¿Por qué tener hambre despierta nuestro mal humor?

  • Cuando tenemos hambre, nuestro organismo libera 'hormonas del estrés': por eso nos volvemos más antipáticos

  • Es habitual que la búsqueda de alimento se convierta en la única tarea relevante, por encima de todas las demás

  • Estas hormonas también provocan un estado de nerviosismo y de potencial agresividad

Si alguna vez has estado a dieta o te has saltado alguna comida, seguro que has experimentado los síntomas de un verdadero ataque de mal humor. Nos volvemos más susceptibles, se nos quitan las ganas de comunicarnos y nuestro único objetivo es conseguir alimento para volver a ser nosotros mismos y quitarnos esa sensación de malestar. Pero ¿existe algún motivo para ello más allá de esas ganas de devorar comida? ¿Por qué el tener hambre despierta nuestro mal humor?

¿Por qué nos ponemos de mal humor cuando tenemos hambre?

De la misma forma que comer lo que más nos gusta -a veces, en cantidad superior a la recomendable- nos deja satisfechos y cargados de buen humor, privar a nuestro organismo de alimento provoca el efecto contrario. A todos nos ha pasado: tardar más de la cuenta en decidir dónde comer, una jornada laboral que se alarga y nos impide parar para el almuerzo a la hora adecuada... El resultado es algo así como sentir que se nos agotan las pilas y que nuestra energía en ese momento va destinada única y exclusivamente a comer.

Lo cierto es que existe una razón lógica por la que comer nos hace felices: cuando ingerimos alimentos que nos gustan, estimulamos la liberación de endorfinas, conocidas como las hormonas de la felicidad. En este sentido, nuestras expectativas tienen mucho que ver. Por eso no hay una relación directa entre una mayor felicidad y el consumo de alimentos saludables y, del mismo modo, una ración de 'comida basura' puede provocarnos un importante 'pico' de alegría.

Entran en juego también las sustancias que acompañan a la ingesta de cada alimento: si consumimos mucha azúcar de golpe, estaremos alimentando un estado de euforia que, sin embargo, será cortoplacista y muy poco saludable. Nuestro cerebro también puede ser engañado por nuestros deseos: a veces consumir un café descafeinado puede provocarnos de forma artificial una sensación de energía similar a la de una bebida con cafeína.

También es posible que nuestros antojos respondan a una necesidad de nuestro organismo: por ejemplo, nos pueden apetecer alimentos muy hidratantes cuando tenemos sed o productos 'limpiadores' y cargados de vitaminas tras una resaca de alcohol. Si queremos que nuestro organismo nos pida lo que necesitamos en mayor medida, lo mejor es llevar una dieta libre de azúcares, grasas y alimentos procesados.

En cuanto a qué ocurre en nuestro cuerpo cuando tenemos hambre y cuál es el motivo del mal humor cuando nos encontramos privados de alimento, la culpa la tiene la ausencia de glucosa o azúcar en sangre. Si este nivel se encuentra bajo, nuestro cerebro ordenará que se liberen ciertas hormonas para contrarrestar esta carencia: son las 'hormonas del estrés', que entran en juego, en principio, cuando nos encontramos en una situación de peligro.

De ahí que nos pongamos de mal humor cuando tenemos hambre: nuestro cerebro funciona 'a medio gas' y, a la vez, liberamos hormonas que provocan un estado de alerta, lo que sin duda no ayuda a mostrar un carácter agradable a los demás.

Y es que, si en situaciones de estrés podemos actuar de forma obsesiva, centrándonos en el motivo del estado de alerta e ignorando todo lo demás, cuando tenemos hambre la búsqueda de alimento se convierte en nuestro objeto de obsesión. Aparecen también sensaciones de nerviosismo y potencial agresividad: la mejor forma de evitarlo es comer cuanto antes para volver a nuestro estado natural.