Contar abiertamente que vas al psicólogo no debería ser un acto de valentía, sino una situación normalizada. Pese a que para muchos, la salud mental sigue siendo un tabú, la generación millennial y reconociendo en voz alta que van a terapia.
¿El motivo de consulta? ¡De lo más variado! Desde insomnio hasta ansiedad pasando por problemas en el ámbito sexual, o al menos estas son las experiencias de 20 jóvenes que han querido normalizar ir al psicólogo compartiendo su testimonio.
Según la Organización Mundial de la Salud, entre un 10 y un 20% de los adolescentes experimentan problemas psicológicos. Sin embargo, solo reciben ayuda psicológica una mínima parte. Por vergüenza, por miedo a que sus padres reaccionen mal o por desconocimiento sobre el papel del psicólogo, sus problemas se van agravando con el tiempo.
A este porcentaje hay que sumar todas aquellas personas que comienzan a padecer trastornos psicológicos a partir de los 18 años, algo muy común. ¿La razón? El cambio de roles, la independencia, la idealización de la etapa universitaria, las primeras relaciones serias, el agobio por no cumplir con las expectativas de sus padres, no tener claro su futuro laboral y un largo etcétera. Como vemos, se trata de una edad en la que se combinan múltiples situaciones estresantes generando el caldo de cultivo ideal para que aparezca ansiedad, depresión, problemas sociales, falta de autoestima, descontrol de la ira o disfunciones sexuales.
Hemos preguntado a veinte jóvenes de entre 18 y 30 años por su salud mental, y sus respuestas han dejado claro que ir al psicólogo cada vez está menos estigmatizado.
"Empecé a ir al psicólogo cuando aprobé la oposición de mi vida. Me empecé a sentir muy insegura. Pensaba que no estaba preparada, que era un fraude y que en cualquier momento todos se darían cuenta. Después de estudiar durante años, estaba fatal. No dormía, no comía, no hacía amigos en el trabajo, no rendía del todo bien. Hablé con una chica que estudió psicología a modo desahogo y me dijo que ella me recomendaba ir a terapia. Le hice caso y menos mal". – Zoé (25 años)
"Fui al psicólogo cuando empecé la universidad porque me notaba deprimido y no quería que fuese a más. Mi psicólogo me felicitó por ir a tiempo, porque mucha gente va dejándolo pasar y acaban pidiendo ayuda cuando están fatal". – Bastián (21 años)
"Llevo yendo al psicólogo desde poco después de la pandemia del coronavirus. Me di cuenta de que no sabía estar sola y que dependía mucho de mi novio y de mis amigos. Ahora estoy aprendiendo a ser independiente". – Daniela (18 años)
"Con 24 años o así empecé a tener fobia social. Tardé dos años en reconocer que tenía un problema y luego un año más en pedir ayuda". – Alba (29 años)
“Mis padres no lo saben, pero voy al psicólogo porque tengo gatillazos. Al principio era muy de vez en cuando, pero empecé a ponerme nervioso por si me volvía a pasar y acabé teniéndolos siempre que intentaba acostarme con una chica. Le pido dinero a mis padres y le digo que es para cosas de la universidad, pero en realidad es para la terapia". – Gael (22 años)
“En la universidad conocí a un chico y empezamos a salir. Me maltrató física y psicológicamente y después de un año lo dejamos. Tenía muchas secuelas. Me daba miedo que volviese a pasar y dejé de quedar con gente, así que mi madre me convenció para pedir ayuda". – Paula (19 años)
“Voy al psicólogo porque mi madre tiene una enfermedad mental y problemas con las drogas, y me ha afectado mucho. Ahora no tenemos relación, pero aun así tengo pesadillas con ella y me da miedo encontrármela por la calle". – Nekane (18 años)
“De siempre he sido muy inseguro, pero cuando acabé la universidad todavía más. No encontraba trabajo y mis padres no podían permitirse pagarme un máster. Empecé a echar currículums en todas partes, pero no me llamaban. Me afectó mucho a mi autoestima y acabé con depresión. Cuando encontré un trabajo y pude permitírmelo, fui al psicólogo”. – Samuel (24 años)
“Fui al psicólogo en primero de carrera porque me arrancaba el pelo y me hacía calvas por estrés". – Mauricio (20 años)
“Mi novia me dijo que o iba a terapia para aprender a gestionar mis celos o me dejaba. Por presión fui, y con el tiempo lo agradecí mucho. Me di cuenta de que tenía muchas conductas que en realidad eran maltrato psicológico y empecé a cambiar. Ahora han pasado dos años y nuestra relación es genial". – Noel (25 años)
“De toda la vida había sido gorda. En clase era la niña con sobrepeso y se metían mucho conmigo. Vivía acomplejada. No iba a la piscina, no me cambiaba delante de las demás chicas, no ligaba por miedo a que me viesen desnuda. Cuando empecé la universidad me puse a hacer mil dietas, una detrás de otra. No servían de nada. Un día leí una publicación en Instagram sobre el hambre emocional y me sentí identificada, así que me animé a ir al psicólogo para dejar de darme atracones cuando estaba estresada, triste o nerviosa”. – Ana (28 años)
“Tuve un accidente de coche justo después de sacarme el carné y me empezó a dar fobia conducir. Tuve que volver a dar clases y el profesor de la autoescuela me dijo que igual me venía bien ir al psicólogo, que no era la primera persona que conocía en la misma situación. Le hice caso y genial, la verdad". – José Antonio (19 años)
“Para muchos es una bobada, pero fui al psicólogo porque era muy tímida y me ponía roja con nada. Cada vez que hablaba con un chico que me gustaba o que en el trabajo tenía que decir algo en plan asertivo, acababa roja como un tomate y sudando". – Arantxa (25 años)
“He ido a terapia durante un año para controlar la ira. En cuanto me frustraba o alguien me decía algo que no me gustase, aunque fuese por mi bien y no fuese algo malo, me daban arrebatos de mala leche. Gritaba, insultaba y me ponía fatal. Después ni me acordaba de la mitad. Perdí a muchos amigos y a ligues por eso, así que decidí ponerle remedio.” – Gloria (23 años)
“Desde pequeño he tenido TDAH diagnosticado por un médico y con medicación. Me dijeron que se pasaría, pero no. Cuando cumplí 20 más o menos y vi que seguía igual, empecé a ir al psicólogo para gestionar la situación. Ojalá lo hubiera hecho antes". – Alexis (27 años)
“Empecé a tener problemas con la comida. Seguía a muchas cuentas de nutricionistas y acabé comiendo de forma muy y restrictiva porque me veía mal. Me obsesioné tanto que dejé de quedar con mis amigos si sabía que iban a tomar algo en un bar. Fui al psicólogo cuando casi me desmayé en un parque de atracciones por no haber comido nada en todo el día. Esto fue en 2018, y ahora por suerte estoy fenomenal". – Santi (27 años)
“Mi hermano pequeño falleció y sus médicos nos aconsejaron ir a terapia. Mis padres no quisieron, pero yo lo necesitaba. Me sentía culpable por estar viva y él no, por no haberle protegido, por no haber pasado más tiempo con él… Era demasiada culpabilidad, y el psicólogo del hospital fue mi ángel de la guarda". – Arianna (22 años)
“Suspendí todas las asignaturas el primer año de universidad porque no me gustaba. Estaba supermal, con ansiedad y sin ganas de hacer nada. Mi padre me dijo que tenía tres opciones, aclararme por mi cuenta y elegir otra carrera, seguir en la misma o ir al psicólogo. Intenté seguir con la carrera y no pude. Después intenté gestionar todo por mi cuenta y seguía con ansiedad y cada vez estaba más deprimido. Al final fui al psicólogo”. – Bruno (20 años)
“Me di cuenta de que basaba mi autoestima en la aprobación de los demás. Si salía de fiesta y no ligaba, me daba la bajona. Si mis amigas tenían más likes en Instagram que yo, me rayaba y tenía celos. Estaba fatal, así que pedí ayuda profesional". – Vega (26 años)
“Tuve una temporada con un insomnio brutal porque me quedaba jugando hasta las mil, y luego me despertaba a las 2. Cogí el hábito y cuando quise cambiar no podía. El médico me recetó pastillas y no quise. Preferí ir al psicólogo". – Lucas (24 años)