En Yasss siempre reivindicamos incansablemente la importancia de cuidar la salud mental. No solo en el mes de octubre, ya que el día 10 se celebra el Día Mundial de la Salud Mental, sino durante todo el año. Sin embargo, todavía queda camino por recorrer para desestigmatizar algo tan básico como es nuestro bienestar psicológico.
Aunque afortunadamente ir al psicólogo y hablar de salud mental ha dejado de ser tabú, en parte gracias a todas aquellas personas que padecen un trastorno mental o un problema psicológico y lo cuentan abiertamente, todavía queda camino por recorrer.
Para poder poner fin al estigma, no solo debemos recalcar la importancia de ir al psicólogo cuando lo necesitamos, sino también visibilizar la cara oculta de la salud mental. Hoy en Yasss analizaremos una a una todas las problemáticas que nadie cuenta, pero que la mayoría de personas con problemas psicológicos ha podido experimentar.
No es sorpresa para nadie que los trastornos mentales conllevan un fuerte prejuicio social. Para estudiarlo en profundidad, la confederación ‘Salud Mental España’ publicó en 2016 un informe en el que analizaban la discriminación a la que se enfrentan las personas con trastornos mentales.
Se encontró que el 44,4% de las personas con un trastorno mental creían que su problema duraría toda la vida. Al menos eso le había hecho creer la sociedad. Además de la cronicidad, también se suelen atribuir a los trastornos mentales otras características: fragilidad, aislamiento, negatividad, dependencia o peligrosidad, entre otras.
Por si esto fuera poco, no nos libramos del machismo, ya que habitualmente las mujeres con trastornos mentales son consideradas “más inestables”, mientras que a los hombres que padecen un problema psicológico se les tacha de “genios” o “especialmente inteligentes”.
Todas estas características son falsas. Por padecer un trastorno mental no eres inestable, frágil, solitario ni mucho menos peligroso. Una etiqueta con un diagnóstico no te convierte en una persona diferente. Sigues siendo tú, con tu personalidad de siempre, pero con alguna dificultad que puedes solucionar con ayuda profesional y apoyo social.
Otro gran problema con el que se topan las personas con trastornos mentales es la falta de recursos a nivel público. Para empezar, son muchos los ciudadanos que no saben que en los hospitales públicos hay psicólogos. Sí que conocen la labor de los psiquiatras, pero se piensan que la terapia es algo privado y de pago.
En total, España cuenta con 2.816 psicólogos clínicos en la sanidad pública. Pero, ¿es suficiente? No, y para hacernos una idea veamos una comparativa aportada por la OMS y por el informe Health Statistics de 2019:
Teniendo en cuenta las secuelas psicológicas que hemos sufrido raíz del coronavirus, lo esperable sería que aumentase el número de psicólogos clínicos en la Seguridad Social y que se redujesen las interminables listas de espera.
Además, en nuestro país hay 12 millones de personas en riesgo de pobreza y exclusión social. La salud mental debería ser accesible para todos, y no un privilegio que solo pueden costearse unos pocos.
Además de los prejuicios y de la falta de recursos, las personas con trastornos mentales también se exponen a las abundantes pseudoterapias en el ámbito de la salud mental.
El 28 de febrero de 2019 salió a la luz la campaña #CoNprueba. El objetivo era informar a los ciudadanos sobre las pseudoterapias, es decir, prácticas que no solo no están respaldadas por la ciencia, sino que pueden resultar peligrosas para nuestra salud, que son ejercidas por personas sin formación, o que se asocian a estafas.
De las 139 técnicas analizadas, 73 eran pseudoterapias. Por ejemplo, el coaching transformacional, las constelaciones familiares o la psicohomeopatía.
Por eso es importante no solo ponernos en manos de profesionales con formación psicológica, sino también asegurarnos de que imparten una terapia fiable y segura.
Las contenciones mecánicas son un procedimiento que sobre todo se utiliza en el área de salud mental y en unidades de psicogeriatría. Consiste en utilizar un dispositivo físico para restringir la libertad de movimiento del paciente, generalmente correas en muñecas, cintura y tobillos.
Legalmente es una práctica que solo puede utilizarse en casos de agitación muy grave o riesgo para la seguridad del paciente o de otras personas. También es digno de reflexión que esta práctica solo se utilice con ancianos y personas con trastornos mentales, dos poblaciones de riesgo y a las que muchas veces se les priva de la libertad de decisión.
El uso de contenciones mecánicas ha sido cuestionado, siendo un caso muy sonado el de Andreas Fernández, una joven de 26 años que falleció tras permanecer 75 horas atada en una unidad de Salud Mental. Dieron por hecho que padecía un trastorno mental ya que escuchaba voces, pero todo era a causa de una meningitis linfocitaria que nadie identificó.
Desde que esto sucedió en 2017, la hermana de Andreas ha peleado social y legalmente para que nadie sufra lo mismo. Son muchos los profesionales que se suman a su lucha, pidiendo que en los hospitales se dejen de lado este tipo de técnicas que no solo no tranquilizan, sino que aumentan el miedo y la ansiedad en el paciente.