gustan de vez en cuando, pero la procrastinación puede convertirse en una grave patología

  • Existen muchos motivos para dejar de lado determinadas acciones: miedo, perfeccionismo extremo...

  • Procrastinar puede ir asociado a la depresión, a la baja autoestima, a un caso de TDAH...

Procrastinar es algo que, en mayor o menor grado, hemos hecho casi todos en algún momento de nuestras vidas: a la hora de estudiar o trabajar, cuando tenemos que afrontar un reto que nos da cierto miedo o reparo... Consiste básicamente en postergar o posponer una acción, actividad o situación, sustituyéndola por otra menos relevante o importante. Las causas pueden ser muy variadas: pereza o miedo son las más frecuentes. ¿Qué es procrastinar y por qué es perjudicial para tu salud? ¿De qué forma puedes evitarlo?

Procrastinar: qué es y por qué es malo para nuestra salud

Procrastinar consiste básicamente en ir dejando de lado aquellas tareas que nos resultan tediosas, molestas, aburridas... pero también aquellas cosas que nos dan miedo o cierto vértigo. Lo hacemos dando prioridad a otras acciones secundarias o más agradables. En otras palabras, consiste en dejar para mañana lo que podemos hacer hoy. Y la realidad es que, si entramos en este bucle y tardamos en salir, iremos acumulando malestar por no cumplir con lo que sabemos que debemos hacer.

Cierto grado de procrastinación en su sentido más ligero es natural y normal: tal vez no soportes planchar, o te dé muchísima pereza terminar un libro, estudiar cierta materia, enfrentarte a un trabajo tedioso... En los casos más peligrosos, hablamos de un trastorno del comportamiento, que se basa en el hecho de que el desagrado asociado a la tarea se percibe como mayor que el sufrimiento de no llevarla a cabo. Cuando la procrastinación se convierte en trastorno, interfiere de forma significativa en tu vida y afecta a tu bienestar emocional, así como a tu relaciones personales, laborales y sociales.

En cuanto a las sensaciones que experimentamos, pueden ser psicológicas (ansiedad o frustración) y también físicas (temblores, nerviosismo...). Básicamente, sus síntomas tienen relación con el hecho de que la acción que estamos postergando nos parece abrumadora, peligrosa, difícil, imposible, estresante, aburrida... Por eso buscamos la forma de justificarnos y trasladamos la tarea a un futuro idealizado, en lugar de darle prioridad para terminar con ella cuanto antes.

Además, hay que tener en cuenta que la procrastinación se considera en sí misma un síntoma de otros trastornos, como puede ser la depresión o el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH). Entra en juego nuestro manejo de las emociones, más que la simple pereza, y normalmente cuando se trata de una patología grave lo que se encuentra detrás es el miedo y la frustración.

Procrastinar también puede ir de la mano de una baja autoestima (aunque no necesariamente), o ir asociado a situaciones que percibimos como difíciles y que nos obligan a dar pasos importantes, sin que sintamos que tenemos fuerzas o energía para ello. También puede tratarse de un problema relacionado con un excesivo perfeccionismo: cuando necesitamos que todo cumpla un elevado estándar de exigencia, el miedo al fracaso puede llevarnos a no hacer nada para evitar un resultado que podamos considerar mediocre.

Hay que tener cuidado con las conductas adictivas que pueden ir de la mano de la acción de procrastinar cuando ésta es crónica y patológica. Es frecuente engancharse a la televisión, al ordenador, al móvil o a las redes sociales... como forma de evadirse y huir de la realidad. Otra conducta procrastinativa consiste en coleccionar muchas opciones para no decidirse por ninguna en concreto, o dejar las tareas para el último momento (el llamado "síndrome del estudiante", que afecta a muchas otras facetas de nuestras vidas).

Dar solución a este problema pasa necesariamente por aprender a gestionar mejor nuestro tiempo, pero hay que atender a las causas en cada caso para enfocar la solución de forma adecuada y eficaz. Es frecuente hacer uso de una intervención terapéutica basada en enfoques cognitivo-conductuales., tocando tras como la autosuficiencia, la autoestima o el miedo al fracaso, la autorregulación, el control de pensamientos automáticos a través del mindfulness...